Ser Argentino. Todo sobre Argentina

Declaración de Foz de Iguazú. Argentina y Brasil, Hermanos

Suscripta por ambos países el 30 de noviembre de 1985 constituyó el germen del MERCOSUR. Si bien este bloque aún fracasa como plataforma económica concreta el ideal democrático y pacifista que soñaron Alfonsín y Sarney.

El puente internacional Tancredo Neves, un día soleado, recibía flamante a los  presidentes de los países que hermanaba, el argentino Raúl Alfonsín y el brasileño José Sarney. Y unía un sueño que se remontaba a San Martín y Bolívar, América Latina unida. Por algo se lo conoce más hoy por el Puente de la Fraternidad. “Durante sus conversaciones, que transcurrieron en una atmósfera de alta cordialidad y simpatía, los presidentes de Argentina y del Brasil, se congratularon por la inauguración del puente Tancredo Neves y resaltaron su expresivo significado como eslabón de unión real y simbólico entre las dos naciones. Destacaron, también, su importancia para el desarrollo de la región, confiriendo forma concreta a los legítimos anhelos de las poblaciones de ambos lados de la frontera”, se establece en un punto rubricado tan importante como la Declaración de la Independencia. Este documento que, además de un horizonte de bloque económico, lució punto salientes, la lucha contra el narcotráfico, el reclamo regional de la deuda externa, una política bileteral de energía, cooperación científica e industrial, apoyo continental al reclamo por las Islas Malvinas y el desarme nuclear,  en un mundo que bordeaba el abismo de una Tercera Guerra Mundial.

En cuanto a la relevancia histórica argentina, la Declaración de Foz de Iguazú es equiparable al Juicio a las Juntas entre los mayores logros de la presidencia radical, y quizá sea el único en el aspecto económico. Al día siguiente del acuerdo, Argentina convino una de las mayores exportaciones de cereales a nuestro vecino, en condiciones desventajosas para ellos. Y hasta 1989 se firmaron veinticuatro acuerdos entre los dos gigantes del Cono Sur, como nunca. Alfonsín lo hizo.

La famosa primavera de la gestión de Alfonsín tiene sus pilares en las soluciones -vacilantes- en paliar la crisis terminal de la economía, entre la discusión de la deuda externa y el éxito inicial del Plan Austral,  la política de derechos humanos, juicio a los militares genocidas incluído, y una activa participación internacional, desde la mediación en Centroamérica con el Grupo de Apoyo a Contadora a la resolución pacífica del conflicto con Chile en la boca oriental de Beagle -que inéditamente fue aprobado tras un plebiscito popular en 1984. Un frente interno que parecía aquietarse, con una inflación en el 2% mensual, aún lejana la pesadilla del 3600% anual de 1989, y un peronismo y sindicalismo desarticulado, los radicales obtienen el 3 de noviembre de 1985 un 43% de los votos, ratificada la gestión en todos los distritos menos en La Rioja, Corrientes, Formosa y, aún, el Territorio Nacional de Tierra del Fuego.

Este envión trazaría el camino al ya mítica Convención Radical de Parque Norte, 1 de diciembre de 1985, en la cual Alfonsín daría el discurso que apuntaba a una superación histórica, que venza grietas, irrealizables alianzas y grandes acuerdos, hacia un tercer movimiento nacional, o más bien, una convergencia de políticas, ideologías e intereses.  En ese “país del futuro” el presidente  imaginaba la “integración regional, que no será obra de un gobierno ni de un partido, ni podrá ser impuesta desde el Estado. A su concreción deben concurrir todos los sectores de la sociedad ” Para ello el día anterior, con Sarney en Misiones, habían dado el gran salto de fe, un Declaración de Iguazú que realizaba la “profundización y fluidez alcanzado en las relaciones argentino-brasileñas, que fortalece la permanente disposición de los dos pueblos a estrechar en forma creciente sus lazos de amistad y solidaridad”

El Puente de la Hermandad Latinoamericana

El puente Tancredo Neves es una maravilla de la ingeniería moderna, uno de los mayores arcos de hormigón del mundo con el vacío de 220 metros. Sobre el río Iguazú une Foz do Iguaçu, en Brasil, con Puerto Iguazú, en Argentina, en 489 metros, un ancho de 16 metros y un alto de 72. Además del paso vehicular posee el peatonal y un área de aduana, policía y turismo. Proyectado en 1979 en negociaciones de las dictaduras argentinas y brasileñas, con fines de control y vigilancia, se iniciaron las obras en 1983 y se inauguraría el 29 de noviembre de 1985, con otra intención, un proceso de integración pacífica y modernización democrática que superara a los dos países, ahora comunicados simbólica y territorialmente, y se extendiera a la región. Se acumulaban las experiencias sin continuidad promovidas por el Barón de Río Branco, canciller brasileño que lanzó la iniciativa del ABC entre Argentina, Chile y Brasil, firmada en 1915, y el presidente Perón en 1953, que intentó reflotar la propuesta ABC, ahora con una orientación de integración económica, con la reticencia del presidente brasileño Vargas. En los setenta surgió la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, “que terminó mal por razones inherentes”, analizaba Alfonsín en una larga entrevista con Pablo Giussani, “-no se puede- constituir una entidad regional de cualquier naturaleza -y mucho menos un mercado común- que deba empezar…en un acuerdo de una veintena de naciones…La Comunidad Económica no se constituyó de esta manera. Su punto de partida fue un acuerdo fundamental entre Alemania Federal y Francia, que por gravitación natural fue interesando y atrayendo luego a otros Estados. Este es el camino que estamos tratando de abrir ahora nosotros mediante el acuerdo de integración con el Brasil”, bosquejaba la cooperación económica europea, que no es ocioso recordar, emerge en los setenta preocupada por una defensa proteccionistas de las materias primas y los mercados del Viejo Continente, y arrancó en un humilde acuerdo de la industria siderúrgica y carbonífera, antes que ocupar bancas en un parlamento comunitario.

Con este idea de Alfonsín se avanzó en Iguazú en la creación de la Comisión Mixta de Alto Nivel para la Integración entre Brasil y Argentina. Esto fue una demostración de fuerzas y unión para salir juntos a flote, quebrando una rivalidad de centurias, una muestra de cooperación frente a las adversidades derivadas de largos procesos dictatoriales y recuperar las sumergidas economías propias. Algo que los demás Estados sudamericanos no podían ignorar, con los dos motores históricos económicos del continente amigos, y así se delineaba el MERCOSUR, que cumplió treinta años en marzo pasado. La Comisión Mixta estaba conformada por funcionarios y técnicos de alto nivel que articulaban para elaborar la modalidad y las bases para la cooperación e integración que reinsertan a Latinoamérica de manera conjunta en el sistema internacional. Si bien objetivamente era complejo, Brasil crecía en los ochenta a un ritmo del 10%, Argentina muy por debajo o, directamente negativamente en la denominada por los economistas Década Perdida, nuestro país recuperaba el liderazgo regional político, algo caro tanto en el programa yrigoyeneano, como en la mejor tradición de Luis María Drago y Carlos Saavedra Lamas.

“Por último, los Presidentes Raúl Ricardo Alfonsín y José Sarney reafirmaron enfáticamente que el proceso de democratización que vive el continente debe reconducir a una mayor aproximación e integración entre los pueblos de la región. Afirmaron asimismo que, para los latinoamericanos la democracia debe necesariamente significar paz, libertad y justicia social; se comprometieron a no ahorrar esfuerzos para que convivan en este continente sociedades que privilegien los principios de dignidad humana, cooperación, solidaridad, paz y bienestar. Concluyeron señalando que las relaciones bilaterales argentino-brasileñas serán ejemplo de este ideario”, en las líneas finales del documento. Hacia fines de 1989 la postura que comenzaba a reinar era la de la integración regional y ya no bilateral gracias a la Declaración de Foz de Iguazú. Y que la Democracia y la Paz habían llegado para quedarse.

“Nuestra supervivencia nacional”

“Lo hicimos todo sin intermediarios. Puedo simplificarlo: lo resolvimos con fotos. Una de Alfonsín en Itaipú, que resolvió las disputas por las aguas del Paraná. Después vino mi visita a (la usina de enriquecimiento de uranio ubicada en Río Negro) Pilcaniyeu”, recordaba el presidente Sarney del acuerdo bilateral histórico. No resultó tan fácil la recepción en Argentina.  “Muchos recibieron este acuerdo como una especie de excentricidad. Se dijo que habíamos bajado los brazos ante un coloso que nos iba a devorar. Se dijo que nuestra política formaba parte de una política de sumisión colonial a una metrópoli. ¡Cuántas cosas se dijieron!”, rememoraba el presidente Alfonsín en 1987 a Giussani, aún en caliente la debacle electoral de las legislativas, preludio del vaciamiento de poder que conduciría a la entrega anticipada de la presidencia a Menem en 1989, parte de la renovación peronista que estuvo inspirada -y aprendió de los errores - de la renovación radical, “Yo creo, en cambio, que con este acuerdo hemos dado un paso de enorme importancia, no solo para nuestro crecimiento, sino también para nuestra supervivencia nacional”, concepto que las gestiones siguientes trastocaron al sujetarse a Brasil y pretender coparticipar, si eso existiera, del protagonismo global verdeamarelo. En cambio, en la visión de Alfonsín, era el mecanismo que ayudaría a liquidar de una vez por todas el modelo agroexportador nacional, heredado de los Generación del 80,  sustentado en la expansión del mercado regional y la revolución tecnológica. En un siglo hiperconectado e integrado, de economías que se piensan a niveles globales y no en mercados nacionales, sigue siendo, como decía el estadista, “una opción de vida o muerte” para la Argentina y no quedar “atascados en la periferia del mundo, entre ser una nación moderna y quedar al margen de la Historia Universal” En los primeros meses de 1989 esta ilusión sería saqueada y luego vendría la “cirugía mayor sin anestesia” que modernizó al país a un costo de 50% de pobreza.

“Nosotros pensamos en una integración física, de áreas productivas, de complementariedad, en un modelo soñado, el de Europa. Concebimos eso en el Tratado (de Integración, Cooperación y Desarrollo) de Buenos Aires, en 1988 – recogen del presidente Sarney para infobae.com Eduardo Anguita y Daniel Cecchini, que junto al Programa de Integración y Cooperación denominado Picab de 1986 fueron otros pasos previos para el Tratado de Asunción de 1991 entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, marco del futuro MERCOSUR-Una integración por etapas, política, cultural, económica, para fortalecernos ante el mundo y crear oportunidades de desarrollo. Esas ideas están vigentes. Pero salimos del gobierno y los que vinieron después buscaron sólo que aumentara el comercio. Aumentaron las disputas, vinieron las peleas por el precio de las manzanas, de los zapatos, cosas de menor visión. Perdimos aquella idea grandiosa del MERCOSUR, de sumar países hasta llegar a una América del Sur unida. Esa era nuestra visión. Eso fue, poco a poco, destruido” En estos términos, el MERCOSUR sería más que un fracaso, una misión incumplida.

 

Fuentes: Giussani, P. ¿Por qué, doctor Alfonsín? Buenos Aires: Sudamericana-Planeta. 1987; Muiño, O. Alfonsín. Mitos y verdades del padre de la democracia. Buenos Aires: Aguilar. 2013; Unión Cívica Radical 1891-2011. 120 años de historia en sus documentos y aportes doctrinarios al pensamiento argentino. Buenos Aires: Instituto Nacional Yrigoyeneano. 2011; cancilleria.gob.ar/es/actualidad/noticias/declaracion-de-iguazu-1985.

Imágenes: Misiones Online // Télam // Twitter

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