¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEl 2 de abril de 1982 desembarcaron los tropas argentinas en las Islas Malvinas y, en una de las primeras medidas, se tomó posesión de la única estación radial, a escasos metros de la Iglesia Santa María y la estacion de policía. Por primera vez el éter de la Hermanita Perdida era nacional. Esta pronta acción del gobierno argentino se enmarcaba en un plan bélico comunicacional, la mayor de las veces fallido y desarticulado, de guerra de ondas. Una que ya se venía desarrollando en el continente, nuevas emisoras en la Patagonia, y que se ampliaba con la fundación de LR60 Radio Nacional Islas Malvinas. Radios que convocan marchas dentro del plan militar, radios criollas que respetan a los kelpers, radios que manipulan la moral de ambas tropas y radioficionados rastrillando el espacio, son algunas de las vueltas del dial de los setenta y cuatro días que mantuvieron al vilo al mundo. A 101 años del nacimiento de la radio argentina, capítulos poco recordados de un canal de comunicación que llega a todos sin distinciones, un medio promesa de democracia y servicio público.
Algunas de las revelaciones del “Informe Rattenbach”, que demostró la impericia y la negligencia de las fuerzas armadas argentinas salvo honrosas excepciones, es que el plan de invasión a las islas, y archipiélagos de las Georgias del Sur y Sandwich del Sur, se remontaba a 1975. Y que el autor era Jorge Anaya, el almirante a cargo de la Marina desde 1981, y que durante el gobierno peronista estuvo de agregado militar en Londres. Allí se dedicaba un análisis a las acciones sicológicas de prensa, que incluían a la radio. En la investigación del periodista norteamericano Jack Anderson, un año después de la rendición argentina del 14 de junio de 1982, y que demostraba que el norteamericano gobierno de Reagan jamás pensó en apoyar a los argentinos, pese a las aparentes cesiones y obscenos agasajos al dictador Galtieri, se menciona que los servicios de inteligencia del Norte venían advirtiendo los planes de recuperación de Malvinas de los militares golpistas, quienes abiertamente (sic) lo transmitían a la prensa “Reafirmación de la soberanía costera es nuestro objetivo”, declaraba Anaya al diario Clarín el 31 de diciembre de 1981, y el 24 de enero de 1982, en el diario La Prensa, “este año Buenos Aires recuperará las islas por la fuerza. El gobierno no puede excluir una instancia militar cuando de lo que se trata es de la soberanía”, enfatizaba Jesús Iglesias Rouco, un periodista que había sido echado de los diarios de España por plagiar artículos y, en Argentina, fue un influyente analista político en los ochenta de información confidencial (sic), en tiempos en que todos los medios estaban intervenidos, o coaccionados, por el Estado. Radio Rivadavia y Radio Continental, las dos de mayor audiencia y con fuertes lazos con las autoridades, como lo habían demostrado en la defensa del gobierno militar frente a las denuncias de violaciones de derechos humanos en 1978 y 1979, inmediatamente comenzaron a emitir informes sobre la Cuestión Malvinas, que de algún modo ocultaban la debacle social y económica. Basta recordar que tres días antes de la recuperación de las Malvinas había ocurrido la primera gran manifestación contraria el regimen, “Pan, Paz y Trabajo”, organizada por la confederación de trabajadores, y que sufrió una violenta represión. También, que mucha de la gente que repudió a los militares usurpadores de la República un 30 de marzo de 1982, los vivó un 2 de abril.
A partir del inicio de las hostilidades, las radios estuvieron obligadas a transmitir en vivo las 24 horas, conectadas a Radio Rivadavia y Radio del Plata, y atentas a los continuos comunicados oficiales, que se resumían en el infame “Estamos ganando”, propaganda de gobierno que el revista Gente machacaría tapa tras tapa. Memoria. Uno de los pocos que se opusieron fue el conductor Hugo Guerrero Marthineitz, quien grababa sus emisiones en señal de protesta, “mientras iba el comunicado diario la cinta de Guerrero seguía girando y se retomaba en el lugar que se encontrara -recordaba el operador Carlos Santos a Carlos Ulanovsky- Un día emiten la información del hundimiento del Gral. Belgrano y cuando termina esta información tan tremenda, aparece la voz del Negro diciendo “Aleluya, Aleluya, esto hay que festejarlo” A los veinte minutos vino el Ejército a llevárselo, pero se salvó porque justo su madre había muerto hacía unos días y dijimos que el programa salía grabado porque él estaba de duelo”, reveló Santos este clima de opresión doble, guerra y Terrorismo de Estado. Quizá si podemos hablar de rescatable en tal contexto, es que los programadores vetaban la música en inglés, cumpliendo una directiva que nunca estuvo escrita, y que el rock argentino, hasta ese momento un fenómeno de minorías, y la música en castellano en general, tuvieron una difusión exponencial, y que allanaría la explosión de los ochenta con la Democracia.
Cuando la misión diplomática del secretario de Estado norteamericano Alexander Haig arribó a Buenos Aires el 9 de abril de 1982, el último gesto pacificador de los Estados Unidos, los asesores del presidente de facto Galtieri propusieron un “marco popular” para la reunión del día siguiente, en la Casa Rosada. En una primera instancia se pensó en una convocatoria a la Plaza de Mayo esperable por los medios estatales, pero a sugerencia del ministro del interior Saint Jean, se optó un “llamado patriótico” por empresas privadas de comunicación. Se entablaron varios contactos con el hombres fuertes de los medios y el primero que se prestó fue el relator deportivo José María Muñoz, que además de un programa muy popular, La Oral Deportiva en Radio Rivadavia, tenía parte accionaria en la radiodifusora. A cada hora, en cualquier programa, exhortaba a reunirse el sábado 10, a las 11, y “demostrar al señor Heig y el mundo entero la unidad de los argentinos” Fue tal la repercusión de la arenga tribunera que se plegaron las radios y diarios privados en su totalidad, sacando al aire inusualmente a políticos y sindicalistas que estaban censurados, desde Deolindo Bittel a Saúl Ubaldini, siempre y cuando respalden la plaza “reventada” La perla resultó la reproducción de las declaraciones de Mario Firmenich al diario La Nación, el líder de los guerrilleros Montoneros, que desde La Habana instaba a sus seguidores a la Plaza…a apoyar “a las Fuerzas Armadas de la dictadura argentina pero, de cualquier modo, constituye una auténtica reinvindicación nacional” Haig se alejaría de la Casa Rosada con las manos vacías, y una imponente vista de la multitud en helicóptero. Abajo, miles intercalaban insultos a los ingleses, vivas a Perón y Evita, y más insultos a los militares.
Pero la guerras de las ondas no era una exclusividad de los argentinos. En una guerra de nervios en los medios radiales que se remonta al nazismo, y que sería replicada sin ideología, en un antecedente de los actuales trolls y otros bichos cibernéticos, nacía
Radio Atlántico del Sur desde el Ministerio de Defensa inglés. Transmitía informes en español desde unos estudios que tenía la BBC en la Isla Ascención, en medio del Atlántico. Aunque la primer ministro Margaret Thatcher y su ministro debieron conformarse con transmisiones irregulares y espaciadas, casi inaudibles, de baja calidad. La BBC, un medio público pero no estatal, se negó a reproducir información censurada y tendenciosa. O sea que en mientras la sociedad argentina era bombardeada de mentiras, los británicos apenas tenían ecos del lejano conflicto, en unas ignotas islas del Atlántico Sur. Los argentinos menos crédulos sintonizaban las uruguayas Radio Colonia, Radio Carve y Radio Nacional Uruguay, ya que dedicaban muchas horas a informar sobre Malvinas, las negociaciones y el acercamiento de la flota británica. Y no estábamos ganando.
“A partir del día de la fecha, 2 de abril de 1982, inicia su transmisión LRA Radio Islas Malvinas para toda la República Argentina” y se pudo escuchar el Himno Nacional Argentino a las 9 horas “Era una radio de baja potencia y transmitía en AM en onda larga y en onda corta -recordaba el tucumano Norman Powell, quien tuvo a su cargo la locución de LRA60 Radio Nacional Islas Malvinas, y fue destinado desde Radio Nacional Buenos Aires- Mantuvo gran parte de la programación anterior -de la Falkland Islands Broadcasting Station-. Se agregaron nomás unas horas en español, con música argentina, folklore y tango, y se transmitieron mensajes para el personal militar argentino que estaba en la zona…obviamente dejamos de usar los despachos de la BBC y trabajábamos en el material de la agencia Télam”, por lo que trabajaban con la misma información falseada de Buenos Aires, y los mismos corresponsales de la agencia estatal, Carlos García Malod, Diego Pérez Andrade, el fotógrafo Eduardo Ferré y el técnico Juan Carlos González, veían cómo volvían sus cables y reportes tergiversados. García Malod reconoce, “en toda guerra se dice la verdad cuando va bien y se miente cuando va mal…cuando terminó la guerra, hace rato que sufríamos un silencio de radio total”, recuerda. A los pocos días de las primeras transmisiones de Radio Nacional, comenzarían las emisiones de LUT8, Canal 7 Islas Malvinas con el técnico Eduardo Oderigo. Estas emisiones locales en inglés y castellano, sirvieron para difundir noticias, servicios, música clásica y folklore nacional. “El día 20 de abril se creó el Radio Club Islas Malvinas LU1XZ en un acto realizado en el Aerodromo BAM Malvinas, fue la primera institución argentina creada en las islas, y sigue existiendo como filial del Radio Club Córdoba”, acota Alejandro Álvarez. Cabe mención especial, en palabras de Álvarez, de papel de los radioficionados argentinos, en especial los cordobeses, en la Batalla del Aire, interfiriendo y patrullando el espacio radioeléctrico.
Con la frecuencia de amplitud modulada se pretendía cubrir la cercanía de Puerto Argentino y, a través de la onda corta, se buscaba alcanzar zonas más remotas de las islas. También allí llegaba el servicio de Radio Noticias Argentinas, en idioma inglés, y Radiodifusión Argentina al Exterior (RAE), que tuvo que adaptar la frecuencia, ya que los ingleses usurparon el espacio histórico argentino de los 11710 Khz, y la solución fue transmitir en cuatro distintas ondas, durante la gestión del periodista Julio Lagos. En cuanto al personal de las islas, junto a Powell que luego trabajaría en CNN, estaban Ernesto Manuel Dalmau, quien era ingeniero de sonido, Fernando Héctor Péndola, operador, y Patrick Watts, que conservaba su empleo, locutor bajo bandera inglesa. Grave error. Watts informaba al aire impunemente, al mando británico, sobre las buenas condiciones del aeropuerto, pese a los repetidos e ineficaces bombardeos de los Vulcan, y el intento de disimularlo por los argentinos. Hoy Watts es guía turístico y orgulloso kelper, distinguido por el gobierno inglés.
Estos ataques terminarían dañando la antena trasmisora y, a fines de abril, Powell es trasladado a Radio Nacional Comodoro Rivadavia -estudios estratégicos en el vínculo con los soldados del teatro de operaciones, y la población civil patagónica, temerosa de ataques aéreos: afortunadamente la única alerta roja que se escuchó un 22 de mayo fue falsa-, quedando hasta la rendición solamente Péndola, con escasas horas de emisiones. La pérdida además implicó que la radio deje de transmitir al éter, y únicamente, se escuchaba en el viejo sistema de cable, eregido dentro del perímetro de Puerto Argentino. Este primitivo sistema había sido emplazado en 1929 , y varios implementos databan de la Primera Guerra Mundial. A partir de mayo pelearían solamente las ondas cortas de RAE en la Batalla del Aire, con ciclos que se grababan en varios idiomas, japonés incluído -uno de los países que más cartas envío a RAE apoyando la soberanía argentina-, en el edificio de la calle Ayacucho al 1500 y, en un improvisado rincón de la Casa de Gobierno, por el locutor Jorge Secchi. Sin embargo no batallaban solos los profesionales de Radio Nacional, con ellos peleó por las Malvinas Argentinas, Liberty.
Mientras la Task Force navegaba tranquilamente a una victoria asegurada, salvo en la mente mesiánica de los militares argentinos, y ayudados por la inteligencia norteamericana y chilena, en Buenos Aires comenzaba a operar Radio Liberty, en la frecuencia de 17740 Khz. Su principal misión era desalentar a los soldados y marinos de la Corona, con voz sensual, algo norteamericano tal vez, y un fondo de los Beatles, con este speech, “Ya nos conocemos. Yo soy Libertad, vos sos Tommy, sos hincha del Tottenham Hotspur. En este momento estás navegando en alta mar, así que he decidido hacerte compañía. ¿Te acordás de tu ciudad natal? (se escuchan campanadas del tradicional reloj Big Ben).¿Hace mucho que no lo escuchás? Estás muy lejos de las cosas que amás, familia, amigos, pero no quiero que estés tan solo y te voy a acompañar en este tramo”, transcribe el investigador Diego Rodríguez, citado por Ulanovsky. Y así se presentaba, “Hola, soy Libertad. He decidido mostrarme al mundo, desde una tierra muy lejana para ustedes y muy cercana para nosotros. Yo soy las islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur. Yo soy una voz, un espíritu, un país. Soy quien con orgullo puede hoy decir que el mundo escucha cuando Argentina habla”, en la locución, algo que reconoció muchos años después, de la conductora Silvia Fernández Barrios, que por ese entonces era locutora de Argentina Televisora Color (LS82 TV Canal 7). Los contenidos resultaban producidos por el locutor y periodista Enrique Alejandro Mancini y el coronel de inteligencia Alberto Benard, Mancini puso su exquisita -prohibida- discoteca de música británica, en cada uno de los programas, grabados en Radio Municipal, y que se transmitían desde la Planta de General Pacheco. Liberty pretendía un remedo de la histórica Rosa de Tokio, el servicio radial del imperio japonés dirigido a los Aliados de la Segunda Guerra Mundial, aunque en los ochenta no se trataba de desinformar sino de profundizar en sentimientos y más allá, en un tono que rozaba lo erótico.
En una entrevista Fernández Barrios, que recoge Ulanovsky en lavaca.org, manifiesta, “Los ingleses, todos soldaditos jóvenes, no tenían ni pálida idea de lo que era o significaba Malvinas. Pero más allá de mi tono amigable, mezcla de emoción y sentimiento, yo era quien era, alguien que detesta las guerras y que no quería que los ingleses vinieran. Si está bien o mal no se discute: son las reglas de la guerra, en donde no hay libertad de expresión, en donde no existe la libertad de prensa. Más allá de que a mí no me guste, está bien que así sea. Cuando tu país está en guerra no podés ser neutral. No me siento mal por haberlo hecho. Tampoco me siento una heroína. Fue parte de ese momento”, concluye arrepentida la periodista de no haber guardado los libretos. La última emisión de Liberty fue el mismo 14 de junio, día de la triste rendición del general Menéndez a medianoche. Ya no hubo necesidad de pedirles con una voz dulzona que se vuelvan a la pérfida Albión. Habíamos perdido.
Fuentes: Ulanovsky, C. Pelayes, S. y equipo. La Radio Nacional. Voces de la Historia. 1937-2010. Buenos Aires: Radio Nacional. 2010; van der Kooy, E. Cardoso O. R. Kirschbaum, R. Malvinas. La trama secreta. Buenos Aires: Sudamericana. 1984; Anderson, J. Malvinas. Informe secreto. En revista La Semana. Año VI. Nro. 331. Buenos Aires. 1984; lavaca.org; gruporadioescuchaargentino.
Imagen: Histarmar.com.ar / Freejpg
Fecha de Publicación: 27/08/2021
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