¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónDe la destrucción impiadosa de la autodenominada Revolución Libertadora pocos símbolos del peronismo quedaron en pie, más allá del medio millón de viviendas en barrios populares. La República de los Niños en Gonnet, La Plata, se levantan aún en los ecos de aquel pasado que quiso borrarse, de un futuro que quiso abandonarse. Palacios venecianos e hindúes, calles que recuerdan a la Europa medieval en diálogo con arte africano, la presencia de la historia americana y argentina en cada sala, un cúmulo impactante de sentidos y cultura que hay que entenderlo como un proyecto pedagógico inconcluso de democracia popular, que aunaba una inédita niñez activa y derechos humanos y civiles, que excedían los atropellos del gobierno en el poder. Una promesa radical de valencia política, una utopía al viento para quien quiera oír, que estampó el presidente Perón en el libro de visitantes el día de la inauguración, el 26 de noviembre de 1951, “Que en esta República de los Niños aprendan los argentinos a ser justos, libres y soberanos, para que nunca puedan aceptarse la explotación de los hermanos, la sumisión económica y el vasallaje político”
El proyecto fue llevado adelante por Domingo Mercante, en ese momento gobernador de la provincia de Buenos Aires, y una de las manos principales en concretar el imaginario peronista a través de extensas obras públicas financiadas por el Instituto Inversor de la Provincia de Buenos Aires. El terreno elegido, nada es casualidad, fueron las 52 hectáreas expropiadas al Frigorífico Swift, donde funcionaba el campo de golf de los ejecutivos. En una entrevista para la Historia Oral del Archivo Histórico bonaerense, Jorge Lima −el arquitecto a cargo de desarrollar la construcción en compañía de Alberto Cuenca y Julio Carlos César Gallo− contó que se cruzó con el mandatario bonaerense en una muestra de edificios escolares en 1948 y le dijo: “Escúcheme, quiero hacerle un regalo a Eva Perón. Ella hizo una cosa chiquita en Núñez, yo quiero hacer algo para los chicos, pero que sea original”. Y gigante. Aquel resultó el génesis casual y personal de la empresa descomunal, que duró dos años, y demandó unos 50 millones de pesos y 1600 trabajadores, con gran cantidad de migrantes internos y extranjeros, que trabajaron viviendo en barracones construídos in situ. Se refería Mercante a la Ciudad Infantil de Belgrano “Amanda Allen” – ubicada hoy en Echeverría 955, donde en la actualidad funciona el Instituto de Rehabilitación Psicofísica (IREP), y que fue casi demolida íntegra tras el golpe de 1955-, que tendría otras réplicas en Córdoba y Mendoza, e iba en consonancia con la renovación en la educación, cambiando el paradigma de niño vacío, no deseante, a un niño sujeto de derechos y productor de sentidos y ciudadanía.
“Deseamos poner al niño en un medio de alegre esparcimiento, en directo contacto con las responsabilidades ciudadanas del futuro, para que cuando llegue a hombre sea un argentino consciente de sus deberes, derechos y obligaciones. A la par que tenga para sus primeros años un recuerdo amable e imperecedero, y así forme a sus vástagos más buenos y generosos”, sintetizaba Mercante de un proyecto político que excede cualquier marco partidario, fácil de comprobar para los miles de niños, luego adultos, que sesionaron libremente en la Sala de Representantes inspirada en el parlamento inglés.
Los cuentos de Andersen, los hermanos Grimm y las leyendas narradas por Tennyson y Mallory fueron las inspiraciones de los arquitectos a la hora de plantear los distintos edificios, en base a los estilos representados en los cuentos infantiles del siglo XIX, tomando como referencia los castillos, los cuentos de hadas y ancestrales, pero también a los edificios famosos del mundo como Palacio Ducal de Venecia –el Banco Municipal Infantil- o el Taj Mahal de Agra de la India -Palacio de Cultura donde funciona además el Museo Internacional del Muñeco- Realizado por la empresa CAPRESA, que realizó varias obras públicas de la Fundación Eva Perón, se erigieron 35 edificios con variados estilos arquitectónicos e influencias europeas, medievales e islámicas. Contribuyendo a la conformación de un todo a escala de un chico de diez años, cada edificio se proyectó con una función desarrollándose en su interior actividades públicas, deportivas, educativas, religiosas y bancarias. Entrelazando lo urbano y lo rural, aquel predio del club de golf había dejado como herencia las formas onduladas de la topografía y una gran forestación generada artificialmente, y que fue aprovechada para campos deportivos e instalaciones que albergarían en forma permanente a 700 niñas y niños. Pero el corazón de las instituciones, con una indudable mentalidad democrática, es el Centro Cívico, formado por un Parlamento (basado en el británico pero con una torre tomada del Palacio de la Signoria de Florencia), un Palacio de Justicia en estilo gótico, una Casa de Gobierno e inclusive edificios para las tres Fuerzas Armadas (ejército, aeronáutica y marina). Cercano se levantó una Iglesia católica construída en estilo normando –obra de Lima-, con vitrales en su interior. Otras esferas de la vida socioeconómica también están presentes, una radio para chicos con estudio propio, un aeropuerto, una estación de tren, una granja con pequeños animales y un lago artificial al que se ingresa por una aduana. Curiosamente en un régimen que sustentaba una imaginería fabril, en la República de los Niños no existen las fábricas.
A imagen y semejanza de lo que sucede en la ciudad de Buenos Aires, el Centro Cívico se conforma por el mencionado conjunto de instituciones de la república, que se organizan en torno a dos plazas conectadas por una avenida, en este caso, peatonal bajo el nombre de María Elena Walsh, que reemplazó al original, y verdadera alma mater del proyecto, Eva Perón. En la entrevista citada, Lima comenta que el 60% de los elementos de la construcción se fabricaron en hornos y talleres instalados durante la misma obra. Se diseñaron y construyeron allí herrajes y lámparas de hierro forjado; muebles de materiales nobles; bloques coloreados con apariencia pétrea; tejuelas de aluminio anodizado, destinadas a las cúpulas bulbiformes de la Casa de Gobierno; y piezas de cerámica esmaltada. Otros materiales, como “venecitas” en diversas gradaciones cromáticas, se encargaron a los mejores fabricantes de la época. Asimismo se llevó a cabo un importante plan de forestación plantando acacias, aromos, eucaliptos y jacarandás. La mitomanía nacional estampó la supuesta imitación de Walt Disney de la República de los Niños, algo que algunos historiadores descartan porque la visita pública del creador del Ratón Mickey fue en 1941, desconociendo que volvió a principios de los cincuenta a visitar la Patagonia, o que pudo llegarle algunas de las varias publicaciones de propaganda que editaba el peronismo para el mundo, “el rumor histórico cuenta que el dibujante y productor cinematográfico Walt Disney quedó tan fascinado en su visita a la "República de los Niños", que ésta se convirtió en el modelo para Disney World, lo cual parece muy evidente si se miran las fotos de ambos complejos. Pero Disney, por supuesto, sólo copió la parte del proyecto que construía un "Mundo de Fantasía" y no el concepto pedagógico - político del mismo”, señala la investigadora Liliana Feierstein en evita4.marianobayona.com
“Los techos más bellos del mundo”, en palabras de los constructores, albergarían unos de los experimentos sociales y educacionales más audaces del siglo, con una dimensión política incalculable debido a que permitía fundar una república cuasi real con sus propios diputados, jueces, policías y militares, sin distinción de clases ni colectivos, a todos los niños. Eva Perón, la verdadera razón de vida de semejante empresa, estaba gravemente enferma y no pudo asistir a la inauguración del 26 de noviembre de 1951. El presidente Perón asiste con el gabinete completo, la apertura de la República de los Niños fue uno de los mayores actos del peronismo histórico, y en el discurso comparte, “Una vez un Rey exclamó: después de mí, el diluvio. Nosotros, los hombres de esta época queremos borrar en los tiempos la aberración de ese egoísmo, exclamando para nuestro País, para nuestra Patria: después de nosotros, la felicidad”. Pero aquel proyecto innovador desde distintos ángulos se iría desdibujando rápidamente, incluso durante el peronismo que fracciona las instalaciones en campo de deportes de la Unión Estudiantes Secundarios en 1953. Tampoco se mantuvo el programa que hacía que los niños de las escuelas primarias cercanas pasen la mañana en las aulas y las tardes autogestionando la pluralista e institucionalista República de los Niños.
En 1955 el parque fue transferido a la provincia de Buenos Aires y cayó en el tobogán del abandono. Durante el gobierno del presidente de facto Onganía cambió su nombre a Ciudad. El 3 de junio de 1973 la Juventud Peronista tomó el predio para reclamar la reestatización pero la renuncia del presidente Cámpora evaporó las propuestas, en la sombra de las malezas que amenazaban las instalaciones. Más tarde, la dictadura avanzaría con una nueva concesión adjudicándole a la municipalidad de La Plata la potestad de otorgar la explotación a Zanón Hermanos, concesionaria del desaparecido parque de diversiones Italpark. Con el retorno a la democracia volvió a llamarse República. En los últimos treinta años existieron diversos planes de revalorización de una joya argentina, monumento histórico nacional, como la iniciativa de 1991 “Los Niños gobiernan la República”, donde los alumnos de las escuelas locales actúan una vez al año como diputados o senadores, y elevan proyectos a la legislatura platense. O a fines de los noventa con un proyecto de modernización “La República del Tercer Milenio”, que quedó en la nada en la debacle del 2001. En la actualidad, luego de que los platenses detengan un plan de privatización en 2012, está siendo tironeado desde el gobierno provincial, que aspira al predio desde la gestión Scioli, y el gobierno municipal. Durante estos festejos de noviembre por los 70 años de la República de los Niños, que arrancaron con una banda de cover de Soda Stereo –Gustavo Cerati era un asistente asiduo del parque de Gonnet, incluso estuvo allí con Luis Alberto Spinetta y Fito Páez señala Pablo Morosi en www.221.com.ar- , varias imágenes vendrán a la memoria de los argentinos que sesionaron en sus salas, fueron presidentes o chacareros por un día, o recorrieron en barco un mundo de ensueño. Y en el fondo de utopía y verdad, como si fuera tela viva de uno de los cuadros icónicos de Daniel Santoro, resonará el estribillo de “República de los Niños” de los rosarinos Farolitos, “Enseñame a jugar/Y a pensar”, cerca de Juanito Laguna.
+ información de los festejos por los 70 años de la República de los Niños
cultura.laplata.gov.ar
Fuentes: Panella, C. La República de los Niños. Un aporte bonaerense a la Nueva Argentina. Buenos Aires: Instituto Cultural de la Provincia de Buenos Aires-Archivo Histórico, 2013; Luna, F. Perón y su tiempo II. La Comunidad Organizada 1950-1952. Buenos Aires: Sudamericana, 1989; plataformaarquitectura.cl; Keve, C. para lanacion.com.ar
Imágenes: Cultura La Plata
Fecha de Publicación: 26/11/2021
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