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El primer congreso por la independencia: la Patria Grande de Artigas, 1815

Siguiendo el espíritu independentista de la Asamblea del Año XIII, se reúne en Arroyo de China, actual Concepción del Uruguay, a instancia de Artigas. Su fracaso es una sombra que permanece.

Historia
independencia argentina

Hacia 1815 José Artigas, el Protector de los Pueblos Libres, era la representación a caballo, y en las tolderías, del americanismo de San Martín y Bolívar, desde la Banda Oriental a Cuyo y Misiones. Ni más ni menos. Conocedor como nadie de la profundidad rioplatense y litoraleña,  y sus gauchos, negros e indios, este capitán que no llevaba uniforme sino una civil levita azul,  con sus resoluciones federalistas y populares ponía los pelos de punta a los autoridades de Buenos Aires. Varias veces los porteños intentan aplastarlo y fracasan estruendosamente, incluído que precipita la caída de Alvear. Para adularlo los representantes del director supremo de la Provincias Unidas del Río de la Plata le ofrecen independizar la Banda Oriental a su mando -y que fusile a los prisioneros porteños si “le place”  Y fueron incontables las veces que Artigas rechazó tal “generosidad”, según el prócer máximo de los uruguayos las futuras Argentina y Uruguay debían permanecer unidas. El Congreso del Oriente fue su mayor esfuerzo y su mayor derrota del sueño de la Patria Grande. A partir de 1816 comienza su declive, abandonado de este lado del charco y con los portugueses desfilando por su querida Montevideo, y que culminaría en su exilio en Paraguay por treinta años. Los vecinos guaranís de su humilde chacra lo llamaban en los años finales Carai Marangatú, Padre de los pobres.

Ante la dilaciones de las autoridades bonaerenses por declarar la independencia, en medio de la restauración absolutista de 1815 y las maniobras de las diplomacias inglesas y portuguesas contrarias a la emancipación, Artigas decide convocar por su cuenta a un congreso que profundice las propuestas de sus delegados en la Asamblea del Año XIII. Soberanía, reforma agraria, libre comercio y federalismo, básicamente “Creo oportuno – escribió Artigas-  reunir en Arroyo de la China un congreso compuesto de diputado de los pueblos -se refiere a la recientemente constituída Liga de los Pueblos Libres, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Misiones, Corrientes y la Banda Oriental-, y para facilitar su modo de elección, tengo el honor de acompañar a VS el adjunto reglamento… se procede en ese departamento a la reunión de asambleas electorales, encargando muy particularmente que los ciudadanos a quienes haga recaer la elección, sean inmediatamente provistos de credenciales y poderes, y se pongan en toda prontitud en camino al indicado punto de Arroyo de la China”, un lugar equidistante entre las playas de Maldonado y las sierras cordobesas, y establecía el general con un adjunto reglamento eleccionario de tendencias inéditas democratizantes. E instruye a su hijo adoptivo y soldado de Manuel Belgrano en 1811, el indio Andresito Guazurarí y Artigas, que cada pueblo nativo envíe también su voz y voto. Arriba Andrés Yacabú, entre otros, y Artigas los recibe “con todo el afecto que ellos se merecen. Lo he obsequiado conforme al estado de pobreza que nos rodea”, cierra la cita Ricardo de Titto. Una pobreza que se extiende a pueblos patrios agotados y que sostienen la lucha contra los realistas -y portugueses-. Una de las más pudientes, Santa Fe, se reduce a un solo representante, Pascual Díaz de Andino, debido a la “escasez de erario”

“Promueva, proponga y discuta y sancione todo los puntos concernientes a fijar de una vez el sistema proclamado en esta América de su libertad e independencia, y la de cada uno de los Pueblos Unidos” son las instrucciones del cabildo santafesino a de Andino, y agregaban, “haciendo que se reconozca por provincia independiente, con todo el territorio de comprender su jurisdicción… que convengan a un perfecto gobierno federado y a la conservación de los derechos de los pueblos… promueva en dicho congreso el bien general de todo los pueblos unidos” aparece en un preanuncio del preámbulo de 1853. Unos meses después el general Viamonte ocuparía militarmente esa ciudad para debilitar a la Liga.

La Casita de Arroyo de la China

No existe, claro. No quedan demasiados registros de las conversaciones ni hay un acta. Poco antes del inicio de las sesiones los delegados de Buenos Aires y Montevideo retiran sus aviesas delegaciones y Córdoba asiste demorada con José Antonio Cabrera, que intentó sumar luego a los porteños con un “éxito desgraciado… para tratar los medios de unión libre, igual y equitativa, con el gobierno de Buenos Aires y fundar sobre esta base, una paz sólida y verdadera”  Es cierto también que representaba Cabrera a un cordobés gobernador Díaz ambicioso estar bien con Buenos Aires y con la Liga, tal vez en la aspiración de jugar su papel en la organización nacional en ciernes.

Un 29 de junio de 1815 se inician las sesiones con un discurso inaugural de Artigas, y  ante 20 congresales, se declara la independencia de España, se discute la organización política de los pueblos libres bajo formas deliberativas populares y republicanas, se fija el papel central de las comunidades indígenas, el comercio interprovincial y con el extranjero, y la posibilidad de extender la confederación del Río de la Plata al resto del ex virreinato. Terminada en agosto las reuniones, unas semanas antes enviados del congreso entrerriano intentan negociar con el director supremo Álvarez Thomas. Luego de ser detenidos y humillados reciben la respuesta de un secretario de bajo rango: o independencia total de la Banda Oriental, o envío incondicional de diputados al Congreso de Tucumán de 1816, que había sido ordenado por la Junta de Observación porteña el 5 de junio; una decidida acción de los patriotas independentistas que debilitaba sin embargo la iniciativa artiguista. Por este motivo al año siguiente no habrá diputados liguistas de la Banda Oriental, Entre Ríos,  Corrientes y Santa Fe. Cabrera, en nombre de un ambiguo gobierno provincial cordobés, será el único futuro argentino que asistió a los dos congresos por la Independencia.

Inmediatamente Artigas en el campamento de la villa de la Purificación -Salto-, cerca de los gauchos y los guaraníes, sea aboca a tomar medidas concordantes con los dictámenes del congreso aunque las limita a la “Banda Oriental del Uruguay”, posiblemente para evitar más derramamiento de sangre entre hermanos. Una de las primeras promueve un reglamento aduanero igualitario entre los puertos y el campo productor. También dicta un reglamento tendiente a repartir tierras con el criterio de que “los más infelices serán los más privilegiados” y se incluirá en el reparto a “los negros libres, los zambos de toda clase, los indios y los criollos pobres” Del otro lado de la orilla se promulga la Ley de Vagos de Manuel Oliden, a pedido de los hacendados, y que establece que todo aquel que sea declarado vago está obligado a prestar servicio el ejército durante cinco años, o integrarse a la peonada rural por dos a diez años de conchabo -trabajador a las órdenes forzadas de un estanciero, generalmente mal pagos- Otro salto al río marrón del momento, Artigas crea una escuela y una biblioteca pública en Montevideo, “sean los orientales tan valientes como ilustrados”, persigue a los especuladores de la tierra, regula las acciones de la jerarquía religiosa, firma acuerdo comerciales con Inglaterra, y genera campañas de vacunación. La fuerza democrática del Congreso de Oriente empieza sacudir a las Provincias Unidas y la bandera tricolor, celeste, blanco y una banda cruzada roja, es sinónimo de pueblos libres.

Mi general Artigas

El comerciante John Parish Robertson estampa los justos acuerdos comerciales  con Artigas por la Corona británica -Robertson sería el negociador de Rivadavia en la firma del ruinoso empréstito con el Baring Brothers en 1824. Y nos regala un semblante de Artigas en los tiempos en que Villa Purificación era la capital política desde el Atlántico hasta Los Andes, “heme ahora cabalgando a su derecha por el campamento. Como extraño y  extranjero me dio preeminencia sobre sus oficiales…quienes lo seguían con el sentimiento de perfecta familiaridad. Todos se llamaban por su nombre de pila, ni capitán o Don, excepto al dirigirse a Artigas, que lo hacían con la evidentemente cariñosa, y a la vez familiar, expresión de “mi general”… tenía alrededor de 1500 seguidores andrajosos… eran indios principalmente sacados de los decaídos establecimientos jesuíticos, admirables jinetes y endurecidos en toda clase privaciones y fatigas… chaquetilla y un poncho ceñido la cintura a modo de kilt escocés…un par de botas de potro, grandes espuelas, sable, trabuco y cuchillo, el atavío artigueño” y lanza una explicación inoxidable con sus ojos azules sobre el por qué del poder político del caudillo rioplatense, “muy poco tiempo después de estallar a la Revolución, los habitantes de Buenos Aires se mostraron inclinados a enseñorearse de las ciudades y provincias del Interior… Y la superioridad, y a menudo arrogancia de los porteños, disgustaba mucho a los habitantes del Interior, que proveían los ejércitos revolucionarios… tan pronto como las armas de Buenos Aires sufrieron reveses en el Perú, Paraguay y Banda Oriental, los ciudadanos se negaron a obedecer,  nombraron gobernadores de su elección, y  para fortificar su mano, pidieron ayuda de Artigas, el más poderoso y popular de los jefes alzados. Así quedaron habilitados para hacer causa común contra Buenos Aires. Cada pequeña ciudad conquistó su propia independencia pero a expensas de todo orden y ley”, concluye mientras en Tucumán empezaría otro capítulo entre centralistas y federalistas, de espaldas a los 15 mil portugueses que estaban invadiendo el Uruguay. San Martín en soledad apoya la lucha artiguista, mantiene correspondencia entre Mendoza y Paysandú, pero los preparativos del Ejército Libertador de Los Andes y la presión por la Independencia con sus delegados, y espías, insumen todas sus energías. En fin, Tucumán también fue la respuesta frente al líder de la Campaña Rioplatense, al Protector de los Pueblos Libres, el arquetipo denostado de la “democracia semibárbara”, José Artigas.

 

Fuentes: De Titto, R. Las dos independencias argentinas. Sus protagonistas. Buenos Aires: Editorial El Ateneo. 2015; Luna, F. Los caudillos. Buenos Aires: Planeta. 2014; Robertson, W. y J.  Cartas de Sud-América. Buenos Aires: emecé Editores. 1950.

 

 

Fecha de Publicación: 11/10/2020

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