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Juan Boucau. Salvador de la Bohemia Porteña

La historia porteña no es historia si faltan los nombres que la hicieron. De verdad. Juan Salvado Boucau fue de los pocos casos de una burguesía terrateniente comprometida con la cultura del país.

Historia
Juan Boucau

Aún sonaban los últimos disparos de la Revolución de 1890. Juan Boucau, un rico hacendado que desafió a la Reina Victoria de Inglaterra y colaborador estrecho del piloto de tormentas Carlos Pellegrini, estaba arruinado tras la debacle financiera que eyectó al presidente Juárez Celman. Miraba sus campos inmensos en Magdalena, en una estancia en Luis Chico que contenía de lo mejor del arte y mobiliario europeo habido en Latinoamérica, y un entorno paisajístico que admiraría Carlos Thays, con caballerizas de las potrancas admiradas por el mundo, y sonría ante el inevitable loteo para salvar lo que quedaba. Sabía Boucau que pronto volvería al departamento de soltero de Balvanera, y que en los próximos veinte años se transformaría en la “cueva”, de la bohemia porteña. Siempre habría un plato caliente para un Fernando Fader, padre de la pintura argentina, o Evaristo Carriego, padre de la literatura nacional y precursor de Jorge Luis Borges. Como pocos, casi ninguno digamos de sus pares terratenientes que quemaban riquezas del país sin mirar al Sur, Juan Boucau a la manera de Victoria Ocampo, puso la fortuna sin mirar a quien, sin esperar exenciones, y sostuvo mecenas a quienes fundarían nuestra identidad. De los pocos, lamentablemente.

Juan merece algo más que un premio en el Hipódromo de San Isidro. “Usted, Salvador, sí que es el precioso amigo barato; el que siempre pide da y nunca pide”, agradecía Pellegrini a Boucau cuando sostuvo, yendo a La Plata, la gobernación ante el alzamiento de militares en 1892. Salió del brazo del gobernador Costa de la casa de gobierno con su levitón negro y el chambergo riflero popular entre los separatistas porteños en 1880. Es que venía de una familia íntimamente ligada a las familias patricias de Buenos Aires, siendo soldado de Mitre en los revueltas contra el presidente Sarmiento en 1874, y más tarde, a las órdenes del gobernador Tejedor opuesto a la federalización.

Asiduo asistente del politizado Café París, contertulio de los Casares, Luro, Zubiaure y Bosch, casado con la prima María Rosa, de la cual recibe la dote de 30 mil hectáreas en la bahía de Samborombon, vive disipada vida de rico terrateniente en un caserón de Piedras al 500. Fanático de los deportes, experto en esgrima y la pelota vasca, la gran pasión es el turf. Por ello su obsesión con Ormonde, el caballo criado en Westmister, y ganador de la triple corona europea. Sueña que este animal deje la campiña inglesa para que sirva yeguas en la pampa bonaerense. Y pone toda junta en la mesa 20 mil libras -o 30 mil-, un cantidad impensable en la Argentina de 5 libras al mes, al duque. Entra la Reina Victoria en escena poniendo el grito en el cielo, ningún sudamericano iba a quitarle la joya de la corona. Sin embargo el duque desobedece a su majestad, negocios son negocios, y Ormonde tiene algunas crías en la misma Gran Bretaña con las exclusivas yeguas francesas que adquiere  Boucau, algunas que superan los 25 mil francos. Desgraciadamente para Don Juan, pese a que consigue luego importar al magnífico ejemplar, ninguna de la descendencia será campeona. Para ese tiempo eran otros los problemas de la familia, y debe liquidar varios de sus preciosos caballos, a fin de saldar deudas sobre deudas.

El Refugio de la Cultura de 1900

Volvamos la cámara a este pergaminense en los últimos estertores del siglo XIX. Con los fondos que obtiene de las ventas de campos en la provincia de Buenos Aires, varios a Eduardo Zuberbühler que se quedará finalmente con la bella mansión de Luis Chico en 1913, acaecido el fallecimiento de  Boucau, acentúa Salvador una actitud benéfica que venía de años previos. Ya en los tiempos de vacas gordas del Café París invitaba café con pan y manteca a cuánto artista o escritor viera de papeles robados y ropas gastadas. Más tarde en la calle Junín, una de sus propiedades en un barrio que aún era extramuros, con aroma de compadre y tango, permite que la bohemia porteña encuentre una cama limpia o un plato caliente. Así ese casa se convirtió en el Refugio de la Cultura de 1900. Por la denominada “Cueva” de Boucau  pasaron Antonio Monteavaro, Charles de Soussens, Diego Fernández Espiro, Florencio Sánchez y muchos más que vivieron y murieron en la pobreza de la bohemia, entre la Corrientes angosta y el pasaje Carabelas. Y que inventaron Buenos Aires que no duerme publicita hasta al hartazgo, la de Los Inmortales, sin saber bien de qué o de quiénes se habla.

Además Boucau sostuvo los primeros pasos de Fernando Fader, prácticamente descubrió al integrante del grupo Nexus cuando fracasaba una y otra vez en el 1900 mostrando los temas y paisajes argentinos a la afrancesada burguesía local, y adquirió notables pinturas de la calidad de “Campo adentro” y “Día gris”, entre otras.  

Juan Salvador Boucau, mecenas -de los pocos- de la literatura y el arte argentino

Párrafo aparte merece la relación de Boucau con Evaristo Carriego, otro de los pensionistas de La Cueva de Junín, cuando el hambre y la noche impedían el regreso a la casa de la calle Honduras -N.dR. aún inexplicablemente cerrada, señores de cultura de ciudad.-. Si Juan Salvador no ponía el dinero, los argentinos quizá nunca tendrían “Misas herejes” de 1908 de un poeta pobre y desconocido, aquel puntapié a una literatura de molde propio, nacida en los calles y vidas del pueblo y que fabricaría a los Borges y Manzi. Recuerda Francisco García Jiménez, otro de los bohemios que pateaban las redacciones y fondas, raspando el fondo de la olla, que en el agasajo que realizó la revista “Nosotros” a Carriego, la publicación sería el suceso de la temporada, “presidió la mesa don Salvador Boucau, quien por instantes y desde los asientos vecinos al suyo, recibía el homenaje de los escritores a su vieja pasión de “turfman” -ya entraba al hipódromo solamente por la condición de vitalicio del Jockey Club, ya había vendido sus otroras gloriosos stud y estaba al borde de la quiebra-…Carriego, sentado a la derecha de su mecenas, mezclaba los nombres de poetas y caballos en voz alta…de Soussens, con sonrisa absolutoria y terquedad indeclinable, reclamaba uno de los primeros platos, edición agotada media hora antes…”. Postales de la bohemia en 1900, 1960 y el 2000, también.

Por más de un siglo la poesía completa, las “Misas herejes”, “La canción del barrio” y “Poemas póstumos” de Carriego, conservaron la enigmática dedicatoria “A don Salvador Boucau, uno de los pocos”. Nos desasna García Jiménez, periodista, escritor, dramaturgo, compositor de tangos, guionista, amigo de Carlos Gardel y, ante todo, bohemio, otro fundador de la mítica Buenos Aires, “el reconocimiento contenido en esa elíptica frase de 1908 se dirigía a incidir en dos sentidos, el de la poco común generosidad de hombres adinerados y el de tampoco usual proteccionismo de las letras y artes por mano de los terratenientes”. Los problemas de educación y cultura y razones de tres siglos de los disvalores estructurales.

 

Fuentes: García Jiménez, F. Memorias y fantasmas de Buenos Aires. Buenos Aires: Corregidor. 1976; Cútolo, V. Diccionario biográfico argentino. Buenos Aires: Editorial Grupo Clasa. 1983; Rivera, J. (prólogo) La bohemia porteña. Buenos Aires: CEAL. 1980.

Imagen: Freepik

Fecha de Publicación: 24/05/2023

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