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Darwin en el país de los argentinos

Una de las teorías trascendentales de la Humanidad se alumbró en la Pampa, la Patagonia y las Cordilleras. Impresiones de Charles Darwin, el genial naturalista gaucho.

Historia
Darwin en Argentina

Durante buena parte de los siglos XVIII y XIX los principales naturalistas viajaban a América Latina a fin de contrastar teorías. Félix de Azara, Alexander von Humboldt y Alcides d’Orbigny fueron  los principales aunque se suele olvidar que de todos ellos el que impacto científico tuvo para la posteridad fue quien introducía así un libro parteaguas, uno que cambió el curso de la Historia, según Sigmund Freud: “Cuando iba como naturalista a bordo del Beagle, buque de la marina real, me sorprendieron mucho ciertos hechos en la distribución de los seres orgánicos que viven en América del Sur y las relaciones geológicas entre los habitantes actuales y los pasados de aquel continente… parecían arrojar alguna luz sobre el origen de las especies, ese misterio de misterios”, adelantaba Charles Darwin en 1859. Habían pasado más de veinte años de la travesía, en donde profundizó sus observaciones realizadas en compañía de gauchos e indios, en playas desoladas, llanuras infinitas y deltas indómitos, y finalmente publicaba “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural o la preservación de especies favorecidas en la lucha de la vida”, o simplemente desde 1872, “El origen de las especies”. Incalculable la influencia de este voluminoso estudio plataforma de la teoría de la evolución, en tantos campos del saber. También imponderable los recuerdos de los dieciocho meses que dejaron en el veinteañero Charles, que estuvo entre nosotros entre 1833 y 1835, aunque como aparece en su autobiografía nunca lo abandonaron, ni siquiera en sus días finales: “Le he oído hablar del gran consuelo que supondría un mate”, anotaba su hijo Francis. Pese a largos considerandos muy negativos en su juventud con respecto a estas latitudes, Darwin defendería luego en Europa que en América Latina había visto por primera vez “algo extraño para nosotros, caballeros… la igualdad de trato en todas las clases… La tolerancia, muy generalizada, hacia las religiones extranjeras; la alta consideración hacia la educación; la libertad de la prensa”. En su pensamiento reformista, Darwin vislumbraba un buen futuro para los latinoamericanos. Una tierra prometida de Libertad.   

Charles Robert Darwin (1809-1882) era hijo de un distinguido hombre de ciencia, el médico Erasmo, y realizó estudios de teología y zoología marina en Cambridge. Con pocos días de graduado se presentó al capitán Robert Fitz Roy, quien regresaría al Cono Sur continuando los viajes exploratorios,  y científicos, que en el Beagle y Adventure habían iniciado en 1826. Pero costó convencer al severo capitán. Incluso el mentor del futuro científico que dio nombre a toda una corriente de pensamiento, el botánico Henslow , aseguraba al inquieto joven Charles, “….no te considero un naturalista acabado, sino persona muy calificada para recoger, observar y anotar cualquier cosa que lo merezca; además el capitán Fitz Roy no permitiría a bordo, aún si se tratase de un excelente científico, una persona que no sea un perfecto caballero”, admitía de un recién doctorado Darwin, que no había tenido un paso brillante por las aulas. Lo que no podía preveer Darwin ni Fitz Roy –que con el tiempo se convirtió en uno de los principales detractores de la teoría de la evolución- es que el viaje se extendería del 27 de diciembre de 1831 al 29 de octubre de 1836, no los tres años estipulados, y que anclarían en lugares tan disímiles como las Islas Malvinas, las Islas Galápagos o Tasmania. El resultado sería “Viaje de un naturalista alrededor del mundo” (1839), este diario precedente directo  del seminal libro posterior,  y clásico de la literatura de ciencias y viajes.

Los primeros días de agosto de 1832, previo paso por las costas brasileñas, llegan a Buenos Aires pero la soberbia de Fitz Roy, que se niega al papeleo que exige la autoridad porteña, hace que recale los barcos hidrográficos en Montevideo. El gobierno nacional en el mandato del gobernador de Buenos Aires, Manuel Maza, y a instancias de Juan Manuel de Rosas, pronto informa oficialmente que “El Ministro agradece al Sñr. Fitz Roy este presente que considera de mucha importancia, y en su consecuencia tiene el placer de incluirle las ordenes que por el Ministerio de la Guerra se libran à los Comandantes políticos y militares de los Puertos de la República, para que no le pongan impedimento en sus operaciones facultativas sobre la Costa y si le faciliten los auxilios que puedan serle precisos para este desempeño”, cerraba cuando el buque inglés se encontraba en Carmen de Patagones, punto de partida de los estudios de Darwin en suelo nacional. Allí entraría en contacto con un campamento de la autodenominada  Campaña al Desierto, bajo el mando de Rosas, y que estaba en las cercanías de Fortín Mercedes, lugar que hoy todavía se conserva y se puede visitar. También se hallaba a doscientos kilómetros de Bahía Blanca, más precisamente Punta Alta, en donde existe un museo que lleva su nombre en honor a las observaciones efectuadas en la zona por Darwin, y en Pehuen Co, en el cual el científico inglés halló fósiles gigantes, “para un geólogo, es como el Dorado” – Darwin iría remitiendo regularmente documentos, fósiles y piedras al Real Colegio de Cirujanos de Londres. Lamentablemente muchas piezas se perdieron en los bombardeos nazis en 1940, entre ellas las cartas con nuestro naturalista Francisco Muñiz sobre una raza bovina autóctona, “la vaca ñata”.

Darwin

El inglés hizo a caballo el trayecto por los ríos Negro y Colorado, en compañía de gauchos y rodeado de pueblos originarios, cruzó Sierra de la Ventana y Tapalqué, “Esta fue la primera noche que pasé a la intemperie, teniendo por cama el recado de montar. Hay un gran placer en la vida independiente del gaucho al poder apearse en cualquier momento y decir: ‘Aquí pasaré la noche’. El silencio fúnebre de la llanura, los perros alerta, y el gitanesco grupo de gauchos haciendo sus camas en torno del fuego, han dejado en mi mente un cuadro imborrable de esta primera noche, que nunca olvidaré”, diría en su diario Darwin. En Buenos Aires se hospedó  en la casa de la familia Lumb a fines de 1832. Desde allí partiría a Santa Fe, Paraná y Uruguay hasta que la agitación política de la Revolución de los Restauradores de octubre de 1833, que conducirían a la suma del poder a Rosas, lo apuran a trasladarse a Montevideo, ciudad desde la cual zarparía al sur.  Rosas sería un personaje que conquistaría también sus memorias, “en su máxima peligrosidad cuando sonríe… no fue para nadie un misterio que Rosas habría de llegar con el tiempo a ser un dictador”.

“Un domingo se presentó el gobernador a visitar su estancia y el general Rosas, en su apuro por salir a recibirle, lo hizo llevando el cuchillo al cinto, como era usual”, detalla Darwin en sus diarios sobre las impresiones que le causó el gobernador de Buenos Aires, en el cargo durante casi veinte años, y el respeto/terror a las leyes, en momentos en que su mayor preocupación rebelde era escapar a los mandatos paternos de convertirse en clérigo,  “El administrador le tocó en el brazo y le recordó la ley, por lo que Rosas le dijo al gobernador que sentía mucho lo que le pasaba, pero que le era forzoso ir a la prisión, y que no tenía ningún poder en su propia casa hasta que no hubiera salido. Luego de algún tiempo, el administrador creyó oportuno abrir el calabozo y ponerlo en libertad; pero tan pronto lo hizo, el prisionero le dijo: ‘Ahora tú eres el que ha quebrantado las leyes, y por tanto debes ocupar mi puesto en el calabozo’…. Acciones como estas entusiasmaban a los gauchos [en castellano en el original], que poseían, sin excepción en alta estima su igualdad y dignidad…Por estos medios, y de conformidad con los usos y costumbres de los gauchos, se ha granjeado una popularidad ilimitada en el país, y como consecuencia, un poder despótico…Me aseguró un comerciante inglés que en una ocasión un hombre mató a otro, y cuando, al arrestársele, se le preguntó por qué lo hizo, respondió: “Ha hablado irrespetuosamente del general Rosas, y por eso lo maté”. En una semana el asesino estaba en libertad”, señalaba a quien el mismísimo Señor de las Pampas, así lo llamaban con respeto  los diarios ingleses, firmaría los papeles que permitirían determinantes estudios mundiales en Puerto Deseado, el Canal de Beagle y en Paramillos, Mendoza, “especialmente –como yo mismo puedo asegurar- cualquiera que profese algún interés por la ciencia deberá recordar con gratitud la Sudamérica”, concluye Darwin.

 

Darwin en Malvinas y Tierra del Fuego

Todavía estaba fresco el atropello norteamericano de 1832 cuando Darwin arriba a la bahía de Berkeley y desembarca  en unas Islas Malvinas “de aspecto mísero y desolado” Sorprendido porque Fitz Roy había estado en tiempos del gobierno de Vernet, y descripto una colonia “próspera”, ahora destruída, en compañía de los gauchos Santiago López y Manuel Coronel  se interna en las llanuras de una “hierba fina y dura” Por la noche se cruzaron con una manada salvaje de vacas y probó por primera vez el asado con cuero, “Es un bocado tan superior a la carne de vaca ordinaria como el venado lo es al cordero. Se puso encima de las brasas un gran trozo circular, sacado del cuarto trasero, con el pellejo hacia abajo en forma de plato, de suerte que no se perdió nada de la substancia. Si algún respetable regidor de Londres hubiera cenado con nosotros aquella noche ‘carne con cuero’, pronto se habría celebrado en Londres”, refería extasiado.  A la mañana siguiente fueron hasta el istmo que une las dos mitades de la isla Soledad y visualizaron una tropilla de caballos salvajes  y varios ejemplares del extinto zorro malvinero.  En los pocos días que estuvo hizo observaciones de geología y fauna marina, que ocupan medio capítulo del diario, aunque el clima “hostil” impulsa a Darwin a embarcar a Tierra del Fuego.

El 17 de diciembre de 1832 dice “Habiendo acabado con la Patagonia y Malvinas, describiré ahora nuestra primera llegada a Tierra del Fuego. Poco después del mediodía, doblamos el Cabo San Diego y entramos al famoso estrecho de Le Marie. Nos mantuvimos al costado de la costa fueguina, pero el bosquejo de la ruda e inhóspita Isla de los Estados era visible entre las nubes”, comenta Darwin, y enseguida arranca con las impresiones de los onas, también hoy extintos, que le merece apelativos peyorativos, “no pudiera ser tan gran la diferencia con el hombre civilizado” o “el lenguaje de esta gente apenas merece ser llamado articulado” Acá se mezcla su relato con la dolorosa historia de los tres indios que fueron arrancados de sus familias por Fitz Roy en Wulaia, Chile, llevados a Inglaterra, y ahora eran devueltos, todos con destinos trágicos. Darwin compartía los prejuicios y la crueldad hacia los pueblos originarios que también campeaba en los criollos, “Mi informante me contó que al perseguir a un indio éste pedía piedad a gritos, mientras, al mismo tiempo con gran disimulo preparaba las bolas para hacerlas girar sobre su cabeza y golpear a su perseguidor. ‘Pero yo le derribé al piso con mi sable, y apeándome luego le corté el cuello con mi cuchillo’. Este es un cuadro muy oscuro; ¡pero mucho más chocante es el hecho de asesinar a sangre fría a todas las mujeres que parecían tener más de veinte años! Cuando le dije que esto me parecía inhumano, me replicó: ‘Y ¿qué se puede hacer? ¡Ellos se crían así!’. Por aquí todos están convencidos de que es la más justa de las guerras porque se hace contra bárbaros”, en un espeluznante anticipo de la autodenominada Conquista del Desierto organizada por el Estado, y agrega el científico con tristeza, “No sólo han sido exterminadas tribus enteras, sino que los indios que sobrevivieron se han hecho más bárbaros, y en lugar de vivir en grandes poblados y de emplearse en las artes de la pesca y la caza vagan ahora por las abiertas llanuras, sin vivienda ni ocupación fija”, analiza quien, cuando ya era un pope de la ciencia mundial, estuvo a tiempo de arrepentirse de sus opiniones juveniles. Fue Darwin un fuerte aportante de la Sociedad Misionera de Sud América, que ayudó a los pueblos originarios, y en 1880 estamparía, “a menudo he dicho que el progreso de Japón era la mayor maravilla del mundo, pero declaro que el progreso del pueblo fueguino es casi tan maravilloso”  Pasaría el científico la Navidad de ese año en el Cabo de Hornos, sobrevive a un intenso temporal, se maravillaría con los glaciares, exploraría la costa chilena, y en mayo de 1834 ya estaba en mar abierto, ahora en el Pacífico.  

 

Palabras que resuenan

Prácticamente un año y medio de su extenso viaje de cinco años, y ocho de los veintiún capítulos de su diario, se refieren a nuestro país.  En marzo de 1835 reingresa a nuestro país desde Chile atravesando la cordillera por el paso el  Potrerillos y esta última vista a Luján de Cuyo, tal vez marcaría su salud de por vida, con  los conocidos problemas cardíacos. Cruzamos el río Luján [“Luxan” en el original], que tiene un considerable tamaño, aunque todavía no se conoce perfectamente su curso hacia la costa del mar [se refiere a la costa del Atlántico], y aún es dudoso si en su trayecto por las planicies no se evapora y desaparece. Dormimos en la villa de Luján [Luján de Cuyo] (…). Durante la noche sufrí el ataque (lo que ocurrió no merece menos que ese nombre), de la Benchuca, una especie de Reduvius, la gran chinche negra de las Pampas”, anota Darwin, posible enfermo del Mal de Chagas.  Pocos días estuvo el pensador inglés en Mendoza y retornó a Santiago de Chile vía el paso de Uspallata, el mismo que había transitado el Libertador General San Martín.

A su muerte el  19 de abril de 1882 el famoso padre del evolucionismo moderno, y enorme botánico en la vejez, el mundo entero se hizo eco de la gran pérdida. En Buenos Aires, Sarmiento y el naturalista Luis L. Holmberg organizaron una velada homenaje a un teatro céntrico, “a uno de los más grandes pensadores contemporáneos, al observador más profundo, el innovador más reflexivo y tranquilo, al más humilde…dotando a la ciencia…de libros cada vez más profundos, como si temiera llevarse consigo el secreto…no obstante dejar el siglo lleno de su nombre”, bosquejaba el autor del “Facundo” sobre un científico que se internó en los misterios de la vida, y soñó una teoría que engloba a la humanidad en la naturaleza –y no sobre-, asado y mate en mano.    

“Durante los últimos seis meses he tenido ocasión de observar un poco el carácter de los habitantes de estas provincias. Los gauchos [en castellano en el original] o campesinos son muy superiores a los que residen en las ciudades. El gaucho invariablemente es cortés y hospitalario (…). Es modesto, tanto respecto de sí mismo como de su país, y al mismo tiempo animoso y bravo”, dejamos las últimas impresiones del naturalista antes de partir de Buenos Aires, Darwin extraordinario hombre de ciencia, sagaz interpretador de las sociedades y su destino , “El carácter de las clases más elevadas y educadas, que residen en las ciudades, participa, aunque tal vez en grado menor, de las buenas cualidades del gaucho; pero temo que tengan muchos vicios de los que él está libre. La sensualidad, la burla hacia toda religión, y una gran corrupción, son cosa común. Casi todos los funcionarios públicos pueden ser sobornados. El director de Correos vendía sellos falsificados. El gobernador y su primer ministro se confabulaban para estafar al Estado. Nadie puede esperar justicia cuando entra en juego el oro. Conocí a un inglés que acudió a la primera autoridad judicial (me dijo que como no conocía las costumbres del país, tembló al entrar en la sala) y le dijo: ‘Señor, he venido a ofrecer a usted 200 dólares- valor equivalente a 5 libras esterlinas-si manda usted arrestar antes de tal tiempo a un hombre que me ha estafado. Sé que esto es contra la ley, pero mi abogado (lo nombra) me ha recomendado dar este paso’. El juez sonrió, asintió, le agradeció, y antes de anochecer, el hombre estaba en prisión. Con tan completa falta de principios en los hombres que conducen, y con una infinidad de empleados revoltosos con sueldos de hambre, ¡el pueblo todavía tiene esperanza de que una forma democrática de gobierno triunfe!”.

 

Fuentes: Palma,  H.  Darwin en la Argentina. San Martín: Editorial UNSAMedita. Universidad Nacional de San Martín. 2009; https://www.elaleph.com/libro/Diario-del-viaje-de-un-naturalista-de-Charles-Darwin/418/, Darwin, Ch. El origen de las especies. Colonia Suiza. Uruguay: Grupo Prisa. 2010; Canclini, A. Navegantes, presos y pioneros en la Tierra del Fuego. Buenos Aires: Planeta. 1999  

Fecha de Publicación: 28/04/2021

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