¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la sección“Mañana a las 15.30 tendrá lugar el acto de la colocación de la piedra fundamental del Instituto que se edificará con el legado del Señor Bernasconi” aparecía el 25 de septiembre de 1921 en el diario La Prensa. Argentina vivía el primer gobierno democrático con la presidencia de Yrigoyen. Y el mismo mandatario, renuente a los honores, accedió apadrinar una escuela que fue objeto de admiración en el mundo desde el inicio de clases en abril de 1929. Y continúa siéndolo. Varias escuelas primarias de niños y adultos y jardín de infantes, centros de formación educativa, teatro, coro y orquesta, biblioteca, pinacoteca y museos de ciencias impresionan al igual que la entrada majestuosa custodiada por San Martín y Sarmiento “¿Qué otra cosa más digna que hacerse con ese palacio que la de servir como modelo docente a todo el país y de centro, al propio tiempo, de la más útil mentalidad…una Sorbona de la Enseñanza Primaria”, aconsejaba Guillermo Correa en 1931 entre los objetivos del Bernasconi, aprobados por el Consejo Nacional de Educación, “la verdadera orientación que debe imprimirse a la enseñanza primaria, contemplando los deberes de la cultura y los de la nacionalidad, que constituyen su entraña ideológica” Acto seguido proponía laboratorios para experiencias educacionales, actividades de extensión infantiles y un museo de la educación argentina en nombre del “progreso educacional, teórica y prácticamente”, asignaturas pendientes. Esa materia la estaríamos reprobando.
El benefactor fue Félix Bernasconi, un acaudalado hombre de negocios que falleció prematuramente a los 45 años en 1914. Era de las personas más ricas del país con 4.082.967 de moneda nacional al momento de morir entre bienes raíces y efectivo, y con rentas anuales que aún en 1930 sumaban casi dos millones de pesos. Y donó todos sus recursos al Consejo Nacional de Educación “a fin de que se construyan un Hospital de Niños, un Hospital de Mujeres, un Hospital de Hombres, el Asilo de Huérfanos, una Asilo de Niños Desvalidos “, y el remanente para que “se construya un palacio escuela en esta Capital de Buenos Aires, dejando plena libertad al Consejo mencionado para que elija el sitio donde levantarse”
Recién con el gobierno radical en 1918 el Estado hizo efectiva la donación de aquella fortuna y se puso manos a los obra, no sin la resistencia de determinados sectores que reclamaban este palacio educativo en los barrios residenciales. Sin embargo las autoridades de la época consideraron, “las zonas apartadas del Sur… donde ya se acumula una población cuya densidad se acentúa cada año…son las que con mayores derechos y con más premura reclaman para su centro, este clases de obras” Y viendo a Parque Patricios con un enorme potencial comunitario, antes de Polos Tecnológicos y Jefaturas de Gobierno, “esa inmensa población…aprovechará, principalmente, los beneficios de un centro permanente de cultura que, como el Instituto Bernasconi, derramará la luz de la enseñanza no sólo sobre los hijos del obrero, sino también sobre él mismo”, enfatizaba de esta misión que cumplió hasta bien entrados los setenta, que con los desguaces y el desamparo de los sucesivos gobiernos municipales, perdida su ineludible dimensión nacional de sus fundadores, quedó disminuído aunque es una promesa en cada niño de barrios vulnerables cercanos que abre el cuaderno.
Aquel día de septiembre de 1921 el presidente del Consejo Nacional de Educación, Ángel Gallardo, marcó un rumbo, “la escuela vale, cuanto vale un maestro…del buen maestro que enseña y educa con su ejemplo, con su conducta, con su vida…hago votos para que las nuevas y felices generaciones que se eduquen en este bello palacio sean obreros eficaces y entusiastas en la gran obra del progreso y perfeccionamiento moral y material de la Patria, nuestra Patria” Varias generaciones de alumnos y maestros pasaron por el Instituto, que moldeó miles de ciudadanos en un techo digno de una máxima sarmientina, educar al soberano, el pueblo.
En el deseo de los constructores se buscó la armonía de una soberbia construcción, solamente el frente tiene 140 metros, con la sobriedad de un edificio escolar, en el último exponente de los Palacios Escuelas que se erigieron en el país en los designios de la Generación del 80. Construído en el estilo florentino, con reminiscencias clasicistas, joya de la edilicia porteña, se levantó en una meseta que había pertenecido a la familia del Perito Moreno, una extensión de 20 mil metros cuadrados en Catamarca, Rondeau, Esteban de Luca y Progreso –hoy Cátulo Castillo-. Hoy aún se conserva el Aguaribay plantado en 1872 que solía. a la sombra, el Perito trabajar en el avance de la ciencia argentina –y que la leyenda asocia a los crímenes del Petiso Orejudo a principios del siglo XX.
El arquitecto Juan Waldorp (hijo) diseña amplias galerías de circulación con forma de recova, los patios centrales de 1200 metros cuadrados cada uno, las piletas de natación equipadas con cañerías de agua caliente –sólo el Nacional Buenos Aires contaba con esta infraestructura deportiva en los veinte, hoy lamentablemente ambas inutilizadas- y los cómodos talleres destinados a la educación industrial para los varones, y la economía doméstica para los niñas “La escuela con su espíritu de cultura hace desaparecer las diferencias de condición social y las alumnas se hermanan”, sostenía el diario La Prensa en 1938, con 650 mujeres que en el turno vespertino aprendían desde idiomas a contabilidad, en una oferta que preponderaba la labor doméstica y las artes, y, resaltaba, que 450 eran de condición humilde.
El primer piso se destina para la educación científica, comercial y social. Dispone además del Salón de Actos, espectacular teatro de 370 butacas que fomentó una compañía del Bernasconi que recorría el barrio y otras escuelas, en la dirección de Alberto Paola; el Museo orientado por Rosario Vera Peñaloza, que en verdad son tres, Ángel Gallardo, Juan B. Terán e Histórico Argentino, y la Biblioteca Joaquín V. González, con sus anexos de biblioteca de literatura infantil, alguna vez colaborando con el hoy desaparecida biblioteca infantil en pleno Parque de los Patricios, y Biblioteca Enrique Banchs. El proyecto en total costó 4.700.000 pesos, solventados por la herencia de Bernasconi, y administrados eficientemente por el Estado.
“En esta forma se logrará utilizar el Instituto Bernasconi en toda su amplitud. A fin de dar una idea de ello, basta decir que podrán concurrir, en un mismo tiempo, en las distintas secciones, tres mil quinientas personas. De manera que puede calcularse en ocho mil personas diarias”, enfatizaba el Consejo Nacional de Educación en 1931 al concluir las obras, que además se preocupó de dotarla de trabajos de artistas de peso como los escultores Alberto Lagos y Pedro Zonza Briano –su pieza, una de los más relevantes de la iconografía sarmientina- y Antonio Alice, y un reloj con castrillón que se escuchó por el barrio hasta 1943, y suma, “todas las consideraciones formuladas respecto a la arquitectura…en pleno convencimiento de que la República Argentina será el primer país de Sudamérica que pueda exhibir un establecimiento escolar de tan grandes proporciones, ha sido un motivo más para estudiarlo en todos sus detalles, con el objeto de que sea un verdadero exponente del progreso nacional”, en los prolegómenos de la llamada Década Infame, tiempos de crisis, corrupción y enormes obras públicas.
“Se inauguraron totalmente las clases en el Instituto Bernasconi”, anunciaba La Prensa del 2 de abril de 1929, con las imágenes de las blancas palomitas posando al fotógrafo, pupitre y maestra expectantes. Estaban entrando en la historia de la educación argentino estos primeros chicos que concurrían el ciclo anterior a los quintos y sextos grados de escuelas vecinas, “líbrese al servicio público escuelas en el Instituto Félix Bernasconi”, era la medida de las autoridades expedida por expediente 880 de 1928. Así absorbió varios colegios cercanos como el Almafuerte de Deán Funes, y la donada por José Iturrat, en la avenida Caseros. Ese día no hubo acto oficial ni autoridades y el director Manuel Pellerano se avino a distribuir a los niños por sexo, a razón de 35 por aula. Así completar, en los días sucesivos, las 40 secciones por turno y los 3100 ingresantes inaugurales. Para la educación de adultos hubo 1129 alumnos inscriptos. Ricardo Salinas, uno de aquellos niños deslumbrados por el edificio y sus posibilidades, recordaba en 1979 las impresiones tempranas, “conocer todas las dependencias de esta joya de la arquitectura escolar, fue acrecentando mi admiración hasta quedar atónito y maravillado cuando la celebración del primer acto escolar hizo que nos traslademos al magnífico teatro…otra dependencia impactante: el Museo de Historia Natural…como un enorme buche pétreo con escalinatas, columnas, pasillos y muchos azulejos blancos se nos ofrecen –por primera vez- las dos piletas de natación ubicadas debajo del teatro. Laboratorios de química y física. Talleres de trabajos manuales. Sala de proyecciones y dibujo. Espaciosos patios de recreo, galerías cerradas frente a las aulas, cuatro ascensores que albergaban un grado entero para el traslado desde los pisos superiores a los patios recreos. Una magnífica terraza que albergaba todo el perímetro de la escuela…-donde observé en 1934- al Graf Zepelín…agradezco a mis maestros haber contemplado lo que nunca quizá vuelva a ver”, o cuando la escuela primaria era mucho más que cumplir objetivos pedagógicos o alimenticios.
De aquellas generaciones soñadoras fue Martha Salotti. Discípula de Vera Peñaloza, la profesora Salotti organizó los jardines de infantes en la Escuela Argentina Modelo, por pedido expreso de Carlos María Biedma, y en 1958 fundó los primeros cursos de perfeccionamiento docente de los maestros del país en el Instituto Bernasconi, y en 1960 el Club de Narradores, orientados a estimular la lectura infanto-juvenil. A partir de 1964 impulsaría el primer Profesorado de Castellano y Literatura con especialización en Literatura Infantil-Juvenil. En sus propias palabras, autora de textos de enseñanza de primaria y cientos de cuentos infantiles, contaba su lema de la enseñanza pública, “el niño solamente es educable por la afectividad. Enseñar es para mí una tarea natural que significa una sola cosa: alegría” La misma que se siente al escuchar la campana del centenario Bernasconi, el querido instituto con mucho aún por enseñarnos valorando a quiénes lo hicieron la Sorbona para la Enseñanza Primaria.
Fuentes: Archivo Biblioteca Instituto Bernasconi –agradecemos a la bibliotecaria Graciela Lizarraga; Llanes, R. El barrio de Parque de los Patricios. Buenos Aires: MCBA. 1974
Imágenes: Twitter / Buenos Aires.gob
Fecha de Publicación: 22/10/2021
Te sugerimos continuar leyendo las siguientes notas:
Universidad de Buenos Aires. 200 años formando futuro
Tucumán. 1561. Primer grito de libertad de los argentinos
Juan Galo Lavalle. Un corazón con espada
Televisión Argentina. Estamos en el aire, 17 de octubre de 1951
La tele-visión antes de la Tele
Alicia Moreau de Justo. Siempre creí que este país merecía ser distinto
El niño Perón. A los tiros en la Patagonia
Carlos Pellegrini. Condeno la intransigencia política
La mano dura del Virrey Vértiz. Destierro a las Islas Malvinas al que no cumpla.
¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónNo hay comentarios
Comentarios
El icónico género musical que nos acompaña hace años y nos representa a todos los argentinos a nivel...
Protagoniza en los últimos meses la comedia “Me gusta - Todo por un like” junto a Paola Krum y Lucia...
El pasado sábado 18 de noviembre se desarrolló la segunda fecha del Circuito NOA de Aguas Abiertas e...
La historia de Berta Szpindler de Borensztein merece ser contada.
Suscribite a nuestro newsletter y recibí las últimas novedades