¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 01 De Abril
La vida anterior de Juan Perón al 17 de octubre de 1945 resultó el arca perdida de historiadores y periodistas. Y lo siguió siendo tanto como que recién a fin de siglo pasado se constata que su nacimiento fue en Roque Pérez, no en Lobos, y que probablemente fue el 7 de octubre de 1893, y no el 8 de octubre de 1895 como repite la liturgia peronista. También resultaban difusos sus primeros años cuando la familia abandona Buenos Aires para sufrir una dura vida en la Patagonia, en la estancia Chank Aike situada al noroeste de Río Gallegos, primero; y luego en la estancia La Masiega, de Puerto Camarones, entre Puerto Madryn y Comodoro Rivadavia. Parte de estos tiempos en las duras e infinitas estepas patagónicas quedaría resuelto en las largas notas que Tomás Eloy Martínez enviaba a la revista Panorama en 1970, fruto de las entrevistas con el anciano general en Madrid, y en la previa de su retorno al Poder en 1973. Algo que según el estadista fundador del partido mayoritario argentino marcó a fuego su alma, “creo que toda la familia recibió en la Patagonia una lección de carácter. Yo doy gracias a Dios por eso: he comprendido que esos cinco años en lo que se formó mi subconsciente ejercieron una influencia favorable sobre el resto de mi vida”, admitía Perón de un realidad de veinte grados bajo cero, y donde los perros salvajes “valen más que varios peones”
Los biógrafos Enrique Pavón Pereyra e Hipólito Barreiro revelaron que había nacido el 7 de octubre de 1893 en un rancho de Roque Pérez de la calle Mitre (sic), que aún se conserva en pie, y que se llamó Juan Domingo por los nombres de sus dos abuelas. Y se lo anotó como Sosa. Era hijo natural de Mario Tomás Perón, quien ejerció de juez de paz en La Plata, y en 1890 se trasladaría primero a Roque Pérez, y luego a Lobos, para administrar una pequeña estancia heredada de su padre; y Juana Sosa, una humilde mujer con sangre quechua y tehuelche “Nunca olvidés sobre todas las cosas que sos criollo”, era una máxima del padre Mario, hijo a su vez Tomás Liberato Perón, un afamado médico que intervino en el Guerra contra el Paraguay, fundador del Consejo Nacional de Higiene y diputado y senador conservador -antes de la milicia, los padres de Juan Perón querían que se dedique a la medicina como el abuelo.
Resulta difícil determinar el por qué la familia decide hacia 1900, o antes, mudarse a la inhóspita Patagonia, cuando ni siquiera existían las provincias. Según Perón porque para el padre Lobos se estaba convirtiendo en “un arrabal de Buenos Aires”, aunque en esos parajes bonaerenses vadear el Río Saladillo podía llamarse un deporte extremo. Y entrega una semblanza de los progenitores a Eloy Martínez, “mi padre era severo en todo lo que se relacionada con nuestra crianza. Aprovechaba cualquier cosa para darnos una lección. Y no por eso sentíamos menos su cariño -estaba con su hermano mayor Mario, que sería un brillante administrador del zoológico porteño- Salíamos juntos a cazar avestruces y guanacos. A menudo nos pegábamos unos buenos golpes, porque moverse a caballo en la pampa patagónica encierra muchas sorpresas. Teníamos ocho galgos que hacían el trabajo de la caza, pero para seguirles era preciso galopar. Y mucho. Para jinete, mi madre. Ella era una amazona. Y en la cocina, ni hablar: toda la manejada con seguridad. Veíamos en mi madre al médico, al consejero y el amigo. Era la confidente y el paño de lágrimas. Cuando aprendimos a fumar, lo hacíamos en su presencia”, recordaba Juan a Doña Juana,que compartía la soledad de la “lucha diaria que era vivir en Chank Aike” con una bondad por los pobres “proverbial”.
“Acaso aprendí a montar a caballo antes que a caminar. Cuando llegué al hogar patagónico mi padre estaba en Puerto Camarones, tratando de organizar las bases de un establecimiento ganadero que nos permitiera subsistir con cierta independencia. Recuerdo el primer regalo de mi progenitor: una excelente carabina de caza. Él mismo llevó hasta Comodoro los pingos de la tropilla predilecta, con sus antiguos peones y amigos probados, que los tenía a montones en Lobos, en Roque Pérez, en Navarro. Guiándose por el mapa de las estrellas sortearon los graves inconvenientes del raid, que culminaría con la instalación de los animales sobre aquella meseta basáltica donde transcurrió buena parte de mi niñez patagónica. Escrito está que el hombre inició su marcha con sus piernas más que con su cabeza. Y como hombre de a caballo no tardé en hacerme íntimo amigo de aquellos troperos de novela épica que mi padre trajo contratados para su aventura pobladora del sur”, contaba a Enrique Pavón Pereyra de los primeros pasos en la infinidad del Sur, entre las primeras enseñanzas de un amigo del padre venido de la ciudad, y la caza, que comenzó de muy chico, al igual que andar a caballo, porque uno de los primeros regalos de su padre fue aquel rifle calibre 22.
“Mi primer amigo fue un paisano, Sixto Magallanes; para todos, el Chino Magallanes. Era domador en Lobos. Con él hice mi primer paseo a caballo antes de caminar. Así empecé mi vida en común con los paisanos hasta que tuve mi primer petiso, un tordillo manso con el que salía al campo junto con la peonada, después de tomar mate la cocina. Mi padre, que no anhelaba otra cosa sino hacerme hombre, alentaba mis salidas al amanecer, como se usaba entonces en el campo argentino… esa fue mi primera escuela. Aprendí a conocer los valores enormes de humildad y la vacuidad de la soberbia… cuando le pregunté a qué venía tanta consideración con un indio me respondió: “¿No has visto la dignidad de estos hombres?... Nosotros hablamos ahora indios ladrones y nos olvidamos que somos nosotros quienes les hemos robado todo a ellos””, comentaba de hombres sufridos, como los peones de su padre, que realizaron un arreo de dos mil kilómetros con ganados y caballos de Buenos Aires a Santa Cruz, mientras la familia Perón llegaba al Sur en un barco a vela. Muchos después el mismo Perón diría que aquella experiencia infantil, de fríos amaneceres entre recios gauchos e indios, fue el germen del Estatuto del Peón.
“En esas regiones patagónicas el invierno se ajusta a ciertas reglas cíclicas: cada cinco años más o menos viene lo que allí llaman el invierno malo. El termómetro cae entonces a 25° bajo cero. Tuve que aprender a conocer el frío -otra experiencia que un viejo Perón admitía que le fue de mucha utilidad en los primeros años de la milicia- Suele nevar diariamente los nueve meses del año en torno del invierno, y los ríos y las lagunas se hielan por completo. Los carros con 5000 kilos de lana podían atravesar sin peligro las aguas congeladas. En 1904, Chank Aike nos regaló su peor invierno. La hacienda fue diezmada y mi padre se curó de sus ansias de libertad y su vocación para alejarse de todo lo que no fuera campo abierto”, explicaba Juan Perón la decisión familiar del año siguiente de instalarse a un par de leguas de Puerto Camarones, más cercanos además del poblado escuálido de Comodoro Rivadavia. Ese no sería el único cambio para el niño Juan, que allí más bien pasaría vacaciones entre 1908 y 1912. Porque en 1904 -¿o 1905? ¿con 8 a 10 años?- la familia decide enviarlo a Buenos Aires, a la casa de la abuela paterna en Ramos Mejía. Perón estudiaría la primaria en el Colegio Internacional, no en Olivos como suele decirse según Laura Beatriz Ferraris, sino en Caballito, escuela que funcionaba en Rivadavia al 5000, entre Acoyte e Hidalgo, y tenía el régimen de internado.
“Así, del gauchito llegado de la Patagonia, curtido y duro, me transformé en unos de los tantos estudiantes capitalinos… resultó una gran escuela para la formación de mi carácter, forjado en las duras condiciones de la vida patagónica, donde sólo la lucha contra el frío representa un esfuerzo casi sobrehumano…a los diez años no pensaba como un niño sino como un hombre”, comentaba un Perón que nunca olvidó el consejo de sus maestros de la Patagonia, ni aquellos gauchos, “mejor que aprender mucho, aprender cosas buenas”
Fuentes: Eloy Martínez, T. Las memorias del general. Buenos Aires: Planeta. 1996; Pavón Pereyra, E. Conversaciones con Juan Domingo Perón. Buenos Aires: Editorial Colihue/Hachette. 1978; Galasso, N. Perón. Formación. Ascenso y Caída 1893 1955. Tomo I. Buenos Aires: Colihue. 2011
Imágenes: Instituto Nacional Juan Domingo Perón
Fecha de Publicación: 08/10/2021
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