¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Domingo 04 De Junio
Tenemos a un Libertador argentino que llegaba victorioso a Guayaquil, aquella ciudad que aclamaba en julio de 1822 la estancia entonces de un indómito Libertador venezolano. El escenario estaba listo con bombos y platillos. “América no olvidará el día que nos abracemos”, los laureles al estilo emperadores romanos, preparados por jóvenes ecuatorianas, estaban en las gateras mientras los ojos de las grandes potencias europeas miraban con recelo. San Martín-Bolívar. Bolívar-San Martín. Pero, cuando cayó el telón, uno partió sin regreso y el otro quedó para completar la Independencia latinoamericana. Ese mismo año nació “el misterio de Guayaquil”, o una de las grandes zonceras nacionales en palabras de Arturo Jauretche.
Porque de misterio tiene poco y nada. Incluso porque quedó develado en cartas de los mismos implicados, por algunos confidentes cercanos como Tomás Guido, en el caso de San Martín, o el general Santander, de parte de Bolívar. Vayamos al relevo de pruebas. Una de las más poderosas es el grado de agotamiento físico y moral del Libertador argentino, en aquel entonces Protector del Perú, con un ejército diezmado tras su partida de Mendoza en 1817, y resistencias tanto en la alta sociedad limeña como en el Gobierno de Buenos Aires. San Martín era consciente que para el golpe final a los realistas, que aún resistían en el Alto Perú fuertemente armados, necesitaba al ejército disciplinado y poderoso que había triunfado recientemente en el Waterloo colombiano, la batalla de Carabobo.
Otra es la diferencia de proyectos. Si bien ambos coincidían en que los jóvenes países latinoamericanos no resistirían repúblicas democráticas, diferían en tanto a la forma de gobierno, ya que San Martín prefería una monarquía con ascendencia europea. En cambio, Bolívar insistía en un poder centralizado en manos de compatriotas. Finalmente sin acuerdo, tal vez con cierto gusto agridulce ya que expresó sus deseos de acompañar el fin de las guerras libertadoras, aunque sea bajo las órdenes de Bolívar, San Martín decide empezar su autoexilio. Primero en Mendoza, donde fue espiado y hostigado desde Buenos Aires, y luego en Inglaterra, Bélgica y Francia, bajo la célebre máxima “mi sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas”
Sarmiento, en su discurso ante el Instituto Histórico de Francia en 1847, luego de haber pasado varias tardes en Grand Bourg con el anciano general, comentó el encuentro de Guayaquil basado en las dificultades del Ejército sanmartiniano y las diferencias ideológicas. La presencia del mismo San Martín es una prueba de que se había acabado el misterio. Sin embargo, casi no se menciona este hecho tan determinante. Y es que, desde el mismo 1822, en la prensa porteña ya se hablaba de la enigmática partida del patriota correntino (El Centinela, 18 de noviembre de 1822, AGN). Y luego las historias oficiales nacionales como la de Bartolomé Mitre no hicieron más que seguir con esta historia que ahondaba más en las diferencias que en los acuerdos. Tal vez tanto sus contemporáneos como las sucesivas generaciones no pudieron entender a dos hombres que se la jugaron por la libertad y la soberanía, más allá del interés personal.
Uno el estratega, San Martín, quien prácticamente liberó media América del Sur con muy pocas batallas de magnitud; el otro, Bolívar, un revolucionario temerario de mil combates. Uno, austero, riguroso en extremo, lacónico pero de palabras verdaderas. El otro, un artista orador, un exhibicionista que también dijo: “Si cualquier hombre llega a ser esencial para una nación, esa nación a la larga no existirá”. Ambos auténticamente latinoamericanos con sus defectos, temerosos de la anarquía y la desidia, aunque solidarios en sus esperanzas y en el sueño aún por realizar de una América unida.
Fuentes: Nicholson, I. Los Libertadores. Valencia: Ediciones Martínez Roca. 1969; Jauretche, A. Manual de zonceras argentinas. Buenos Aires: Corregidor. 1999; Piñeiro Alonso, A. El periodismo porteño en la época de la Independencia. Buenos Aires: Academia Nacional de Periodismo. 2008.
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Fecha de Publicación: 22/08/2020
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