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Buenos Aires - - Lunes 27 De Marzo

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Eva antes de Evita

Eva Duarte a principios de los cuarenta parecía al fin tocar el cielo. Allí estaba cuando el coronel Perón le cambiaría su vida. Y la de todos los argentinos.

Historia
Eva Perón

Eva Perón generalmente es dimensionada y valorada, para bien o para mal, a partir de 1946. Es cuando ocupa un papel central en la consolidación del peronismo, no sólo en la conocida acción diplomática en el exterior, o la implementación del brazo social del presidente Perón, sino en la memoria popular. Evita fue, también para bien o para mal, la realización de la doctrina peronista que pervive entre los argentinos. Ríos de tinta detrás de la Evita de 1946 a 1952, en cambio, pocos se remontan a indagar  los años anteriores. Si bien hay trabajos pioneros como el de Juan José Sebreli, a los ojos de muchos “esa mujer” apareció de la nada, con un halo del color que se mire. Poco tiene que ver esto con una Eva Duarte que llevaba cincuenta radioteatros, siendo figura de Jaime Yankelevich,  giras por Argentina y Uruguay con importantes compañías, más apariciones en el cine argentino. Quien conoce a Perón en un evento benéfico por las víctimas de San Juan, tras el terremoto, no era una desconocida de las tapas de las revistas. Claro que la carrera artística quedaría sepultada con el sismo que sacudiría el suelo nacional desde el 17 de octubre de 1945.

María Eva Duarte nace en Los Toldos el 7 de mayo de 1919, una fecha que se fraguó con posterioridad a una falsa de 1922, seguramente con el fin de evitar el escarnio del “hijo natural” Era hija de un arrendatario de Chivilcoy, Juan Duarte,  y en el parto efectuado en la estancia “La Unión”, la asistió una matrona indígena, Juana Rawson de Guaiquil. Los campos arrancados a la tribu de Coliqueo cobijaron el nacimiento de la “abanderada de los humildes” María Eva resultaba además la quinta hija de Juana Ibarguren, quinto retoño también con Duarte; un hombre quien vivía la no tan extraña doble vida de los estancieros bonaerenses del novecientos. Residían en una casa de la calle Francia 1021 –que aún se conserva, hoy Eva Perón 1026- y llevaban una vida humilde aunque con perspectivas de ascenso, un hermano de la vasca Ibarguren llegó a jefe del ferrocarril local.    

Y ocurre en 1926 un hecho que desencadenaría el cambio repentino de rumbo familiar y, posterior, mudanza a Junín. Fallece Juan Duarte en un accidente automovilístico. Un relato habla de que la niña Eva no puede despedir a su padre, ya que la esposa legal del estanciero, impide la entrada al velorio hasta que el hermano del difunto intercede por  “estos infelices que quieren verlo por lo última vez” Del otro lado, la hermana Erminda cuenta una historia totalmente diferente, con un padre velado “silenciosamente” por Doña Juana y sus hijos, que los besaban “con un tono religioso, con la mirada triste de las hijas del primer matrimonio de papá”,  mientras la madre transfiguraba el dolor en la necesidad de “fortalecernos” Sea cual fuese la verdad, poco importa, en la mirada de Sebreli, “la moral de la familia legal es al fin la moral del propietario y ser bastardo –o hijo natural- no significaba otra cosa que estar desposeído…no sólo los bastardos, aquellos quienes una combinación de circunstancias incontrolables hicieron distintos de los demás, están exiliados de la sociedad; también están los proletarios, los colonizados, todos los oprimidos de la tierra” “Mi obra no es filantropía” – aparece en “La razón de mi vida” (1952) de Eva Perón - “ni es caridad, ni es limosna, ni es solidaridad social, ni es beneficencia…es estrictamente justicia…la limosna y la beneficencia son para mí ostentación  de riqueza y de poder para humillar a los pobres”, cerraba en lo que parece una reivindicación que viene de allá lejos y hace tiempo, de los caminos polvorientos de Buenos Aires anterior a la democracia de masas.

 

Camino a su destino

En Junín se asienta una madre soltera con cinco bocas, una de las hermanas, Blanca,  empieza a trabajar de maestra, otra, Elisa, en el correo, y el varón, Juan, en una farmacia. Doña Juana cose que te cose en una vieja máquina con dolores intensos de una incontrolada úlcera. Eva sueña con ser actriz y participa en todo acto y representación escolar, “cuando hablo a los hombres y mujeres de mi pueblo, siento que estoy expresando aquello que intentaba decir cuando declamaba en las fiestas de mi escuela”, diría en 1949. Y también conoce algunos caudillos yrigoyenistas como Moisés Lebensohn.

En 1934 hace lo imposible para que su madre convenza al popular cantor  Agustín Magaldi sobre un posible padrinazgo en Buenos Aires. Y en esa gira en Junín, la pasión de Eva tuerce el destino, y sacan pasajes en tren para cuatro, Juana, Eva, Magaldi y su esposa. Lo cierto es que a los pocos días de vivir con la familia Magaldi, Eva Duarte decide cumplir su sueño en soledad.   Muchas privaciones y sacrificios en una adolescente pueblerina de 16 años, horas inútiles en las puertas de las poderosas broadcasting, algunos meses de estudio dramáticos en el Consejo de las Mujeres, y consigue finalmente en 1935 un pequeño papel en la compañía de Eva Franco. Al año siguiente realiza una gira nacional con Pepita Muñoz y Eloy Álvarez y su futuro se asoma fulgurante.  Uno de los compañeros queda internado, y se prohíbe al elenco la visita, por miedo al contagio. A Eva le da pena y le lleva alimentos,  acompañándolo unas horas. Y se contagia perdiendo el trabajo “Dicen que soy una resentida social. Y tienen razón mis súper críticos. Soy una resentida social –acotaría ya Eva Perón, que con su triunfo representaba el triunfo de todos los cabecitas negras, provincianos como ella, y que cambiaron la fisonomía porteña desde los treinta- pero mi resentimiento no es lo que creen ellos –la oligarquía- Mi resentimiento social no viene de ningún odio. Sino del amor: el amor por mi pueblo cuyo dolor ha abierto para siempre las puertas de mi corazón” Catorce años después de aquel incidente en las rutas argentinas, y durante su mítica labor en la Fundación Eva Perón,  besará a una mujer con los labios ulcerados.

1937 parece acabarían los padecimientos con sus primeros papeles en cine con Pedro Quartucci. Parece porque debe cubrir una estafa de su hermano Juan, ¡Ay, Juancito!, a la Caja Nacional de Ahorro Postal. Vive en un pobre inquilinato de Riobamba, entre Lavalle y avenida Corrientes, que no se condice con su estrella en marcha.  A fin de ese año logra pequeñas participaciones en Radio Belgrano y es dirigida por  Armando Discépolo. Radio Mitre y Radio Prieto empiezan a colocarla frente a elencos  y se anima a probar éxito otra vez en teatro, en las compañías de Camila Quiroga y Tomás y Leopoldo Simari, y en cine, en “El infeliz del pueblo”  (1941) que protagoniza Luis Sandrini. Sin embargo la radio sería el trampolín definitivo para Eva Duarte con los ciclos en Radio El Mundo y Radio Argentina, y especialmente uno que inicia en 1943 en Radio Belgrano, y concita una gran audiencia en todo el país. Son radioteatros escritos por Francisco Muñoz Azpiri, quien luego redactaría algunos de sus discursos, y novelan  grandes mujeres de la historia como Isidora Duncan, Rosario Pérez Zelada, héroe de la lucha contra la fiebre amarilla en 1871, o Catalina la Grande, emperatriz de Rusia. Fue un éxito desde el primero donde interpretaba a Madame Lynch, esposa del presidente de la república del Paraguay, Francisco Solano López,  depuesto por la fratricida Guerra contra el Paraguay (1865-1870) Hacia fines de año dirige en la misma radio “Hacia un futuro mejor”, un programa de “exaltación argentinista”, que alaba a los militares golpistas de junio,  quienes controlaban férreamente los medios.  Ya la conocen como Evita Duarte.  Se acerca la noche del 22 de enero de 1944 en el Luna Park para que se la asocie eternamente a otro apellido.  

 

Postales de Evita

La polémica arrasará con la sola mención de Eva Perón. Amada u odiada, objeto de consumo de la cultura global, a nadie deja indiferente porque fue una mujer diferente, que podía doblegar al personaje más poderoso de la época, el mismísimo coronel Perón, “yo la miraba y sentía que sus palabras me conquistaban, estaba casi subyugado por el valor de su voz y de su mirada” recordaba el tres veces presidente de los argentinos en “Del poder al exilio”

Dos miradas contrapuestas para entender cómo vemos los argentinos a Evita. Sebreli en 1956 opinaba en la revista Contorno, “Es posible que Eva Perón hiciera lo que nunca había sido antes –reformadora social, tribuno popular, oradora, dirigente gremial, viajera, escritora, polemista- para vengarse de todas las humillaciones y ofensas sufridas en su oscura vida de actriz fracasada, como nos lo explican los sicólogos antiperonistas. Es posible que optara cruzar el Puente Avellaneda –N. de R. el 17 de octubre de 1945,  Eva Perón permaneció en el departamento de la calle Posadas- porque le cerraron las puertas de Barrio Norte. Es probable que también fluyera su infancia miserable, su condición de hija natural, de hermana menor, de provinciana, y, en última instancia, de mujer”

La escritora Julia Prilutzky Farny recordaba otra Eva, “el trabajo en la Subsecretaría duraba horas y horas. Eva entraba entre una doble fila de gente, y tenía ese rasgo innato del político: reconocer a cada uno por su nombre. Y así, cuando llegaba a su despacho, ya había atendido cincuenta asuntos en el camino…después, gente que iba, venía. Que espera –a veces, horas- pero que salía de allí con su problema totalmente solucionado. Sin cabos sueltos. Y así durante días. Sin horarios. Años después, ya al final de su vida activa, de su vida en la Subsecretaría, en algún instante se levantaba bruscamente. Medianoche. El trabajo seguía. Se paraba de pronto, atendía a alguien, se volvía a sentar. La una, las dos. Caminaba mientras anotaba datos. Y cosa notable: hacía fichas asistenciales de memoria…comenzaba a sentir dolores…el andar era una manera de disimular. Pero había un momento en que el cansancio era más fuerte. Y entonces se arrodillaba en una silla, con los brazos en el respaldo…la persona a quien estaba atendiendo no hablaba más. Y entonces, Eva sonría, “no, no, señora, por favor, sígame explicando. No se preocupe. Yo la escucho””    Las mil caras de Eva, una mujer extraordinaria que entró a las 20:25 de la noche del 26 de julio de 1952 “a la inmortalidad" del pasado, presente y futuro nacional.

 

Fuentes: Eloy Martínez, T. Santa Evita. Buenos Aires: Planeta. 1995; Sebreli, J. Eva Perón ¿aventurera o militante? Buenos Aires: Siglo Veinte, 1966; Halac, R. Cernadas Lamadrid, J. Eva Perón. Yo fui testigo. Buenos Aires: Perfil. 1986; Luna, F. (comp) Historia de la Argentina. El sistema peronista (1949-1955). Buenos Aires: Hyspamerica-Crónica. 1992; Capsiski, J. Prehistoria de Eva Perón en 500 años de Historia Argentina. Buenos Aires: Abril. 1988

Fecha de Publicación: 07/05/2021

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