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Buenos Aires - - Sábado 30 De Septiembre

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Nunca Más. El libro que cambió un país.

Cuando el 20 de septiembre de 1984 Ernesto Sábato entregaba el informe de la CONADEP dos cuestiones se modificarían para siempre en la Argentina. Nunca Más se buscaría justicia fuera de las instituciones. Nunca Más se dejaría la búsqueda de la Verdad.

Historia

Desde un principio la publicación del “Nunca más: informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas” se transformó en una pieza histórica, materia prima en el Juicio a las Juntas Militares. Un antes y después en cómo interpretarnos, cómo leer el pasado y el presente,  que lleva varias ediciones, cada vez más polémicas en sus prólogos, y superando el millón de ejemplares, gran porcentaje de tirajes populares. La traslación urgente de los testimonios de los crímenes de lesa humanidad del Terrorismo de Estado entre 1976 y 1983, en una novedosa terminología que también impuso, sirvió con fines imprevistos para sus impulsores, el gobierno del presidente Alfonsín y su política de derechos humanos, que proponía a una mirada conclusiva, conciliadora y superadora. Y, contrario, lo que precisamente explotó en el trabajo de la Conadep de menos de un año, largamente excedido de su rol de mero canal de la Justicia, fue demostrar con inapelables pruebas que existió un plan criminal y sistemático del gobierno militar, que rechazaba excesos de individuos, hablando de complicidades castrenses y civiles, estatales y privadas. Que originalmente serían negadas en papel, no había nombres de represores ni involucrados, pero que una lectura atenta del informe final de los 8961 casos registrados de víctimas promovía lo contrario; de allí que abrieran puertas insospechadas a la persecución de Verdad como movilizador político de la sociedad a partir de 1983, sea de las víctimas de la dictadura, sea de la voladura de la AMIA, el incendio de Cromañón o el incidente Nisman. Y que los argentinos, con una larga trama de justicia fuera de la justicia, finalmente aprendiéramos en valorar las instancias institucionales, desde pedidos de informes a los vapuleados legisladores a recurrir a los tribunales desprestigiados a diario, y acatáramos sus dictámenes y resoluciones. Ese es el legado republicano que se fundó un 20 de septiembre de 1984 con el escritor Ernesto Sábado entregando al presidente Alfonsín las 500 páginas más importantes de la Argentina reciente.

Los orígenes de este texto, y sus orientaciones, se hallan mucho antes a la asunción de Alfonsín el 10 de diciembre de 1983. A partir de 1980 se sucedían las denuncias a las violaciones de los derechos humanos, desde los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a los reclamos judiciales de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos –clave en la posterior Conadep- y el Centro de Estudios Legales y Sociales, que serían reafirmadas con el Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel, que presidía el Servicio de Paz y Justicia, y las inocultables rondas de las Madres de Plaza de Mayo.  Los partidos políticos reclaman “antes que sea tarde” que el gobierno de facto informe sobre el paradero de miles de personas, mientras que el dirigente radical Ricardo Balbín ya hablaba de “desaparecidos” En este marco los teóricos judiciales del futuro presidente Alfonsín, Jaime Malamud Goti y Carlos Nino, con la experiencia europea de los juicios a jerarcas nazis y dictadores, proponían un equidistante punto intermedio entre la ley de talión, que sostenían los organismos de derechos humanos con el “Juicio y castigo a los culpables”, y la voluntad de olvido, que los mismos militares, y no pocos políticos y sindicalistas, propugnaron en decretos inconstitucionales antes de la salida de los golpistas de la Casa Rosada. Aquí el inicio de la tantas veces cuestionada “Obediencia debida”, que inculpaba solamente a los cúpulas y a quienes se “excedieron” Esta decisión controvertida, que no renegaba el deseo de Alfonsín de condenar el “genocidio”, otra palabra popularizada en el “Nunca Más”, tenía un contexto que lo justificaba y era la extrema debilidad de su mandato, espoleado por militares y peronistas. También otro objetivo de los teóricos, no muchas veces reconocido al apelar a tribunales civiles finalmente, era que los mismas Fuerzas Armadas participaran en el proceso de democratización y evitar futuras revueltas militares. Que fueron una constante desde el mismo momento que se hizo público el informe, se habló de tanques en movimiento en la Panamericana la noche de septiembre de 1984, hasta los indultos del presidente Menem.  

 

Nunca más y los orígenes de la Verdad: la voz de la sociedad

Otra cuestión que influenciaría en el informe, y el trabajo, de la Conadep  sería la continuación de una  línea de pensamiento y que se remontaba al análisis de la dirigencia sobre la violencia política de los setenta. La célebre y cuestionada Teoría de los Dos Demonios, que recién sería criticada abiertamente al año siguiente de publicado el “Nunca Más” por Osvaldo Bayer y la Madres de Plaza de Mayo “Argentina fue barrida por la violencia y nuestra sociedad fue ahogada por la tenaza del terror. Por un lado, el intento de cambiar la sociedad transformado en terrorismo. Por otro lado, el intento de preservar la sociedad, convertido en Terrorismo de Estado. Entre uno y otro, el derecho a la vida, a la integridad física y a la libertad fue destruido”, sentenciaba el candidato Alfonsín en julio de 1983. El doctor se cuidaba sin embargo en adelantar cómo serían enjuiciados los responsables de estos actos aún impunes y ocultos. Entre uno y otro, lo que quedaba era una sociedad inocente, cristalizada en los desaparecidos “Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extrema izquierda como de la extrema derecha, fenómeno que ha ocurrido en otros países”, aparece en una de las construcciones más citadas y discutidas del “Nunca Más”. Otro tema, que tampoco es demasiado mencionado, es que esta teoría resultaba funcional al proyecto del alfonsinismo, que se veía superador de estos demonios y sus contextos sociohistóricos, en un soñado tercer movimiento popular que dejaba atrás al peronismo, los militares y hegemonías económicas.  La caída a pedazos del Austral en 1987, hiperinflación como signo del mandato radical, y el fortalecimiento del peronismo, que con ¿distintos? matices y pocos intervalos se mantiene en el poder desde 1989, son las lecciones a aprender en los cursos de política contemporánea.

Volviendo al “Nunca Más”, paradójicamente después de la oración citada aparece “No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor al combatido”, exponiendo una valoración moral que instigaría a todo menos a la conciliación, o una solución atemperada. Desde la asunción Alfonsín buscó bajar los decibeles a la politización y exigencias de los organismos de derechos humanos, que se retroalimentaban en el “show del horror” que los medios irresponsablemente usufructuaban, e ideó una comisión de expertos, al estilo norteamericano –son curiosas varias intervenciones de legisladores radicales justificando este tipo de comités en éxitos en determinar parques nacionales en Estados Unidos-, o con un cercano caso boliviano en la cuestión de los derechos humanos, que fue un rotundo fracaso. La disyuntiva durante días fue la comisión bicameral, política y de consenso vía electoral, o un comité, técnico y acotado. Justicia popular o Justicia limitada. Al fin, para evitar una comisión de legisladores que se pensaba iba a castigar a las fuerzas armadas a priori, se decide en conformar una comisión de notables con el escritor Ernesto Sábato (designado presidente por sus pares), el abogado Ricardo Colombres, el médico René Favaloro (renunció en desacuerdo por no investigar los crímenes de la Triple A, aunque otros aseguran que fue por sus relaciones amistosas con los militares), el ingeniero Hilario Fernández Long, el pastor Carlos T. Gattinoni, el matemático Gregorio Klimovsky, el rabino Marshall T. Meyer (quien supuestamente sugirió el título Nunca más, inspirado en los sobrevivientes del ghetto de Varsovia), el monseñor Jaime de Nevares, el filósofo Eduardo Rabossi, la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, y los diputados Santiago López, Hugo Piucill y Horacio Huarte. Entre sus secretarios estaba Graciela Fernández Meijide. Varias organizaciones de derechos humanos declinaron participar, menos la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, aliada a Alfonsín, y que tenía varios integrantes en el flamante organismo “La Conadep no era una organización que había elegido el pueblo”, sostenía la presidente de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, “sino que un era un aparato que creó Alfonsín para ganar tiempo…habíamos hecho muchas marchas, por la Vida, por la Libertad, y era una manera, después de que habíamos crecido…de volver otra vez a una lucha individualista” Tampoco participó el Nobel de la Paz Pérez Esquivel, que solicitaba que se juzgue a los estratos militares sin distinciones y en cámaras comunes. Incluso dentro de la Conadep había disenso y Fernández Meijide, madre de un detenido-desaparecido, se lamentaba que se limitara a la desaparición de personas la acción de la entidad, algo que impedía el juicio político a los responsables del Terrorismo de Estado.

En el decreto presidencial número 187 que instituye la Conadep, del 15 de diciembre de 1983,  se establecía que sus funciones eran recabar pruebas y testimonios a remitir a la Justicia, averiguar el destino de las personas mencionadas e hijos sustraídos, denunciar intentos de ocultamiento y destrucción de documentos y elevar un informe a un plazo de 180 días. Y, sobre todo, que el “análisis del pasado no sustrajera los esfuerzos a afianzar la convivencia democrática”  Iniciadas sus tareas el 22 de diciembre en el segundo piso del Centro Cultural San Martín pronto se comprendió que el propósito de encorsetar la voz de la sociedad iba a fracasar. La Conadep se transformó en un hervidero de denuncias y operaciones, con sus integrantes tomando testimonios y recorriendo los centros de detención clandestinos, llegando al Uruguay en su búsqueda, o incentivando las presentaciones espontáneas a través de flashes audiovisuales en medios nacionales. Allí sí participarían muchos organismos de derechos humanos conformados por familiares, reticentes al comenzar las tareas del Conadep, y aparecerían sobrevivientes, “en el límite de lo decible”, que de los escasos doce que contaban los asociaciones de derechos humanos, alcanzaron los dos mil en un  par de meses.  Para sistematizar la información, se decidió privilegiar los testimonios, lo que a la larga sería el sostén de las denuncias de la Justicia sobre un plan sistemático de secuestro de personas –y robo de bienes-, y, también como algo no dicho que influenciaría en desmoronar el rumbo gubernamental, permitir la identificación de los responsables. O sea, el camino de la Verdad que aún resuena en los tribunales. Tal ingente labor, que se acumuló en 50 mil páginas, y que disparó una causa que se calcula pesa tres toneladas en los archivos judiciales, motivó que el presidente Alfonsín a regañadientes extienda el plazo de entrega del esperado informe. Mientras tanto se sucedían las amenazas a los integrantes de la Conadep atacados por “subversivos”, a medida que adelantaban los horrores con que asolaron los militares la nación a partir del 24 de marzo de 1976.   

 

Nunca Más: un adelanto por TV para dos millones de argentinos

En un clima de agitación social, y cuestionamiento desde las fuerzas de seguridad, en junio se decidió realizar un programa televisivo, con la producción de Ruiz Guiñazú y Gerardo Taratuto, que además de integrar el área legal de la Conadep, era dramaturgo y realizador televisivo. Grabado el 30 de junio de 1984, en los estudios de canal 13, motivó una guerra de nervios, con un Alfonsín negociando segundo a segundo con militares, y éstos que se amotinaban en Córdoba. Hasta el último minuto hubo real peligro que no se difunda, Sábato amenazó en renunciar, pero salió al aire el 4 de julio a las 22, dentro del programa “Televisión Abierta” conducido por Sergio Villarroel. Tras una presentación del ministro Tróccoli, que insistía en la tesis de la violencia cruzada, sociedad inocente, se escuchó una voz en off: “¿Dónde están?” Nada fue igual para los dos millones que vieron la emisión en sus casas y la reprodujeron, comentando, en cada ámbito familiar y laboral, por semanas. Una detallada presentación de los avances del informe de la Conadep cedió paso a desgarradores testimonios de familiares y sobrevivientes. Sin identidades políticas.  Al cierre, Sábato  consideró que eran “actos demoníacos” y que en ningún momento se pretendió “elogiar a la subversión…-que el propósito de la Conadep- era examinar e indagar los crímenes cometidos bajo el gobierno de facto” Fue la primera vez que públicamente se reconocían los horrores desde una tutela estatal pero, asimismo, extendió socialmente la demanda de justicia al castigo; algo fuera de los planes del alfonsinismo para los fines de este comité técnico. Unos 1300 oficiales aparecían involucrados en la desaparición forzada de personas, con datos que indagaban otras cuestiones, como que la mayoría de los desaparecidos eran obreros o asalariados, el 21% eran estudiantes, un 11% profesional, y un 5% niños, entre los casi 9000 investigados. Además se advertía que persistía un gran número de víctimas del Terrorismo de Estado que difícilmente se registren alguna vez por miedo, en los primeros meses de la democracia, o autocensura, por temor al escarnio público –de allí una razón de la decisión  de, en los estertores del “no te metás”, ocultar las filiaciones políticas.

Durante agosto se procedió a la redacción final, dividida entre los integrantes de la comisión, que en vez de presentarlo como un informe lato, buscó un estilo narrativo centrado en el testimonio. Taratuto se encargó de darle un estilo unificador al texto que, sin grandes adjetivaciones, describe la secuencia del secuestro, la tortura y la desaparición de los casos citados. También se incluyeron planos y fotografías de los centros de detención y tortura clandestinos mientras no afecten la “sensibilidad”, ya que se pretendió que tenga un masivo alcance y tirada. Pese al pedido de la mayoría de las organizaciones de derechos humanos, y a solicitud de presidencia, no se mencionaron a los represores. Según Emilio Crenzel, los integrantes estuvieron rápidamente de acuerdo con el título del “Nunca Más”, en la certeza que darían a conocer un texto fundamental de la Argentina del siglo XX.

Setenta mil personas asistirían a Plaza de Mayo el 20 de septiembre de 1984 a la entrega pública del informe en Casa Rosada. Fue la única vez que todos los miembros del Conadep participaron de un acto del Nunca Más. Una vez que Sábato pasó el trabajo al presidente Alfonsín arrancaba  “después de la verdad, ahora la justicia”, que derivaría en la Juicio de las Juntas en 1985. Un día después, la presidencia dispuso que la Editorial Universitaria de Buenos Aires se encargara de la edición, aún hoy responsable desde la primera versión presentada el 28 de noviembre de 1984, y que tuvo incluso una masiva edición en fascículos con collage de León Ferrari en 1995, el año que se introdujo en la currícula de la educación media porteña. Sigue siendo una pieza candente de cómo interpretar el pasado, y cómo encarar la construcción de la verdad compartida, tal cual lo demuestra la polémica con el nuevo prólogo de 2006, que cuestionaba la teoría de los demonios aunque ahora, en la presidencia Kirchner, “extiende el Nunca Más de los crímenes de estado hacia la desigualdad social. Pese a ello, como el prólogo original, no historiza la violencia política y el terror de estado y las responsabilidades que se conjugaron en su ejercicio, y reproduce, desde una mirada inversa, pero también totalizante, la relación de la sociedad argentina con esos hechos”, anota Crenzel. En 2016, a 40 años del golpe, se presentó una nueva edición del libro, esta vez sin el prólogo de una década atrás, con una dura discusión entre el gobierno del presidente Macri y los organismos de derechos humanos.  La voz de la sociedad, la autonomía de un pueblo que persigue Verdad y Justicia, sigue latente en sus páginas.

 

Fuentes: Nunca más: informe final de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Eudeba: Buenos Aires: 1984; Crenzel, E. La historia política del Nunca Más. La memoria de las desapariciones en la Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI. 2014; Franco, M. La teoría de los dos demonios en la primera etapa de la posdictadura en “Democracia, hora cero”. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 2015; Bonafini, H. Historia de las Madres de Plaza de Mayo. Buenos Aires: Documento Página/12. 1995

Imagen: Ministerio de Cultura Argentina

Fecha de Publicación: 20/09/2021

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