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Perón en el exilio: el general en su laberinto

El líder justicialista dominó la política doce años, efectivamente en el gobierno, y diecocho a distancia, entre América y Europa. Diario de viaje.

Historia
Perón

Un deporte nacional es el exilio forzado de los líderes políticos. Pasó con los unitarios, pasó con los radicales y pasó con los peronistas. Pasó con Alberdi, Sarmiento y San Martín, que vivieron más en el extranjero que en el país. Y pasó con Perón. Al general le encantaba compararse con los dos últimos próceres, a quienes como a él, el ejercito argentino había retirado los honores y declarado “traidores de la Patria” El peregrinaje americano de Perón (1955-1959) acabó en una recelosa España del dictador Franco, a quien la Argentina peronista había salvado de la hambruna en 1946-1949. Atrás quedaba la cañora paraguaya que lo había refugiado  el 20 de septiembre de 1955, con el rótulo del “tirano prófugo”, y expresas órdenes de los golpistas militares de “terminar con la cuestión” De las intenciones de llevar a las últimas consecuencias las directivas de la autodenominada Revolución Libertadora no quedaban dudas, ya habían bombardeado el 16 de junio de 1955 la Casa Rosada y Plaza de Mayo, y en ese día castigaban con buques de la Armada duramente la costa de Mar del Plata y volaban la estratégica destilería cercana de la YPF. Según los documentos que recogía Rodolfo Walsh en la revista Todo es Historia de 1967, los servicios secretos de Perón reportaban los avances de los militares alzados sin visibles reacciones del gobierno, casi entregado, incluso cuando advertían que había comandos de obreros dispuestos a la guerra civil. Historia conocida es que Perón eligió renunciar al derramamiento de sangre de civiles y militares, nunca se sabrá a quiénes prefería, igualmente eran todos argentinos. En tierras paraguayas declaraba unos días después para los medios españoles, “el partido peronista tiene grandes dirigentes; una juventud emprendedora, así como sus hombres y mujeres maduros. Han sido derribados con nocturnidad. Tengo profunda fe en su destino y deseo su apoyo para actuar. Son adultos. Les dejo una doctrina, una filosofía, una organización. A su regreso controlarán todo ello. Actualmente existe una reglamentación de dictadura y fuerza. No es esta nuestra hora. Cuando llegue la prueba de la opinión, la fuerza bruta será finiquitada. Será entonces el momento de embarcarse en política”, acotaba en esos primeros años marcados por la intransigencia, y que le costarían permanentes mudanzas a Panamá, Venezuela y República Dominicana. Finalmente recalará en Madrid, España, en 1960 y moverá los hilos de la política argentina hasta su regreso definitivo en 1973. Aquí lo esperaba ese 20 de junio la Masacre de Ezeiza, con dos millones de personas, la mayor concentración de la historia nacional, y un número aún sin saber de muertos y heridos por los enfrentamientos de las tendencias peronistas -e infiltrados.  

Querían matar a Perón

Hasta que no pisó suelo hispano el general Perón era un blanco de los servicios de inteligencia argentinos -y norteamericanos. Uno de los principales atentados ocurre el 25 de mayo de 1956, mientras residía en Caracas, cuando explota su auto en las céntricas esquinas de Venus y Paradero. Se suponía que Perón debía ir en el asiento trasero pero por azar se encontraba en la quinta El Rosal recibiendo invitados en un asado por la Revolución de Mayo, en el otro extremo de la ciudad “La bomba, un pequeño proyectil en forma ovalada con la espoleta remachada con dos tornillos, hizo volar a más de veinte metros de altura la tapa del capó del Opel”, reseñaba el periodista venezolano Germán Carías a Tomás Eloy Martínez, y ampliaba, “el violento estallido se oyó en cinco manzanas a la redonda, destruyó los cristales de ochenta y dos ventanas de diecisiete apartamentos de tres edificios cercanos, y causó el pánico...querían matar a Perón” Afortunadamente el chofer Isaac Gilaberte, que iba a comprar la carne, pudo escapar antes que la explosión “sacuda al auto como si fuera de juguete” y quedaba destruído el querido “carrito” del general, “andaba como una seda” Quedaban chatarras de un auto alemán que fue testigo de mil peripecias,  por ejemplo llevó en sus primeros viajes juntos a la veintiañera María Estela Martínez, una bailarina que se encontraba en gira con Isabelita”. Nunca se supo quién fue el autor aunque Eloy Martínez lo sindica a la Inteligencia argentina, que obró sin autorización de la cúpula militar en el gobierno, y que se había “infiltrado” en la seguridad de Perón.

Tal vez vivir con la amenaza cierta de un atentado mortal, o recalculando la intrasigencia inicial frente al gobierno de facto por maniobras de alianzas, algo que terminó ocurriendo con sus manejos explosivos entre derechas, izquierdas, sindicalistas, universitarios, nacionalistas y un largo -y peligroso- etcétera, por única vez confío el liderazgo, única vez en la historia del peronismo, “Al Dr. D. John William Cooke, Buenos Aires (...) Por la presente autorizo al compañero Dr. D. John William Cooke, actualmente preso, por cumplir con su deber de peronista, para que asuma mi representación en todo acto u acción política. En ese concepto su decisión será mi decisión y su palabra la mía (...) En él reconozco al único Jefe que tiene mi mandato para presidir la totalidad de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero, y sus decisiones tienen el mismo valor de las mías (...) En caso de mi fallecimiento, delego en el Dr. D. John William Cooke, el mando del Movimiento (...) En Caracas, a los 2 días del mes de noviembre de 1956 (...) Juan D. Perón” , un político peronista crítico de la burocracia sindical, y que escaparía del Penal de Río Gallegos, al año siguiente,  para reunirse con él vía Chile.  Aún Cooke no defendía en público que el peronismo era un camino al socialismo, claro.

Mis mejores ciudados de Viejo

Mientras el peronismo se debatía por el retorno vía elecciones, frente a la proscripción oficial, pasaban presidentes democráticos, Frondizi e Illia, y sus sendos militares golpistas, Onganía, Levingston y Lanusse. Era la dura época de la clandestinidad, de la política armada, de los “caños” (explosivos de fabricación casera), las huelgas, las tomas de fábricas, los conflictos sociales permanentes y las muertes anónimas ¿Pero qué hacía Perón? Tramaba denodadamente su retorno, el objetivo final de la resistencia peronista. Intentó volver en 1964, con la vista gorda de los españoles que no querían más problemas, y quedó detenido en Río de Janeiro con miles de militantes en las fronteras para iniciar una insurreccional huelga general. Pero no dejaba de tejer y destejer. Aparece en la revista Primera Plana de 1969, ya bajo el gobierno de la autodenominada Revolución Argentina que había consentido, “-Lanusse y el emisario de Perón, el cirujano Raúl Matera- se los vincula a la agitación -de la mano de Perón- con el anuncio de hechos políticos sorprendentes, como son los relativos al programa de alianza con caracterizados elementos del partido dictatorial (así llamaban el justicialismo), muchos de cuyos hombres se reincorporarían a la administración pública y hasta la clase pasiva de las Fuerzas Armadas” Son los vientos del fantasioso Gran Acuerdo Nacional de los militares más liberales, y menos antiperonistas, más díscolos neoperonistas y sindicalistas, que sueñan con un peronismo sin Perón.

A miles de kilómetros ese hombre vivía con las asiduas visitas de políticos, sindicalistas, funcionarios, ministros, y simpatizantes de todo el mundo, en la quinta de Puerto de Hierro de la calle Arroyo Fresno. Y esa hubiera sido tal vez su morada final de la vejez si la ambición, suya y de extraños, no lo empujaran nuevamente a Buenos Aires. Es que el viejo general había invertido vida, y ahorros, en la remodelaciones del antiguo paraje donde cazaban reyes. Volvamos otra vez a Eloy Martínez, tal vez el periodista que mejor conoció a Perón en sus últimos años, y una extensa descripción de los añorados días madrileños,  “Perón acostumbra a levantarse a las siete de la mañana. Le gustaba que el sol entrará sin remilgos en el dormitorio mientras él sintonizaba Radio Nacional de España y escuchaba el noticiero del amanecer… se acercaba luego a la mesa del desayuno y se servía una taza de té con leche, en la que mojaba un par de tostadas. Isabel entregaba entonces los diarios que recorría atentamente, con los anteojos calados. En las épocas tranquilas examinaba los programas de cine en buscar algún filme de acción. Le apasionaba sobre todo los westerns, pero jamás se fijó en quién era el director o que actores figuraban en el reparto… más tarde aprobaba o  rectificaba la agenda de trabajo que le proponía su secretario privado, -el nefasto organizador de la Triple A, una agrupación de derecha terrorista- José López RegaPeróninauguraba la mañana caminando, en la primeros tiempos recorrería los alrededores de la quinta, y daba vueltas por las avenidas de Madrid, después no se apartó casi nunca del parque… almorzaba una sopa, algún churrasco con ensalada, nada de vino… -relata Perón- me tiro un rato la cama pero no para dormir. Allí sigo revisando las cartas y los periódicos. Al levantarme tomo una taza de mate cocido. Nunca falta quien venga a verme por la tarde…aprovecho los ratos libres para leer o escribir incansablemente. Al anochecer, después de la comida,  escribo o veo televisión… me interesan los programas de noticias…nunca me acuesto antes de la medianoche. Con frecuencia recurro a yoga, eso me permite conciliar el sueño  en el acto”, detallaba su apacible rutina semanal Perón, y  que tanto extrañaría en privado a partir de su primer regreso en noviembre de 1972. A la vista en Madrid tenía un espléndido parque que en la Guerra Civil Española (1936-1939) los franquistas habían devastado,  salvo un centenario fresno, y que el general cuidó, y rodeó, de árboles argentinos como el algarrobo blanco. Bajo su sombra descansaba Canela, la leal caniche que aparece en varias fotos del destierro del general, “la pobrecita llevó tan lejos su fidelidad que dejó a la hija -Tinola- y la nieta -Puchi- para que me cuidaran”, recordaba acongojado un anciano general Perón, y que en sus caminatas matutinas sentía que “aún ladraba”

Fuentes: Eloy Martínez, T. Las memorias del general. Buenos Aires: Planeta. 1996;  Chiaramonte, J. El exilio de Perón. Buenos Aires: Sudamericana. 2017; Kryskowski, J.P. “La etapa nómade del exilio de Perón 1955/1956” http://redesperonismo.org/articulo/la-etapa-nomade-del-exilio-de-peron-19551956; Figallo, B. “El exilio de Perón en la España del tardo franquismo, 1960-1973” en http://cdsa.aacademica.org/000-006/482.pdf

Fecha de Publicación: 21/10/2020

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