¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónUn acto de fe. Eso resume la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales por el presidente Hipólito Yrigoyen el 3 de junio de 1922, a meses de entregar la banda a quien, pese a los pronósticos, continuaría la política nacionalista, el presidente Alvear. Confiando Don Marcelo en el arquitecto de la primera empresa estatal del mundo democrático, el general Enrique Mosconi. Fe es la que tuvo Don Hipólito para vencer los palos en la rueda de propios y extraños, leyes que no votaban los conservadores expulsados del poder y ministerios aviesos que no funcionaban. La inédita decisión del Estado Nacional de asumir por administración la exploración, la explotación y, en fin, la comercialización, del petróleo argentino, se fue haciendo camino al andar en los veinte, sin ejemplos ni experiencias previas, sin siquiera un ley que normara, y casi sin presupuesto. Pero no fue milagro. El estado petrolero argentino es un tremendo acto de fe en el país y su gente. Yrigoyen lo hizo.
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Los antecedentes de la industria petrolera en Argentina arrancan en 1865 cuando Leonardo Villa funda la Compañía Jujeña de Kerosén con capitales bolivianos. Pese a que se extrae un producto de calidad, que gana premios en Estados Unidos, ni la provincia ni el estado nacional demuestran algún interés. Doce años después el querosene proveniente de Jujuy ilumina la Primera Exposición Industrial en Buenos Aires, tampoco atrayendo al gobierno central ni a los terratenientes. En Mendoza, el ingeniero alemán Carlos Fader constituyó la Compañía Mendocina de Petróleo que llegó a explotar unos veinte pozos en la zona de Cacheuta y construyó el primer oleoducto de la Argentina que unía el yacimiento con la capital mendocina. Entre 1887 y 1891 la compañía logró extraer 8000 toneladas anuales, muchas de las cuales alumbraron la ciudad cordillerana. En Neuquén se formó la Compañía Argentina-Uruguaya de Petróleo establecida en Challacó, a 22 kilómetros de Plaza Huincul, futuro polo petrolero. Sin embargo en Argentina, señalaba Mosconi, a principios de siglo XX no se le reconocía ningún valor económico al petróleo, mientras en el mundo las grandes empresas, Jersey Standart, Anglo Persian Oil Company y Royal Dutch Shell, comenzaban una demencial carrera ocupando el planeta, intensificada luego de la Gran Guerra.
“Como se ha dicho hasta el cansancio, la casualidad nos posibilitó el hallazgo”, continuaba Mosconi del suceso del viernes 13 de diciembre de 1907 en el Campamento de Comodoro Rivadavia. Se suele repetir que buscando agua los ingenieros Hermitte, José Fuchs y Humberto Beghin –quienes enviarían el sensacional telegrama a Buenos Aires anunciado que el “kerosen” encontrado a poco más de 500 metros era de la “mejor calidad”-, ellos gritaron “¡Petróleo!” Pero en verdad era parte de una exploración sistemática de la Dirección General de Hidrología y Minas, dependiente del Ministerio de Agricultura, que venía barriendo la Patagonia en busca de recursos naturales, a la sombra de las apetencias internacionales. Y no tanto, “Para tener esto reservado, inhibido qué sé yo cuánto tiempo, para que solo explote el Estado, este mal industrial, porque el Estado no puede ser explotante de minas, y donde quiera que las han explotado ha concluido mal, como lo prueba la historia de la minería en América. (…) en el terreno de la práctica el monopolio no es odioso, porque cuando está en manos de particulares, asociaciones o compañías, la ley, naturalmente, lo regula”, defendía Joaquín V. González una ley que redujo las cien mil hectáreas protegidas para la explotación nacional, áreas impulsadas en medidas del presidente Figueroa Alcorta ese mismo 1907, a cinco mil en 1910.
“Considero conveniente llamar la atención de Vuestra Excelencia sobre el hecho de haberse atribuido a una mera casualidad el descubrimiento del petróleo en Comodoro Rivadavia. No hay tal, sin duda. - Hermitte en una carta dirigida al ministro de Agricultura Pedro Ezcurra en 1908- El propósito que se persigue y que siempre se ha hecho resaltar es única y exclusivamente investigar el subsuelo. Nada de extrañar que al ubicar una perforadora se haga en regiones desprovistas de agua y nada casual que se encuentre en el curso de la perforación de un yacimiento de petróleo o carbón, desde que se trata, por así decirlo, de elementos constitutivos de la corteza terrestre”, cerraba este pionero que se quejaba de que los técnicos extranjeros contratados luego por el Estado parecía que tenían “el propósito de no encontrar el mineral”, en el destacado de Felipe Pigna.
En este línea de defensa del recurso nacional se encontró también precursor el ingeniero Luis Huergo, que instó al gobierno de Roque Sáenz Peña desde la flamante Dirección Nacional de Hidrocarburos (1910) que protegiera la zona de la presencia de competidores extranjeros, destinara 500 mil pesos para nuevas exploraciones, y respaldara la llegada a Buenos Aires de los primeros cargamentos procedentes de Chubut. “Los poderes públicos, con una lentitud increíble y una mezquindad inconcebible, han tardado seis años en poner en claro y en hacer conocer al pueblo las inmensas riquezas que representan los grandes yacimientos de petróleo de Comodoro Rivadavia… No hay ejemplo de nación alguna de este mundo que haya vendido o entregado voluntariamente a la administración extranjera su arsenal de guerra, o no ser en el caso extremo de haber sido vencida o conquistada: jamás por plata o por ignorancia supina”, cerraba Huergo desilusionado con quienes decidían los destinos de los argentinos. Mosconi e Yrigoyen recogerían el guante nacional.
El decreto del 3 de junio de 1922 que creó YPF es el resultado de varios factores o frentes. Por un lado, el presidente Yrigoyen pretendía antes de dejar el mandato ordenar un área que estaba seriamente cuestionada, en particular con denuncias de venalidad de los funcionarios, en la lejana administración de la Dirección General de Explotación de Petróleo de Comodoro Rivadavia como en el Ministerio de Agricultura, de la cual dependía la Dirección Nacional de Hidrocarburos. Esta insólita situación, que las determinaciones la tomen hombres que podían saber de vacas pero nada de petróleo, derivó en un curso errático del tema, que se sumaban a los problemas financieros, falta de equipamiento y la huelgas de los trabajadores petroleros entre 1917 y 1922, en los prolegómenos de la Patagonia Trágica.
La expansión de la perforación, si bien había sido significativa entre 1920 y 1922 con sesenta y nueve pozos con los fondos que destinaba la presidencia de Yrigoyen –la cuestión del petróleo apareció inédita en la campaña de 1916-, se veía superada por el crecimiento de las compañías privadas, que entre 1919 y 1922 expandieron su producción casi un 400%, llegando a otras zonas como la Puna. Las denuncias además de corrupción desarrolladas tanto por la oposición en el Congreso, la inexistencia de presupuestos por ejemplo, sumadas a los cuestionamientos de los principales medios de prensa, derivaron que el Poder Ejecutivo acelerara la reorganización administrativa de la explotación petrolera del Estado. Y alterara los planes de Don Hipólito, que bregó sin éxito que los legisladores dicten una ley de petróleo en su primer periodo –luego fracasaría también en el segundo mandato, meses antes de su derrocamiento con olor a petróleo, según los contemporáneos. “Ni un palmo de tierra, ni un gota de petróleo” fue el lema radical de 1928, sepultado por un gobierno golpista de 1930 que llevó de ministros a empleados de las petroleras extranjeras.
En la mente del Peludo estaba el democrático acuerdo de los sectores políticos en la legislatura nacional. Apenas asume en 1916 envía un pedido al Congreso de 100 millones de pesos para financiar la exploración petrolera desde el Estado. La única vez que Yrigoyen delegó el mando en la primera presidencia fue en la visita de 1918 a Comodoro Rivadavia. En septiembre de 1919 presenta un proyecto de ley que fija el régimen legal, técnico, económico y financiero del oro negro, que resultó un primer paso a la defensa del combustible líquido y el principio de dominio estatal de los yacimientos petrolíferos. “El Estado como encarnación permanente de la colectividad tiene el derecho de obtener un beneficio directo sobre el descubrimiento de estas riquezas”, enunciaba el presidente su proyecto, de amplia aceptación en las calles por demás, y que también creaba la Dirección General de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Socialistas, nacientes antipersonalistas radicales y conservadores, la ignoraron supinamente.
En julio de 1921 el Ejecutivo vuelve a insistir en la necesidad del proyecto con los más de cien pozos que pueblan las cercanías de Comodoro Rivadavia, muchos de ellos extranjeros, y los descubrimientos en Neuquén. “Yrigoyen tomó coraje y el 3 de junio de 1922 creó por decreto la Dirección Nacional de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales”, acota Pigna, “Al frente de YPF, la primera empresa petrolera estatal del mundo –exceptuando a los Unión Soviética-, estará el general Enrique Mosconi, quien le dará a la empresa un extraordinario dinamismo”, refería recordando el suceso previo cuando el jefe de la naciente fuerza área, Mosconi, fue a patear el escritorio de una compañía extranjera que se negaba a vender nafta a los aviones que patrullaban la costa. El decreto de creación de la Dirección General de YPF, si bien mantenía a la empresa en la esfera del Ministerio de Agricultura, redondea Daniel Marques, habilitaba fondos y compra de materiales y equipamiento.
Esta reorganización no fue bien recibida en el Congreso, ni en los grandes medios, pero fue un punto de quiebre en entender que la economía asentada en la equidad, la solidaridad y la democracia quedaría subordinada al interés público, aún cuando no se objetara el desarrollo de los capitales privados. El resto es aceptado por libertarios y dirigistas de toda calaña, YPF de un activo de 67 millones de pesos en 1922 superaría los 300 millones en 1930, sin límites de crecimiento autosostenido en el campo energético, y trazaría el camino de la autosuficiencia petrolera a nivel latinoamericano, completado en la presidencia Frondizi; ejemplo estatal de productividad y eficiencia imitado en el mundo. Ciudades y pueblos de todos los puntos cardinales, con el aliento de YPF, nacieron, crecieron y sufrieron con las privatizaciones de los 90. La realidad arroja que la empresa ahora en parte estatal (51%) tiene en 2022 casi la misma cantidad de surtidores que en 1930, entre 1500 y 2000, como cuando Mosconi doblegó a los trust petroleros comercializando nafta barata y de calidad.
“Un manuscrito escrito hace 100 años: “llegué a la conclusión de que tales organizaciones, la fiscal y la privada, no pueden coexistir, pues representan dos intereses antagónicos, destinados a vivir en lucha, de la cual sólo por excepción saldrá triunfante la organización estatal” Al pié de esta líneas, la firma de Enrique Mosconi –transcribieron en una carta abierta más de cien intelectuales y políticos el 25 de mayo de 2022, en la cual aparecía que actualmente Wall Street considera que la .com Mercado Libre vale más que, entre otros ítems, pozos, refinerías, laboratorios, tanques y estaciones de servicios de YPF (sic). Sigue el documento-. Más que una opinión es un verdadero mandato. Debemos llegar al Centenario con una YPF de pie y al servicio de una estrategia nacional. Es soberanía o dependencia. Las medias tintas, como bien nos previene Mosconi, serán más temprano que tarde a costa de los intereses del Pueblo y de la Patria. Por tanto: Volver a Mosconi”.
Fuentes: Mosconi, E. El petróleo argentino, 1922-1930. Buenos Aires: Círculo Militar, 1936; Frondizi, A. Petróleo y política. Buenos Aires: Raigal. 1955; Marques, D. La creación de YPF y el desarrollo del modelo "mosconiano" (1922-1930) en Agenciapacourondo.com.ar; Pigna, F. El descubrimiento de petróleo en Comodoro Rivadavia en elhistoriador.com.ar
Imágenes: Télam / Ministerio de Cultura
Fecha de Publicación: 03/06/2022
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