Veterano de Guerra de Malvinas. Un distintivo que enorgullece a cualquier hombre que estuvo en el Conflicto del Atlántico Sur. Y también a las mujeres, nuestras veteranas reconocidas hace escasos años. Por mucho tiempo fueron borradas y silenciadas, una gran parte no dicha de la campaña de desmalvinización que se impuso apenas se escuchó el último disparo en Puerto Argentina. De los 12 mil argentinos que fueron movilizados se estima que unas 300 mujeres se desempeñaron activamente en enfermería, logística y diplomacia. “Quiero que quedamos en la Historia”, comentaba la profesional de la salud Silvia Barrera, la condecorada veterana argentina, “Todos deben saber quiénes fuimos, quiénes somos. Soy re-feminista, mi pelea es defender el rol de mujer…¿Viste por ejemplo a Juana Azurduy, generala? Después de ella, en la historia, venimos nosotros”, recalca una de las primeras compatriotas que recibieron grado militar desde la Independencia. Las mujeres de 1982 siguieron la senda malvinera de las primeras que fluye a través de la reina tehuelche María, la negra Carmelita, la intrépida Antonina y la esposa del Comandante Vernet, María, brava adelantada en la Hermanita Perdida, “cada día adquiero fuerzas cuya falta es mi única enfermedad “, rezaba quien fue la primera americana que bautizó a un retoño Malvina.
El primer intento de poblar las islas no fue español ni inglés. Fue francés. Tal la empresa de Louis Antoine de Bougainville, que en 1764 fundaría el Puerto de San Luis, en la bahía Berkeley de la Isla Soledad, con 29 personas, muchas canadienses, y entre ellas, cinco mujeres y tres niños. Este sería el primer núcleo permanente de las Malouines, que ya se usaba popularmente para denominar los archipiélagos trabajados por los marinos del puerto de St. Malo. Pero fueron seis mujeres documentadas, en verdad, las que primero pisaron las islas. Porque Bougainville, aficionado a la botánica y zoología, tenía un amanerado ayudante Garé, que no era otro que una valiente muchacha de Borgoña que se hacía pasar por hombre para vivir. Esto lo descubrió el capitán galo en Tahití, en medio del viaje alrededor del mundo de más de dos años, tras dejar las Malvinas a los españoles, legítimos dueños coloniales, en 1767. La rebelde Garé es entonces la primera mujer que dio vuelta al orbe.
La negra Carmelita y la mestiza Antonina, criollas de ley en Malvinas
Pasarían muchos años hasta que la segunda tentativa seria de poblar las Malvinas se efectúe con el empuje de Luis Vernet, un visionario empresario de Hamburgo que solicitó autorización al gobierno patrio, a fin de explotar la pesca y la cría de ovinos y caballos. El 10 de junio de 1829 se lo designa Comandante Político y Militar de las Islas Malvinas, con autoridad hasta el Cabo de Hornos, y realiza, en sus prerrogativas, los primeros casamientos civiles de la Argentina. Casó a un capataz negro, Antonio, y a María del servicio doméstico, y también a Gregorio Sánchez, almacenero porteño, con la santiagueña María Enríquez. Por otra parte, Vernet fue el responsable de entablar relaciones diplomáticas con los tehuelches en la bahía de San Gregorio, cerca de la boca de Magallanes. El objetivo era establecer un nuevo puerto –que hubiese cambiado radicalmente la discusión de la soberanía con Chile. Esta tribu tenía de cacique a María, quien fue invitada con los honores de una reina a pasar quince días en Puerto San Luis. Acordaron avances en la Patagonia, indios y criollos, que los cañones de los norteamericanos y la usurpación de los ingleses truncaron definitivamente en 1833.
Los sucesivos censos de los conquistadores británicos dejaron testimonio de las valerosas mujeres argentinas que, además de las inclemencias de la región, padecieron los años caóticos que enmarcaron la ocupación. Huyeron asustadas durante el pillaje de los norteamericanos en 1831, y en 1833, escaparon de la jornada de terror del gaucho Antonio Rivero, escondiéndose a veces hijos a cuestas, en la desolada inmensidad. Es el caso de Carmelita, negra, arribada a Malvinas en 1824, que apenas sobrevive al espanto desatado por Rivero y se casa, al poco tiempo, con un tal Penny –aún los restos de Puerto San Luis señaliza la casa de Penny- Los hijos de Carmelita eran naturales de los gauchos que tanto sorprendieron a Darwin. La mestiza Antonina Roxa es otro caso ejemplar ya que desde 1830 era la “único médico (sic) y partera”, debido a sus conocimiento de curandera y comadrona. Tuvo una posición económica independiente, acompañó a los ingleses a Port Stanley/Puerto Argentino, y gozaba de un enorme respeto de la comunidad, vestida a lo gaucho, algo que la salvó del caos en 1833. Además, andaba con la escopeta bajo el brazo y gansos y conejos sujetados con el otro. Quizá es la primera mujer argentina que se divorció en 1838. En Hope Place, donde se asentó para casarse con el saladero argentino Pedro Varela, la encontró el capitán norteamericano Parker Snow hacia 1860, quien señaló que “si alguien quiere saber de los antiguos colonos de la isla, Antonina y Carmelita deben buscar”. Ellas, pasado y futuro criollo en Malvinas.
“Fuimos mamá, papá, hermanos”
En otra de muestra de la incompetencia militar de los altos mandos argentinos en 1982, solamente en las últimas semanas se dieron cuenta que precisaban instrumentadoras quirúrgicas en la apremiante atención de los heridos. Por aquel entonces era una profesión exclusivamente femenina. En la primera semana de junio, en la reconstrucción de Agustín Gallardo, el director del Hospital Militar pidió once voluntarias entre las jóvenes egresadas. Solamente se presentaron seis. El 9 de junio estaban listas para viajar a Río Gallegos y, en helicóptero, al Almirante Irízar, el rompehielos convertido en hospital flotante. “Estaba cagada en las patas, por la incertidumbre de no saber a dónde íbamos, pero muy ilusionadas con ayudar y participar”, refería a Gallardo, María Marta Lemme. Ella con Barrera, Susana Maza, Norma Navarro, María Cecilia Richieri y María Angélica Sendes estaban por cambiar la historia de las fuerzas armadas argentinas, que a partir de ese momento permitió el ingreso de mujeres en las tres ramas. Algo inimaginable una mujer de verde fajina, tal es así que se vistieron con ropa de verano y borceguíes de varios talles más. Apenas arribaron a la cubierta del Irízar, uno de los capitanes empezó a los gritos que las bajen porque es de “mala suerte”, vieja superstición marinera, transportar mujeres. Hicieron oídos sordos a los improperios, al igual que al machismo de los médicos, ya que urgía que armen los quirófanos, tarea que no tenían asignada. El plan era que ellas desembarcasen al día siguiente en Puerto Argentino. Mientras tanto se combatía ferozmente aquel 10 de junio en los montes Longdon, Dos Hermanas, Williams y Sapper. Finalmente se decidió que no descendieron en el sitiado Puerto Argentino, carecían de grado militar –otra incongruencia- y podían considerarse espías, en lo que selló su suerte ya que en la inspección de Cruz Roja y Naciones Unidas las registró formalmente, documento que luego permitió certificar su condición de veteranas.
Durante cuatros días, cuatro noches, hasta la rendición del 14 de junio de 1982, las seis profesionales trabajaron sin descanso, sin dormir, “había de todo un poco, sobre todo heridos con perforaciones de esquirlas y soldados con los pies lastimados. Hubo algunas cirugías –Barrera recordaría una especialmente con los intestinos afuera por la explosión de una granada y un barco que se inclinaba de a ratos a 45 grados, por lo que ataron la mesa de operación con gasas- pero el grueso del trabajo consistió en curaciones, inyecciones y cuidados higiénicos” En este sentido Lemme acotaría que “a mí me tocó bañar a todos en Terapia; era tierra pegajosa, como si fueran mecánicos con grasa. Había que cepillarlos muy fuerte. Los afeitábamos y rasurábamos para que se animaran un poco. Estaban muy callados. Algunos decían que lo único que querían era volver a a ver a sus familias. Sobre la guerra no hablaban mucho, y nosotros no preguntábamos”, revelando que estas mujeres fueron esenciales en curar las heridas que no solamente lastimaban los cuerpos. Pero para estas profesionales en guerra no fueron chicos sino hombres que con “orgullo defendieron su bandera y su suelo…Yo los ví orgullosos de haber luchado y tristes por el desenlace”, alterna Maza.
Al regreso de las únicas seis mujeres que estuvieron a metros de Puerto Argentino, en el peor tramo del enfrentamiento, y al igual que sus compañeros varones ex combatientes, ellas fueron obligadas a silenciarse. Algunas, como Norma y María Cecilia prefieren el anonimato. Sin embargo la prédica de las seis valientes en la sociedad, para que no se olviden de las mujeres en la Guerra por Malvinas abrió el camino para que en los dos mil se reconozca de veteranas, en lucha en el Continente, a Mariana Soneira, Marta Giménez, Graciela Gerónimo, Doris West, Olga Cáceres, Marcia Marchesotti, María Colino, Maureen Dolan, Silvia Storey y Cristina Cormack. Y en mayo de 2021 la enfermera de la Fuerza Aérea Argentina Alicia Reynoso logró su admisión como veterana por la vía judicial, reclamo que hoy también tramitan sus compañeras. “Nosotras también estuvimos” (2020), el documental de Federico Strifezzo, con las voces de Reynoso, Stella Morales y Ana Masitto, dio notoriedad a las catorce enfermeras que atendieron a los heridos en Malvinas, desde un hospital móvil ubicado en Comodoro Rivadavia.
“Mujeres por Malvinas” es la ONG´s que agrupa hoy a 160 veteranas en los reclamos por el reconocimiento de sus derechos, dentro de los cuales comprende atención y acompañamiento psicológico, jubilación y vivienda. Dice a Dora Ríos, que trabajaba en el Hospital Naval de Puerto Belgrano, el de mayor complejidad del Teatro de Operaciones, “Fuimos mamá, papá, hermanos, hasta fuimos el cartero porque los soldados no podían recibir cartas. Entonces le llevábamos la carta al soldado para que pudiera comunicarse con la familia”. Y remarca esta mujer aún sin el reconocimiento del Estado Argentino, en nota a Florencia Jaime y Milena Orayen del diario rosarino La Capital, “Entonces es como que yo vivía con ellos, estaba con ellos”. “Yo sigo peleando. Sigo en la pelea para que se acuerden, para que se festeje el 2 de abril, para que seamos reconocidas nosotras y todos los ex combatientes”, cierra Barrera sobre una de las grandes deudas internas, verdaderas, que no se debe financiar más con vidas –los suicidios de veteranos casi alcanzan a los 649 muertos en 1982- Que es con los héroes y heroínas de Malvinas.
Fuentes: Gallardo, A. Vidas marcadas. Nuevas crónicas sobre Malvinas. Buenos Aires: Atlántida. 2012; Canclini, A. Malvinas. Su historia en historias. Buenos Aires: Planeta. 2000; Quintero, F. Protagonistas de la Guerra de Malvinas: las enfermeras del Hospital Regional de Comodoro Rivadavia. Entre la labor profesional y el discurso maternalista. En Actas XVI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia. Facultad Humanidades. Universidad Nacional de Mar del Plata, Mar del Plata. 2017; Mosle, J. Las mujeres de Malvinas: un capítulo que el machismo intentó dejar en el olvido en Télam.
Imágenes: Télam
Periodista y productor especializado en cultura y espectáculos. Colabora desde hace más de 25 años con medios nacionales en gráfica, audiovisuales e internet. Además trabaja produciendo Contenidos en áreas de cultura nacionales y municipales. Ha dictado talleres y cursos de periodismo cultural en instituciones públicas y privadas.