¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la sección“Dn Phelipe por la gracia de Dios, rey de Castilla, de León, de Aragón, de dos Sicilias, de Jerusalén, de Portugal -continúa la larga lista de dominios del poderoso Imperio español en 1627-…y Don Francisco de Séspedes, nuestro gobernador de las provincias del Río de la Plata…abiendo visto por experiencia y entendido por las causas que se an traído de la Real audiencia los daños inconvenientes que resultan con los vezinos estantes y abitantes en la ciudad del gobierno del Río de la Plata de que en ellas aya e se ponga tenientes que no sean vecinos y moradores de las dhas ciudades por la mucha pobreza quien ellas ay y que son forasteros las destruyen y aniquilan más por aberse de sustentar y querer enRiqueser con los beneficios y para esta atraviesan y se alsan con los tratos y contrataciones” solicitan los vecinos correntinos defendiendo los intereses de su ciudad, más bien un pueblo de 40 familias, cuando era una de las preciadas postas entre las dos ciudades rivales del momento, Buenos Aires y Asunción. Corrientes dependía del gobierno de Buenos Aires y participaba con hombres y medios, junto con Santa Fe, en el comercio de ganado vacuno, y mulas, hacia el Alto Perú y Paraguay. Podían pasar más de 10 mil cabezas mensuales, la mayoría salvajes, y que eran capturadas en las vaquerías. También se comerciaban en la posta de Corrientes otros productos regionales como el vino cuyano, o los importados que llegaban de contrabando al puerto del Río a la Plata, y se intercambiaban por yerba y tabaco, en gran medida provenientes de las misiones jesuíticas.
En esta segunda década del siglo, los asunceños comienzan a perder terreno frente a la intensificación el comercio mercantil, y el interés militar realista, que se deposita en Buenos Aires y el litoral argentino. Por este motivo los correntinos comienzan a hacer valer su voz y conseguirían finalmente que los porteños respeten a sus representantes.
Orígenes mestizos –y liberales– de la Ciudad de Vera
Así llamada en honor a su fundador, el adelantado Juan Torres de Vera y Aragón. La Ciudad de Vera de las Siete Corrientes, que responde a la particular geografía de su costa marcada por siete penínsulas, tenía como objetivo principal ser un simple puerto para la navegación entre Buenos Aires y Asunción, y posta dentro del vasto Virreinato del Alto Perú. Sin embargo adquiere un peso propio. Tal vez debido a que los cienticuenta hombres y mujeres que llegaron a fundar la ciudad en 1588 eran lo mejor de la sociedad asunceña. O que durante los primeros años, el cabildo funcionará con una inédita cantidad de mestizos, y criollos, algo que le daría un perfil distintivo a otras instituciones coloniales más sumisas, y poco comprometidas con la realidad americana.
Tal compromiso emancipado se puede leer apenas diez años después de la fundación, cuando los correntinos piden a Tomás de Garay, hijo del fundador de Buenos Aires, Don Juan, y procurador General del Río de la Plata, la libertad de elección y acciones de sus cabildantes debido a que “vejaciones molestias que lo gobernadores y sus tenientes les han hecho… los vecinos capitulares no an tenido livertad en su cabildos y asentamiento de las cosas que convienen a las repúblicas…de los dhos gobernadores y sus tenientes no tienen gusto, o no quieren que se trate” denuncian desafiantes a la autoridad que representaba al virrey Luis de Velasco Caballero. Y ante el temor de las represalias de los gobernantes de un violento régimen colonial, como bien lo representaba la mano dura del cuatro veces gobernador el Río de la Plata, el criollo Hernandarias, los correntinos solicitan que sus cabildantes “no sean apercibidos en ninguna manera…parte alguna ni se les impida guarde hicieren las dichas elecsiones votar libremente por las personas hen meritos y que conbengan para el vuen gobierno de la dicha fe públicaz… que dejes libremente sus oficios a los capitulares...ni apremieres a que salgan dhe siudad para ninguna parte y no se lo impedieres ni estorbareis ni dejaries so pena”. Solamente los mestizos, que habían participado del primer cabildo correntino, fueron los que sufrirían en décadas siguientes de “apremios” por ser considerados inferiores.
Recuerda el historiador Antonio Castellano de los difíciles primeros tiempos, “la población tuvo que soportar momentos de enorme peligro y de gran miseria debido a los ataques de los aborígenes que querías sacudirse el yugo de las encomiendas… debido a la tremenda escasez, el cabildo manda hacer un depósito común de ellos, en proporción a lo que se tomasen a los enemigos, con el fin de repartirlo a los pobres… muchos colonos no aguantaron esa continua tensión y el cansancio los llevó voy a emigrar… las nada auspiciosas noticias alarmaron al gobernador Juan Ramírez de Velasco, quien se trasladó a Vera -Corrientes- con el propósito de cambiar el lugar de la población… pero llego la conclusión de que lugar en que se encontraba la población en inmejorable, y por bando del 6 de septiembre de 1596, ordenó “vuelva a ella los vecinos que abandonaron, so pena de perder sus solares y chacras si no vuelven. Y edifican en seis meses”. Tomó luego medidas para asegurar la protección de la población, llevó a cabo una rápida campaña contra los indígenas hostiles y reforzó la guarnición con soldados y armas. Los ataques cesaron por un tiempo. Y el optimismo renació en los pobladores”, concluye. Una vez allí el mestizaje, una costumbre traída desde el Paraguay del gobernador Irala, comienza a imprimir en los hijos correntinos una estirpe fundada en la confluencia de sangre española y aborigen. Pocos años después la Orden Seráfica y la Orden Mercedaria emprenderán el –muchas veces violento- acercamiento cultural y religioso.
Los pueblos originarios de la región, los guaraníes, luchaban contra las encomiendas y mitas, ambos sistemas parientes de la esclavitud, y que hacían estragos en la población nativa. Se calcula qué del medio millón de guaraníes, que habitaban desde el sur de Brasil y Paraguay, y por el litoral argentino hasta el Río de la Plata, quedada solamente 30 mil en los primeros cincuenta años de la Conquista. Y pese a las ordenanzas de una nueva legislación colonial de servidumbre un poco más leve, promovida por el gobernador Hernandarias, y la orden de reclutar fuerza de trabajo indígena en mejores condiciones, los beneficios yerbateros (1629), lo cierto es que poco cambio en un contexto de atropellos, flagelaciones y exterminio. Y que poco cambiaba si estaban del lado de la corona española o la portuguesa. Entre los factores que aceleraron este genocidio podemos ubicar las epidemias regulares, las hambrunas, la pérdida en el acceso a la multiplicidad de recursos naturales y el incremento de trabajo que los alejaban de sus aldeas –los forzaban a transportar vacas y yerba mate por ríos selváticos y desiertos puneños, kilómetros y kilómetros mal pertrechados- Uno de los grandes motivos de la catástrofe demográfica también fue la entrega en buen, o mal grado, de una gran cantidad de mujeres a los españoles, en la políticas de asimilación impulsadas desde Asunción. Si bien para la futura Argentina esto será la semilla de su corazón mestizo, a los efectos de los pueblos originarios causó casi su extinción.
Fuentes: Castello, A. Historia de Corrientes. Buenos Aires: Plus Ultra. 1984; Fradkin. R.-Garavaglia, J. C. La Argentina Colonial. El Río de la Plata entre los siglos XVI y XIX. Buenos Aires: Siglo XXI. 2009; Levene, R. Lecturas históricas argentinas. Tomo 1. Buenos Aires: Editorial Belgrano. 1978
Fecha de Publicación: 04/10/2020
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