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Ni fuerte ni ciudad

3 de Febrero de 1536: Primera fundación de la Ciudad de Buenos Aires.

3 de Febrero de 1536: Primera fundación de la Ciudad de Buenos Aires

Dicen que, en su primera fundación, la intención no era que Buenos Aires fuera una ciudad: según algunos historiadores, se trataba tan solo de construir un fuerte que sirviera como punto de defensa estratégico. Pero las cosas no salieron como estaban planeadas: ni fuerte ni ciudad pudieron sobrevivir al primer intento.

El 3 de febrero de 1536, don Pedro de Mendoza llegó a nuestras costas y fundó la Santísima Trinidad y el puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires. ¿Dónde fue, exactamente, esta primera fundación? No se sabe con certeza. La Boca, Parque Patricios y Parque Lezama son algunas de las teorías.

Sin embargo, la aventura duró poco: los ataques de los indios Querandíes, la falta de alimentos y la aparición de enfermedades obligaron a los conquistadores a abandonar el lugar. Pasaron más de 40 años hasta que Juan de Garay llegó con el mismo objetivo: el sábado 11 de junio de 1580, fundó definitivamente Buenos Aires. Y, en este caso, la segunda fue la vencida.

Ulrico Schmidl, primer historiador del Río de la Plata

Poco sabía Ulrico Schmidl lo que le deparaba de este lado del mundo cuando decidió embarcarse en una odisea capitaneada por un tal don Pedro de Mendoza. Se trataba de un mercenario que trabajaba para la Casa Bancaria Welser y se unió a Mendoza en busca de oro y plata como parte de esa casa bancaria que les prometía un porcentaje de las ganancias.

Schmdl fue testigo del momento en que Pedro de Mendoza ordenó que se levantaran un conjunto de casas de adobe y paja, en la que – para algunos- fue primera fundación de Santa María del Buen Ayre. Allí levantó un pequeño núcleo fortificado por una cerca de troncos espinillo y ñandubay. Meses después de dicha fundación, una expedición de españoles se enfrentó con los indios en la desembocadura del Río Luján y con posterioridad estos incendiaron las humildes construcciones y algunas embarcaciones.

La expedición de Ulrico por las américas duró veinte años y a su regreso escribió las crónicas de conquista más detalladas de las que haya registro. Lo novedoso de esta publicación, entre otras cosas, es que en esa época las crónicas de conquista eran escritas por los mandos jerárquicos - capitanes a cargo de las expediciones, sacerdotes, frailes. Pero Schmidl, apenas un soldado más, fue en el Río de la Plata la excepción a la regla: su nivel de ilustración – se sabe hoy que Ulrico poseía una gran biblioteca que lo encaminó a este relato - le proveyó de los recursos para registrar su mirada sobre estas latitudes.

Como decíamos previamente, Schmidl era un mercenario extranjero que se unió a la expedición con el único objetivo de obtener ganancias económicas. Esta extranjería entre los expedicionarios fue lo que le dio la libertad para correrse del relato prototípico oficial y colonizador. Por eso es que sus crónicas siguen siendo de gran interés aun en el siglo XXI. Ulrico imprime en su relato una mirada más auténtica y honesta sobre lo que pasó durante la conquista de las américas y eso es lo que lo hace único e intrigante. Por ejemplo, luego de la muerte de Atahualpa (último soberano Inca) los conquistadores llevaron a España un gran tesoro: miles de kilates, la mayor cantidad de oro que jamás había llegado desde América. Este antecedente ocasionó que se creyera que las ganancias de esta expedición serían mucho mayores de lo que en realidad fueron. Y esto es lo fantástico del relato de Ulrico, él narra con maestría la decepción que vivieron los expedicionarios al no obtener ese sueño material. La aparición del fracaso en un relato de conquista es lo que reviste mayor interés en quienes analizaron las crónicas de Ulrico Schmidl, (entre ellos el mismísimo Bartolomé Mitre) es lo que le aporta un condimento especial nunca visto hasta ese momento y nos ofrece a los argentinos una mirada - un poco - más auténtica de cómo se vivió la conquista.

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