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Blackie, la Dama de la Radio

Vida y genio de la verdadera precursora de las mujeres en los medios argentinos, la mejor entrevistadora y productora de radio y televisión del siglo pasado.

“Tuve la vida que quise y pagué su precio”, repetía Paloma Efron, Blackie, a su primer biógrafo, Ricardo Horvath. Juntos trabajaban el fatídico día de septiembre de 1977 en Radio Splendid donde arrancaba un nuevo programa, con más de cuarenta años en el espectáculo, Vamos, ánimo, inspirado en uno de sus latiguillos más populares. Un ciclo que había defendido a capa y espada ante la siniestra dictadura en el poder: “En mi programa hablan todos”, enfatizó ante un  militar de escritorio. Como también había resguardo sus espacios en televisión estatal y Radio Continental, el veterano Diálogos con Blackie. Sin embargo, un paro cardíaco, en un talento que no paraba de crear, asfixiada por un contexto sombrío, cegó una excepcional mujer que alguna vez describieron con malicia como “un par de anteojos ahumados, una voz de contrabajo, con emisiones la mayoría de las veces tachadas por la censura, y proletario par de alpargatas negras”.  A ella eso no la afectaba, claro, porque “cada mañana había que hacer un programa de radio, preparar otro artículo, calcular un presupuesto. Total, hay que seguir en la lucha”.   

Paloma había nacido entre los gauchos judíos de Basavilbaso, Entre Ríos, en 1912. Hija de Jedidio Efron, el Sarmiento judío, un maestro y director de escuela clave en la organización de Barón Hirsch, que salvó miles de vidas en las Rusia zarista antisemita, y Sara Steinberg, dueña de un gran independencia, humor y cultura, inusual en una mujer del novecientos. “Una vez –contaba Blackie– mi hermana estaba dando examen frente a mi viejo y se empezó a reír… cuando papá miró a la puerta me encontró a mí totalmente desnuda con un año y medio… nadie se explicó cómo hice para rajarme a la escuela…”. "¿Cómo esta jovencita anda así por la calle?", dijo el Tata, a lo que con toda ironía y respeto respondió mi madre: “Porque no es una jovencita, es un jovencito”. Dos referencias para el futuro de Paloma: una, sus ansías desbordantes de saber; otra, un mundo de hombres que debía conquistarse con rebeldía e inteligencia.

Rebelde fue cuando decidió presentarse sin autorización paterna a un concurso de Jabón Federal en Radio Stentor, donde interpretó el clásico de jazz Stormy weather, aquella música y cultura afroamericana estuvo siempre en su corazón. Tal éxito tiene la audición que el público la bautiza Blackie, en 1934, y comienza a ser la voz del género en Buenos Aires, en teatros y en radio, donde trabaja en Radio Municipal, Radio Belgrano y Radio El Mundo.  Incluso cantó en el Teatro Colón, en el único baile de carnaval en la historia que organizó nuestro Coliseo. Y encandiló a Jaime Yankelevich, el zar de los medios del momento, quien intentó convencerla en vano para cantar tangos. “Me perdí a la mejor cantante de tango”, confesó luego Don Jaime.

Fina estampa del espectáculo argentino

Pero la pequeña negrita judía argentina no se iba a quedar mucho tiempo. En 1937 inicia un viaje de estudios por la Norteamérica profunda y se queda cuatro años actuando también en radios de allá, a la par de estrellas como Ethel Waters y Louis Armstrong.  A la vuelta de aquella experiencia conoce a Carlos Olivari, periodista y escritor, pero sobre todo un bohemio porteño, y la conquista viéndola actuar junto a Pepe Arias en el Teatro Maipo. Fue Olivari, y la amistad con Sixto Pondal Ríos, ellos dos los mejores guionistas de comedia del cine argentino, quienes la impulsan a transformarse en una empresaria de espectáculos internacional y, en simultáneo, en una consumada cronista, donde la fantasía y la realidad llevaban a las lectoras de El Hogar a Hollywood y New York. Todas esas herramientas fueron vitales para que, casi a los cuarenta, Blackie construya la figura pública, un mito también, que iba a dominar la radio y la televisión de las próximas décadas, tanto en el estudio como detrás de las consolas y las cámaras.

“Yo no soy autoritaria, tengo autoridad, que es muy distinto. Y mi autoridad se debe al respeto que provoco debido a que trabajo más que nadie, soy organizadora y nadie puede pescarme en un renuncio; yo nunca voy a pedir a otro lo que no he intentado hacer yo. El primer día que entré a un estudio de televisión donde debía dirigir a cuarenta hombres se hizo un silencio de muerte. Me di cuenta de inmediato de la situación y lo primero que hice fue soltar una palabrota refiriéndome al calor que hacía y todos se aflojaron. Ahí descubrí que mi costumbre de ser mal hablada era un arma que podía utilizar en el trabajo diario con hombres, que me ubicaba en un plano de igualdad”, recordaba Blackie del año que fue directora artística de Canal 7 y trabajó en 1954 por un medio que sirviera a la difusión de lo mejor de la cultura, sin distinción de ideologías ni razas ni clases, y con un profesionalismo que elevó el estándar televisivo, algo que repitió en sus ciclos notables de los sesenta, Una mujer hoy y Cita con las estrellas de Canal 9, donde prácticamente inventó la televisión con panelistas.

En simultáneo producía febril en Radio Belgrano, Radio Splendid, Radio Continental y varias emisoras del interior de la Argentina. Y, por si fuera poco, brillaba con Diálogos con Blackie en Radio Belgrano, siendo reconocida por Carlos Ulanovsky e Hinde Pomeraniec como una de las mejores entrevistadoras que se hayan plantado frente a un micrófono. “La emisora era Belgrano, La Radio, y el programa era Diálogos con Blackie, a no dudarlo, el de mayor audiencia… un jueves Blackie entró al estudio con toda la bronca… y en seco, sin cortina, dijo: 'Buenas tardes. Estas palabras están dirigidas a usted, señora, que me mandó un extensa carta, que no se dignó a firmar, donde me critica los furcios… si los cometo es porque tengo una hora y cuarenta y cinco minutos de programa... ¿O usted no comete furcios, señora?... cuando se le quema con la plancha una camisa de su marido… cuando se le rompe un huevo frito ¿es un furcio o qué, señora? ¡Mejor sería que se preocupara por mejorar su ortografía! ¡Faltaba más!', espetó al aire ante la mirada aterrorizada de sus compañeros", cuenta su locutor, Alberto Thaler. Toda una mujer emponderada, de verdad, al frente del micrófono, y que pone el dedo en la llaga hace medio siglo en la modorra de las tardes radiales.

La madre de otra radio

Para los setenta sigue siendo la reina de los mediodías en Radio Belgrano y oficiaba de madrina para quienes renovarían la radio como Hugo Guerrero Marthineitz, con una manera de entrevistar que mucho le debía a la escucha profunda de Blackie. Hasta que llegamos a la triste mañana de 1977 que empieza a despedirse trabajando en su querida radio: “La imaginación de la imaginación”, decía. “Maternal, ¿yo?”, se preguntaba Blackie, “Y sí, la verdad es que tengo muchos hijos adoptivos a falta de los propios”, decía quien soñó una radio que hacía crecer el alma de todos, pero especialmente orientada a las mujeres, que chocaban como hoy con techos de cristal y escaleras de papel. Paloma Efron, con “amor y respeto”, les hablaba a diario: “Una mujer debe tener los mismos atributos del hombre, debe ser antes que nada inteligente, debe tener ideas, ser comunicativa. Si es bonita, mejor. Ojo, no me gustan las que usan la seducción para conseguir algo: la seducción es un arma artera”. La radio argentina, pese a que hoy no se la recuerde como se debe, tiene en Blackie a la Dama en Alpargatas, una que demolió prejuicios y luchó contra la discriminación antes que ninguna.         

Fuentes: Horvath, R. Memorias y recuerdos de Blackie. Buenos Aires: Colección Todo es Historia, 1979; Pomeraniec, H. Blackie: la dama que hacía hablar al país, Buenos Aires: Capital Intelectual, 2010; Ulanovsky, C. Panno J.J. Tijman G. y Merkin M. Días de radio (1920-1959). Buenos Aires: emecé. 1995.

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