¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Viernes 02 De Junio
En abril de 1810, había terminado oficialmente un proceso muy complejo, que Bartolomé Mitre denominó despectivamente como la “Guerrilla de las Republiquetas”. La verdad es que se trató de un intenso año de luchas entre los realistas y los criollos que no tuvo buenos resultados para nadie. De todas maneras, no mienten quienes aseguran que Juana Azurduy fue la que allanó el camino a los revolucionarios del Río de la Plata. Sí, una mujer nacida en Bolivia. La misma que se lanzó a la lucha junto al ejército de su esposo, el Comandante Manuel Padilla, enfrentando a las tropas españolas instaladas en Salta.
De origen mestizo, Juana logró obtener el mismo cargo que su esposo dentro del ejército, algo que no era habitual entre las mujeres de aquella época. Hija de una chola y un hacendado de origen español, terminó siendo célebre por sus acciones en amplias zonas del norte argentino y las selvas de Santa Cruz de Bolivia. Mantuvo a raya a los partidarios del virrey Cisneros al menos hasta los días del Cabildo Abierto.
A pesar de los altibajos, fue uno de los factores que permitió que los revolucionarios de Buenos Aires pudieran armar sus propias estrategias. Gracias a los agitadores norteños, la Primera Junta no vio la necesidad de ocuparse de las grandes extensiones virreinales que llegaban hasta el Perú. Los hombres de Cisneros estaban demasiado espantados con la aparición de Juana. ¿Cómo era posible que una mujer los terminara venciendo espada en mano, entre los altiplanos de Chuquisaca? ¿A quién se le podía ocurrir?
Un año antes, durante los convulsionados meses posteriores a junio de 1809, Juana decidió regresar a Bolivia. Como no logró llegar debido a la situación política, que cada vez se tornaba más insostenible, envió una serie de cartas a Mariano Moreno pidiéndole ayuda. Aparentemente, una de las cartas a los integrantes de la futura Primera Junta hablaba de cierto enviado del reino español, cuya influencia en Cádiz seguía intacta. Este enviado de Fernando VII, que decía ser un fraile castellano, llegó a hablar con Juana en las afueras de Santa Victoria. Cuando la encontró, pudo confesarle que venía del antiguo convento de San Saturio, acogiéndose a una ley de inmunidad abacial denominada ley del mundeburdium. Esta figura legal provenía de la Edad Media, pero el Vaticano la había reflotado para que los clérigos pudieran viajar por el convulsionado Nuevo Mundo con “inmunidad diplomática”. Estuvo vigente en las colonias desde fines del siglo XVIII y duró unos cincuenta años.
El fraile reveló con detalles la existencia de los planes del Rey y cómo eran las cosas ahora en España con Madrid en manos francesas. “Ocúpese de Bolivia, señora y no piense en Buenos Aires, que el problema allí ya está resuelto”, le dijo a Juana.
Por esta frase tan desgraciada, Juana Azurduy recordó los perturbadores argumentos de los saavedristas que en otro momento la habían tentado. Llevaban muchos meses de negociaciones con Cisneros y eso la desanimaba. No pudo dejar de pensar cuál sería el resultado de semejantes acuerdos. El virrey era el hombre más deshonesto que el Río de la Plata había visto jamás. Es preciso recordar también que Juana debió guarecerse en Salta cuando la cosa se puso espesa. Los refugiados que se habían acogido a la misma figura legal del mundeburdium que el enviado castellano había invocado, eran en general sacerdotes bienintencionados. Pero poca confianza le inspiraría este. A la propia Juana se le había ofrecido la protección de España más de una vez, a cambio de abandonar sus ideales. Algo así le demostraba que los realistas podían intentar engañarla utilizando cualquier ardid. Por otro lado, el fraile estaba demasiado inquieto. Seguramente tenía tanto miedo que, para salvar su pellejo ante los embates del ejército norteño, habló una vez más con Juana y ella nuevamente se sintió incómoda.
Ahora, prestando atención a los sospechosos movimientos de su invitado, pensó que ahí se encontraba la solución a todos sus dilemas. Cuando el fraile, después de algunos días de intensas reuniones se preparó para dirigirse de Santa Victoria a Chile vía Jujuy, Juana lo esperó cerca de lo que ahora es el departamento de Iruya. Ese hombre no iba solo, estaba acompañado por los esbirros de Cisneros.
La historia no ha dilucidado su verdadera identidad, pero, por las acciones posteriores, se deduce que buscaba en Juana a una víctima. Sería un asesino a sueldo. Debía entregar la cabeza de un “agitador”, que pudiera apaciguar, seguramente, el ánimo del rey. “No quiero revolucionarios en el Alto Perú”, dijo Fernando VII. Sin saber bien qué se gestaba en Buenos Aires, seguramente fue Cisneros quien recibió el mensaje y buscó algún mercenario peninsular. Necesitaba fidelidad y un criollo no habría sido capaz de cumplir semejante orden. Además, recomponer su maltrecha relación con el soberano español llevando la cabeza de Juana o la de su marido a Cádiz, podía convertirse en una excelente jugada para un virrey tan desacreditado como él.
Pero poco pudo resistir el supuesto fraile, cuando las investigaciones en el destacamento revolucionario sacaron a la luz su verdadera misión. Sabiendo que no se trataba entonces de un sacerdote, revocaron inmediatamente la ley del mundeburdium, dejándolo legalmente desamparado. Si la ley sólo protegía a los clérigos que viajaban por el virreinato, ¿qué podía decir acerca de los asesinos a sueldo? Absolutamente nada.
Para Juana, pedir a esta altura una recompensa a Fernando por el mercenario enviado por Cisneros, no guardaba sentido. Poco podía valer. Únicamente le restaba sacarle al hombre algo de la información que ocultaba. El asesino debía hablar y, siguiendo los consejos de Mariano Moreno, era preciso pasarlo por el fusil como a cualquiera que fuese sospechoso de actuar contra la revolución.
Como era de esperar, el hombre no habló. Gritó “viva el rey de España” y se expuso a la impaciencia de los revolucionarios.
Juana, sin que le temblara el pulso, llevó a cabo las órdenes de Moreno. La ejecución fue rápida. Durante esa mañana soleada de abril, la sangre salpicó el rostro de los soldados. El mercenario enviado por Cisneros, murió en un instante.
Las represalias contra las huestes de Juana fueron excesivas. Antes de terminar el año se había replegado hacia los montes. Pasó mucho tiempo luchando en la sombra. Tanto que, las noticias de la semana de mayo, la encontraron en plena lucha, a caballo por el Alto Perú.
La verdadera imagen de Juana Azurduy (izquierda), puede verse en el Salón de losE spejos de la ciudad boliviana de Padilla. Es notable observar que dista enormemente de la idealización acuñada sobre su figura, la cual se desarrolló en el siglo XX y XXI (derecha). Las diversas ideologías la transformaron histórica e icónicamente, a fin de convertirla en representante de nuevos pensamientos desarrollados mucho tiempo después de su muerte.
La controvertida obra del escultor Andrés Zerneri es de propia inspiración. Por la apariencia que muestra esta versión de Juana Azurduy, no se trataría de una reconstrucción o del retrato de la heroína revolucionaria.
Zona de influencia durante las guerras contra los realistas, en las que participaron Juana Azurduy y su marido.
El General Manuel Belgrano honró a Juana Azurduy como a la primera mujer en integrar el ejército argentino, entregándole su espada. Hacia 1816, se habló de ella como una libertadora. Igualándola con los grandes luchadores por la emancipación del continente
Santa Victoria, Salta, en el límite con Bolivia hacia el norte y con Jujuy hacia el oeste. Posiblemente haya sido aquí donde el drama entre Juana Azurduy y el falso fraile haya tenido lugar.
El convento de San Saturio de Soria, se encuentra en la región española de Castilla. El falso fraile decía provenir de aquella zona, acogiéndose a la ley de Inmunidad Diplomática Abacial promulgada por Pío VI en 1780.
Fecha de Publicación: 18/11/2020
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Ir a la secciónUNA NUEVA GENIALIDAD SE LE OCURRE HABLAR DE UN PERSONAJE CONTROVERTIDO PERO A LA VEZ TE MUESTRA QUE FUE UTIL A LA REVOLUCION ES UN GENIOOOOOOOOOOOOO
No sabía nada de Juana Azurduy y ahora entiendo donde estaba y que hacia. La nota es excelente porque muestra que lo poco que conocemos de esta señora es lo que se dijo en epocas posteriores la usaron para muchas cosas y peleaba contra Cisneros. Gracias profesor como dice Jo es una nota genial
ya forma parte de mis mañanas. Gracias como siempre. Lujo total
TIENE ESE PODER DE SINTESIS UNICO. DICE "Los hombres de Cisneros estaban demasiado espantados con la aparición de Juana. ¿Cómo era posible que una mujer los terminara venciendo espada en mano, entre los altiplanos de Chuquisaca? ¿A quién se le podía ocurrir? " ES GENIAL UNA IMAGEN PERFECTA DE LO QUE DEBIO SER LA JUANA EN CHUQUISACA!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Es un encomiable trabajo el suyo profesor. Soy una seguidora de todo lo que usted hace. Para mí es el Señor Historia. Un privilegio leerlo todos los domingos. Gracias al diario. Maribel
De nuevo una mirada documentada y sin las ideologías que lastran nuestro acercamiento a la historia
GRACIAS AL PROFE POR SACARNOS DE LOS ESTEREOTIPOS. LOS RETRATOS DE JUANA ME MATARON!!!!!!!!
Es muy bueno poder leer algo sin carga ideologica sobre Juana Azurduy. Excelente el autor
Comentarios
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