Ser Argentino. Todo sobre Argentina

Papa Francisco. El futuro está en la periferia

El primer Papa latinoamericano y jesuita llegó al Vaticano para hacer lío. Un argentino que brega sin anillos, ni sotanas de oro, por las tres T: Tierra, Techo y Trabajo.

El argentino Jorge Bergoglio, el Papa Franscisco, dijo un histórico 13 de marzo de 2013, ante una atestada Piazza San Pietro en el Vaticano, empapada de una fina y refrescante llovizna, “¡Fratelli e sorelle, buonasera! Ustedes saben que el deber del Cónclave es dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo”. El humo blanco saliendo de la Capilla Sixtina, seña de esperanza. Con vientos de cambio concibió Francisco una revolución en la institución milenaria, con el objetivo claro de una “Iglesia en salida”, que busca reconectar a sus fieles y convocar a nuevos. Francisco ha hecho 33 viajes en los que visitó 53 países de cuatro continentes, a la espera del viaje que el año pasado debió suspender por la pandemia a Papúa Nueva Guinea. O la designación de la mayor cantidad de cardenales no europeos en dos mil años. Francisco, fiel a su estilo de un hombre preocupado por su tiempo y la comunidad integral, ha sido la voz de la paz en los conflictos desde Medio Oriente a Asia, y la razón de los que menos tienen desde África a Latinoamérica “¿Puede un católico hacer política? ¡Debe! ¿Puede un católico comprometerse con la política? ¡Debe!” Para el Papa, un verdadero Papa Pastor que predica con el ejemplo, la política es una herramienta de justicia social. Amén.

 

 

El pontificado de Francisco I, en homenaje a San Francisco de Asís, admirado por “su sencillez y su dedicación a los pobres”, radica primordialmente en los pequeños grandes gestos de humildad y austeridad, arrancando con la residencia en la sobria Casa Santa Marta y no en los palacios apostólicos “La verdadera revolución ha sido vivir acá” exclama la máxima autoridad eclesiástica del mundo, con 1400 millones de fieles. Para los azorados visitantes a los apacibles jardines adyacentes a la Basílica de San Pedro, que muchas veces el Papa cuida con sus propias manos, explica que su misión se basa en cuatros ejes: El tiempo es superior al espacio, la unidad prevalece sobre el conflicto, la realidad es más importante que la idea y el todo es superior a la parte. Allí quien fuera el arzobispo de Buenos Aires encuentra que "puede ser un genuino camino hacia la paz dentro de cada nación y en el mundo entero…porque nadie de salva solo", en una cita de Hernán Reyes Alcaide en www.telam.com. Fuertemente influenciado por la educación jesuita, y las ideas de la filósofa argentina Amelia Podetti, una fuerte reivindicación del tercermundismo, en dichos de Francisco, “El cambio viene de abajo…Siempre pensé que uno ve el mundo más claro desde la periferia, pero en estos últimos siete años como Papa, terminé de comprobarlo".

Los Bergoglio eran la típica familia de primera generación de inmigrantes, que habían tenido un excelente pasar en Paraná con una empresa de pavimentos, pero la crisis del treinta obligó a Mario José a mudarse a Buenos Aires. Aquí abrió un almacén en el barrio porteño de Flores, conoció Regina Sívori y tuvieron cinco hijos, el primogénito nacido el 17 de diciembre de 1936, Jorge Mario, futuro Santo Padre. En la vieja casa de Membrillar el 500 la figura dominante era la abuela paterna Rosa, colaboradora de Acción Católica, y que enseñó a Jorge a rezar y lo llevaba a los oratorios. Entre vidas de santos, la pelota en los adoquines y los primeros amores, Bergoglio estudió en la E.N.E.T. N°27 "Hipólito Yrigoyen", donde obtuvo el título de técnico químico. Pero una tarde que debía encontrarse con unos amigos, Jorge nunca llegó al picnic, llamado por la vocación en la Iglesia de San José de Flores. Decidió abandonar el ingreso a la carrera de medicina y en 1958 optó por el noviciado, primero en Villa Devoto, y luego en Córdoba con los jesuitas, “me impresionaron tres cosas de ellos: su carácter misionero, la comunidad y la disciplina. Y esto es curioso porque soy un indisciplinado nato, pero su disciplina y su modo ordenar el tiempo me impresionó mucho”, comentaba en 2013 a un medio italiano, y recordaba las salidas a catequesis en barrios periféricos, pobres, de la Córdoba suburbana. Pasaría luego a Chile para profundizar los estudios humanísticos en Letras, leyendo griego y latín con asombrosa fluidez, y volvería a la Argentina a fin de estudiar Filosofía y Teología en el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús. Una seria afección pulmonar, que le cercenó parte del órgano, alejó los proyectos de misionar en Japón pero la nueva realidad política de un continente convulsionado en los sesenta, y el reformismo social de la Iglesia, motivaron a involucrarse en las corrientes cercanas a movimientos populares como el peronismo y los sacerdotes del Tercer Mundo-Teología del Pueblo. En 1964 Bergoglio inicia una larga carrera docente, signada por la voluntad de despertar la curiosidad y la inquietud en el alumnado, en el Colegio de la Inmaculada Concepción en Santa Fe. En 1966, docente de letras del Colegio del Salvador, invitaría a Jorge Luis Borges para unas conferencias.

Bergoglio en la dictadura

Fue ordenado sacerdote a los 32 años, el 13 de diciembre de 1969, y  su primera tarea fue como maestro de novicios en Córdoba. Pocos años después se lo designaría Provincial de Argentina de los jesuitas, el cargo mayor del orden, y que ejerció durante seis años en la etapa más oscura de la Argentina reciente. Sobre todo para Bergoglio que ya era un pastor de parroquias y un teólogo de la religiosidad popular. En esta tarea de relevancia vislumbraba algunos lineamientos del impensado allí pontificado, el gradualismo enfrentado a los reaccionarios y a los progresistas, lo que hace que a veces sea visto como conservador; “La salud, el trabajo, el pan, el entendimiento familiar; y para la Patria, la paz”, decía en 1973, al igual que en 2021; y la tarea de unidad en aras de apaciguar conflictos y crear un todo superador. Profundos cambios organizacionales en la estructura jesuita, que incluyeron la modernización en la formación de curas y transformar en laica a la Universidad del Salvador, hacen que Bergoglio gane enemigos que eclosionaron luego del golpe de Estado de 1976. Pocos días antes el sacerdote había mudado la curia de la Compañía de Bogotá al 3000, en el porteño Caballito, a San Miguel, protegiendo a perseguidos uruguayos.

El 23 de mayo de 1976 en la parroquia de Bajo Flores, Orlando Yorio y Francisco Jalics, dos jesuitas de una comunidad de base, ligados al trabajo social y a las organizaciones de lucha revolucionaria, enfrentados al Provincial Bergoglio, fueron secuestrados por 50 infantes de la Marina y trasladados a la Esma- Ex Centro de Tortura y Desaparición, en avenida Libertador. Aparecerían meses después en una descampado bonaerense de Cañuelas, salvajemente golpeados y lacerados. Los curas afirman que salvaron sus vidas por la condición de hombres de Fe. Al padre de Jalics lo habían matado los nazis. En la declaratoria del 8 de noviembre de 2010 en la causa judicial de la Esma, cuatro horas frente el abogado de la querella, Luis Zamora, el entonces arzobispo de Buenos Aires Bergoglio, respondió, “me reuní dos veces con el comandante de la Marina Massera. La primera me escuchó y me dijo que iba averiguar. Le dije que los padres no tenían nada que ver en nada raro. Y quedó en  contestar.  Como no contestó, un par de meses pedí una segunda entrevista, además de seguir otras gestiones. Yo estaba casi seguro de que los tenían ellos. La segunda entrevista fue muy fea, no llegó a los 10 minutos. Yo lo dije, mire Massera, yo quiero que aparezcan. Me levanté y me fui”. Finalmente el juez Germán Castelli en marzo de 2013 no imputó formalmente Bergoglio, en el mismo mes que era designado Papa. Lo cierto es que aún sus actuaciones siguen generando polémicas con la acotación que también las casas de los jesuitas, por orden del Provincial Bergoglio, resultaron refugio de muchos perseguidos de un régimen genocida.

Los cambios en Roma promovidos por Juan Pablo II en la Compañía de Jesús, que prefería a los de la orden en los conventos antes que en el barro de la pobreza -una influencia del tercermundista padre Arrupe, otro de los sostenes del Código Francisco, como llama a su filosofía el periodista Marcelo Larraquy-, originaron un progresivo declive de Bergoglio, que fue desplazado del alto cargo en Buenos Aires, y apartado de sus cátedras. Vivió en el Colegio del Salvador, entregado a la escritura, “Meditaciones para un religioso” y “Reflexiones espirituales”, y en 1990 se lo confinó al barrio Pueyrredón de Córdoba, en una puja de poder entre los jesuitas -y agravadas cuando en sus cursos recomendaba “La Comunidad Organizada” de Juan Perón. A los 54 años retornó a las mismas habitaciones, y los mismos barrios pobres, que vieron sus primeros pasos pastorales.

Cuando parecía que terminaba, recién estaba empezando

“El mejor teólogo de la Argentina” lo presentó en 1989 el Arzobispo de La Plata, monseñor Antonio Quarracino, que luego de sus peleas con el presidente Alfonsín, pasaba del progresismo posconciliar, afín a Bergoglio, a una erigirse de las voces más retrógradas y conservadoras de la década del noventa, apoyando los indultos a los militares condenados por crímenes de lesa humanidad o proponiendo que los homosexuales sean encerrados en una isla. A principios de 1991, Quarracino y el nuncio en Argentina, Ubaldo Calabresi, movieron sus influencias para sacar del ostracismo a Bergoglio y sería una segunda vida para el sacerdote. El Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo titular de Auca y Auxiliar de Buenos Aires el 20 de mayo de 1992. Ese mismo año fue nombrado Vicario Episcopal de Flores, el barrio de los primeros rezos y los festejos de su querido club, San Lorenzo. En 1993 fue nombrado Vicario General de la Arquidiócesis de la Ciudad y en 1997 el Papa lo nombró Arzobispo Coadjutor. El 28 de febrero de 1998 tras la muerte del cardenal Quarracino, asumió la conducción pastoral del Arzobispado.

Si hasta ese momento se mantuvo en un discreto segundo plano, si bien fue organizador de los “curas villeros” que proliferaron en los noventa, a medida que se aceleraba la degradación social y económica, en la primera homilía del 25 de mayo de 1999 saltó a la yugular del presidente Menem, “si no apostamos a una Argentina donde estén todos sentados a la mesa…entonces terminaremos siendo una sociedad camino al enfrentamiento…la sombra de una nube de desmembramiento social asoma en el horizonte”, algo que lamentablemente explotaría en diciembre de 2001, con decenas de muertos y millones de víctimas, casi un 60% de pobres hijos e hijas del modelo neoliberal. Al frente de la Conferencia Episcopal Argentina mantuvo una relación tirante con las presidencias Kirchner y Cristina Fernández, en especial debido a que varios puntos surgidos en el “Diálogo Argentino”, a instancias de Bergoglio en 2002, terminaron como logros del kirchnerismo. Tampoco el presidente Macri contaba con el agrado ideológico del ya Papa Francisco.  Además con el líder del PRO se agregaban grietas doctrinarias, leyes contrarias a las creencias de la Iglesia aprobadas por el antes Jefe de Gobierno de Buenos Aires, la legalización del aborto no punible (2012) y el matrimonio igualitario (2009).

En abril de 2005 estuvo a las puertas de reemplazar a Juan Pablo II, contando sorprendentemente con la mayor cantidad de votos entre los obispos de todo el mundo, pero las “brevas no estaban maduras”, y la designación favoreció al alemán Benedicto XVI. Quizá estaban al tanto de la famosa declaración de la Conferencia de la Aparecida de San Pablo en 2003, donde el arzobispo Bergoglio apostaba por una fe misionera, combatiendo la exclusión social por los “descartados”, y “una Iglesia en salida, hacia la periferias sociales, existenciales, geográficas”. En diciembre de 2011, con 75 años, presenta su renuncia a la titularidad del cuerpo episcopal y al arzobispado de Buenos Aires. Durante 2012  fue despidiéndose de los colaboradores de las organizaciones sociales como La Alameda, activa frente a la droga y la explotación de personas, y la Pastoral Villera. Monjas preparaban una pequeña habitación en el Hogar de Sacerdotes Ancianos de Condarco al 500, a escasas cuadras de la casa de la niñez de Membrillar. A Jorge lo esperaba Roma. Y “la dulce y confortadora alegría de evangelizar”.