Las doctrinas internacionales tienen pilares en mayúsculos aportes de jurisconsultos argentinos, que proyectaron las convicciones sin fronteras de independencia, unidad y concordia que emanan de la Constitución. La Doctrina Drago marcó la postura argentina en defensa de la autodeterminación de los pueblos en los últimos resabios del imperialismo europeo y los primeros norteamericanos. Estas posturas soberanas tuvieron un digno sucesor en el bisnieto del primer mandatario criollo nacido al calor de los ideales de 1810. Carlos Saavedra Lamas defendió en foros internacionales los intereses americanos que soñaron San Martín, Bolívar y Monteagudo, advirtiendo que ningún hermano quisiera hacerse el buen vecino para que seamos su patio trasero, alentando que “la cooperación y la solidaridad que hemos estado experimentando, tenemos que llevarla a la formación de una gran unidad económica, por lo menos entre los países del Sur de América, que tan felizmente han ensayado aquélla esperanza”, suscripta en 1935 por la alegría de acallar los cañones de la única guerra latinoamericana del siglo pasado, en el Chaco boliviano-paraguayo. Esperanza de bloque solidario económico que se puso en marcha en Buenos Aires con el trabajo del Nobel de la Paz Saavedra Lamas, cuando Argentina, respetando los lazos fraternos que venían de los sables fundidos durante las Guerras de la Independencia, elevaba la voz de libertad desde Río Bravo a Tierra del Fuego.
Durante las primera década del siglo veinte, Saavedra Lamas se integró a las funciones gobernamentales en la cámara de diputados, o en los despachos ministeriales, siendo un consultor permanente en temas de política exterior del regimen conservador. Sus primeras experiencias en diplomacia internacional fueron el apoyo al Tratado de Arbitraje celebrado por la Argentina con Italia, en 1907, redactado por Luis María Drago, Roque Sáenz Peña y Carlos Rodríguez Larreta, “la más prodigiosa conquista de los tiempos modernos” defendía como método de resolución de conflictos el arbitrio internacional antes que la agresión armada, y su enfrentamiento a la intervención continental de Estados Unidos, expresada en 1912, “yo no lo admito -el panamericanismo- como una expresión unilateral, como una unidad en la que pretenden confundirse la irreductible distinción que separa los países latinos del Estado anglosajón…-El panamericanismo- era admisible como una expresión bilateral, es decir, como la coexistencia, el equilibrio y la necesaria correlación de la porción latina y la porción sajona” Alejado durante los gobiernos radicales de los cargos públicos, había sido un eficaz ministro de Instrucción Pública durante la presidencia de Victorino de la Plaza, Saavedra Lamas continuó vinculado a organizaciones internacionales como consultor, entre ellas la Conferencia Internacional del Trabajo y la Liga de las Naciones; última a la cual impulsoría el ingreso pleno de Argentina en su gestión de canciller.
Pacto Antibélico Saavedra Lamas: un símbolo de Paz
Apenas asumido el ministerio de exteriores, a pedido del presidente fraudulento Justo en 1932, Saavedra Lamas eleva al resto de los países de la región un tratado que aquiete “la gran tempestad” que se cernía en el mundo, con el ascenso de los fascismos y nazismos anexionistas en Europa, y los régimenes autoritarios-nacionalistas americanos. Disturbios en Cuba -con peligro real de invasión norteamericana- y Uruguay, y una escalada armamentística en el Chaco paraguayo-boliviano, fueron la agenda urgente de la Conferencia de Estados Americanos de Montevideo en 1933. Allí Saavedra Lamas basó la estrategia triunfal en el evidente fracaso panamericano de evitar el conflico entre Bolivia y Paraguay y, retomando las mejores líneas diplomáticas desde Rosas, Drago e Yrigoyen, volver a poner a la Argentina en el centro de la corriente de los asuntos internacionales, en especial como líder de los asuntos latinoamericanos. Reuniendo el apoyo inusual de Chile y Brasil, un logro de la hábil gestión del canciller, se invitó a los Estados a adherirse a una serie de instrumentos pacifistas interamericanos, entre ellos su Pacto Antibélico, que dice en los considerandos: “Que el pacto Antibélico, de iniciativa argentina, tiende, según se ha enunciado, a coordinar y hacer eficaces los distintos instrumentos pacifistassusceptibles de consolidar de una manera definitiva la paz internacional” Entre los puntos centrales, y que resumían los principales tratados de paz existentes -aunque dejaba fuera la idea de que la guerra sea tomada como política nacional, lo que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial-, se condenan las guerras de agresión, se declara que el arreglo de los conflictos de cualquier clase no deberá realizarse sino por los medios pacíficos que consagra el derecho internacional, que no se reconocerá arreglo territorial alguno que no sea obtenido por medios pacíficos, y que las partes emplearán todos sus esfuerzos para el mantenimiento de la paz y, como neutrales, adoptarán una actitud común y solidaria.
“Merced a los esfuerzos de su sagaz representante, la Argentina contribuyó de manera notable a que aquella fuera la más exitosa de todas las conferencias interamericanas”, acota Harold Peterson, y agrega del trabajo de Saavedra Lamas que conquistó el inédito favor norteamericano, contrario el inveterado altar de Hermano Mayor, “al sustituir su papel obstruccionista por el de agente catilizador, reafirmó eficazmente el liderazgo que ansiaba” Con la herramienta argentina, el Pacto Antibélico, y el prestigio de Saavedra Lamas, se vislumbraba al fin de la guerra en el Gran Chaco.
“Vocación irreprimible a las instituciones libres y representativas”
Durante medio siglo Bolivia y Paraguay se habían disputado el Chaco boreal, la baja planicie aluvional situada entre los ríos Pilcomayo y Paraguay. Estados Unidos había tenido una activa participación desde 1878 con el Tratado Hayes, que benefició inopinadamente a los paraguayos contra los reclamos bolivianos -y argentinos-, y durante la década del veinte expandía sus compañías petroleras de un lado, y colonias menonitas, del otro. Fue una larga paz armada de incontables escaramuzas en una selva impenetrable, que los Liga de las Naciones y los Estados Americanos condenaban una y otra vez sin resultados. En junio de 1932 las hostilidades alcanzaron estado público con el ataque de fuerzas bolivianas a fortificaciones ribereñas paraguayas, y unas semanas después, con la sangrienta batalla de Boquerón, cinco mil muertos. Mientras Saavedra Lamas agotaba los recursos de los lánguidos foros internacionales, convencía a las partes involucrados, y al mundo, de que el Pacto Antibélico era la solución jurídica apropiada. Con al apoyo de Brasil, y un Estados Unidos renuente debido a que proveía de armas a los dos bandos, finalmente en junio de 1935 logró nuestro canciller la firma de un Protocolo, en el que se pedía al Presidente argentino que convocara una Conferencia de Paz, para promover la solución del diferendo “por acuerdo directo entre Asunción y La Paz”. “Además se convino: 1) promover el cambio y repatriación de prisioneros… 5) desmovilizar los ejércitos, reducir los efectivos, no adquirir nuevo material bélico, 6) suscribir un compromiso de no agresión, 7) suspender el fuego a partir del 14 de Junio”, resumía el diplomático José María Ruda.
El 26 de Enero de 1936 se firmó un Acta de liberación de prisioneros de guerra en Buenos Aires y su puso en marcha la paz de los hermanos, que acumularon miles de muertos y fuertes endeudamientos externos. En tal oportunidad Saavedra Lamas, presidente de la Conferencia de Paz, pronunció, “Permitidme, señores delegados de Paraguay y de Bolivia, hacer constar que toda esta obra la hemos realizado tan sólo como mediadores, no hemos contado con otras fuerzas ni esgrimido otras armas que la nobleza de nuestros propósitos, el desinterés profundo e indiscutido de nuestro esfuerzo, el ruego y el empeño de nuestro espíritu fraternal, el impulso de solidaridad que nos vincula, la persuasión y el razonamiento, recordando el estéril sacrificio de la lucha frente a los beneficios de la paz”. Y agregó: “Nuestra América no es ya el “Nuevo Mundo” llamado así por la fecha cronológica de su descubrimiento, es el mundo nuevo por el arraigo profundo que han adquirido en su suelo las corrientes fundadoras de la civilización occidental, por sus vastas extensiones fértiles y abiertas a todas las formas del trabajo humano; por su forma institucional uniformemente republicana, por su vocación irreprimible a las instituciones libres y representativas, destinadas a triunfar siempre y a prevalecer en definitiva sobre la anarquía incierta o sobre el obscuro despotismo”. El Tratado definitivo de Paz, Amistad y Límites se firmó en Buenos Aires en 1938, seguido el mismo año por un laudo arbitral, confirmado en 1939. “Guerra enigmática, dos países que no se conocían, y que como un crimen perfecto no dejó huellas sobre su verdadera autoría”, sostenía el militar argentino Emilio Sarmiento -Argentina clandestinamente enviaba armas a Bolivia, con el aval de Justo, y mantuvo asesores militares junto al mando paraguayo, uno de ellos el coronel Abraham Schweitzer-, mientras el populista -y extraño en su medio- político norteamericano Huey Long denunciaba en el senado de su país que las petroleras promovían “revoluciones y conflictos en América Central, Sudamérica y México”
En diciembre de 1936 se celebró la Conferencia de Consolidación de la Paz, presidida por Saavedra Lamas. Hacía pocas semanas se le había otorgado el Premio Nobel de la Paz, el primer Nobel para América Latina, y el presidente norteamericano Franklin Roosevelt de visita en el país, admirador de nuestro canciller, expresó la satisfacción “de que nuestro amigo el Dr. Saavedra Lamas haya recibido el premio Nobel que tanto merece por los servicios prestados a la paz mundial” Fue sin dudas un punto cumbre de la carrera de Saavedra Lamas y de toda la diplomacia argentina en el siglo XX. Quien recibiría el premio mundial en su domicilio de Quintana y Callao, el 6 de junio de 1937, dijo tras las palabras del Padre de New Deal, “Nos circunda un mundo inquieto y agitado. Densas nubes hay en sus horizontes. Se cruzan a veces relámpagos. Vendrá, quizá, una gran tempestad, pero esta tempestad nos encuentra unidos, dispuestos a nobles consultas, a intercambios de ideas para resguardar nuestro continente de repercusiones que no podemos admitir y para volvernos también a todos los horizontes, ofreciendo la colaboración y la cooperación que estamos dispuestos a prestar a los grandes ideales humanos que no tienen límites ni restricciones continentales”, palabras atemporales de un notable político que falleció el 5 de mayo de 1959, defensor incansable de los intereses argentinos, que se evitó el disgusto que el hijo venda la medalla de oro del Nobel por problemas judiciales, y que hoy esa presea constituya parte de un coleccionista asiático, que pagó por ella un millón de dólares en 2014.
Siendo rector de la Universidad de Buenos Aires (1941-1943), el doctor que tuvo también una larga trayectoria docente en las cátedras de derecho internacional y laboral en La Plata, autor de decenas de textos jurídicos, discípulo de Joaquín V. González, continuador del pensamiento americanista de Alberdi, decía Saavedra Lamas: “Una Nación que se engrandece no puede ser gobernada solamente por ilustradas oligarquías. Tiene que renovar los hombres dirigentes; tiene que buscarlos en las fuentes de estudios, tiene que levantarlos de la masa popular donde bulle la formación de nuestra raza, elevándolos con la virtud fecunda del sufragio, no por meras artes electivas, sino depurados por la educación y la cultura, enaltecidos por el trabajo y el talento” Más que canciller, un estadista, más que conservador, un reformista.
Fuentes: Ruda, J.M. Carlos Saavedra Lamas. Los Diplomáticos. Buenos Aires: CARI. 1992; Peterson, H. La Argentina y los Estados Unidos II 1914-1960. Buenos Aires: Hyspamerica. 1985; La Razón. 75 Aniversario. Historia Viva. Buenos Aires. 1980.
Imágenes: Télam / Ministerio de Cultura
Periodista y productor especializado en cultura y espectáculos. Colabora desde hace más de 25 años con medios nacionales en gráfica, audiovisuales e internet. Además trabaja produciendo Contenidos en áreas de cultura nacionales y municipales. Ha dictado talleres y cursos de periodismo cultural en instituciones públicas y privadas.