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Bernardino Rivadavia, un ciudadano argentino

Admirado y denostado, incluso en vida, Rivadavia es el hombre de la Independencia y el hombre del empréstito extranjero fundacional. Luces y sombras del primer presidente argentino.

Historia
Bernardino Rivadavia

¡Qué compleja la figura de Bernardino Rivadavia! Aciertos y errores parecen sembrar las acciones de este porteño que podía lograr que San Martín lanzara que era un “cáncer de la Revolución” y, también, que era el “mejor administrador de América” Factor de unidad nacional en la Guerra contra el Brasil, a Rivadavia recurren los congresales en un momento crítico, mientras su  nombre, y su presencia,  causaba desagrado entre los caudillos del Interior, y los estancieros bonaerenses encabezados por Juan Manuel de Rosas. Por algo Rivadavia solicitó expresamente que sus restos no volvieran al país. Sin embargo las primeras medidas tendientes a organizar el país a los pocos meses del Grito de Mayo, en una cantidad de aspectos sorprendentes 200 años después, sociales, económicos, educativos y hasta castrenses, salieron de la pluma del “Gran Panzacola”, un alias a Don Bernardino. Se lo llegó a acusar de importar el gusto por las cosas extranjeras sobre las nacionales, o sea la tilinguería. Hablamos del primer gobernante que intentó nacionalizar Buenos Aires y los ríos interiores “Soy la razón y no quiero ser la fuerza”,  escribió el primer mandatario de los argentinos en su renuncia del 27 de junio de 1827, finalizando una carrera pública de poco más de quince años, la mitad en el extranjero, “Argentinos, no emponzoñéis mi vida haciédome la injusticia de suponerme  arredadrado por los peligros o desanimado por los obstáculos que representara la magistratura que me habéis conferido…”, cerraba el estadista,  para algunos el Padre de la Deuda Externa, para otros “el hombre civil más grande que dio el país” Como con su deseo de descansar lejos de su Patria, los argentinos no cumplimos,  y empenzoñamos vida y obra de Bernardino Rivadavia.   

Bernardino de la Trinidad González Rivadavia nació en Buenos Aires el 20 de mayo de 1780, hijo de un doctor de la Real Audiencia, y de una prima hermana de éste, María Josefa.  El primer nombre se lo confiere el santoral, el segundo la calle donde vive con su familia. Inicia sus estudios con el padre Marcos Salcedo, orientado a las letras, e ingresa al Colegio Real San Carlos en 1798. Sólo dura unos pocos años, y en 1803, Bernardino es llamado para asistir al padre en la administración de los negocios relacionados con el comercio marítimo “Sírvase VS fijar la vista sobre la conducta pública de este joven: ya sostiene un estudio abierto sin ser letrado”, acotaría Manuel Moreno en un pleito con Rivadavia en 1809, y que serán la piedra angular de la crítica a la pendantería y los aires de Bernardino, que jamás tuvo un título, “ya usurpa el aire de los sabios, sin haber frecuentado los aulas; unas veces aparece de regidor que ha de durar pocos momentos; otras se presenta como una comerciante acaudalado de vastas negociaciones que no entiende, ni tiene fondos suficientes para sostener”, remataría el hermano de Mariano sobre Rivadavia, autor el último de los primeros códigos civiles criollos.

Antes tendría una activa participación en las invasiones británicas, primero en 1806 en el Cuerpo de los Gallegos, el más numeroso en la defensa de Buenos Aires, y cercano a Santiago de Liniers, a quien Rivadavia consideraba paladín de la libertad,  y luego, en 1807, donde tuvo una destacada actuación resistiendo el paso de los invasores en la calle de Las Torres (actuales Rivadavia y Piedras) Liniers lo nombraría alférez real en 1808 pero el desplazamiento de éste el 1 de enero de 1809 lo alejan de la vida pública y se dedica a la procuración y el martilleo público -así compra un barco en estado lastimoso, que se hunde en 1811…y pide al gobierno patrio, ya él como funcionario, una indemnización. El 14 de agosto de 1809 se casa con Juana del Pino, una de las hijas del Virrey del Pino, y viven en la casa paterna de Rivadavia, en la actual Defensa al 400. Tendrían tres hijos. En un segundo plano interviene de los sucesos de Mayo de 1810, cercano al grupo de Martín Rodríguez que pretendía moderar el poder de Cornelio Saavedra, pero  su cercanía familiar con realistas, hacen que la Junta de Seguridad Pública, creada por la Junta Grande en abril de 1811 para perseguir opositores, lo encarcelen en la Guardia de Salto. Sin embargo los climas políticos volvieron a cambiar unos meses después y Rivadavia es llamado en septiembre, “apoderado del pueblo” según el Cabildo, por el Primer Triunvirato de Feliciano Antonio Chiclana, Manuel de Sarratea y Juan José Paso, y ocupa el cargo de secretario de Guerra, el mismo que ostentaba Mariano Moreno.

En el “Reglamento de institución y administración de justicia del Gobierno Superior provisorio de las Provincias Unidas”, que crea entre otras cuestiones a la policía, emitido el 23 de enero de 1812, el secretario sostiene, “poco importaría ser libres si al mismo tiempo no éramos felices. Para lo primero, basta rechazar con valor los esfuerzos de la tiranía; para lo segundo, es indispensable mejorar nuestras instituciones políticas”,sentencia con un admirable contemporaneidad. La modernidad del pensamiento rivadaviano quedó reflejada en la catarata de disposiciones republicanas en poco más de un año del Primer Triunvirato, derrocado por “haber atentado contra la libertad civil… por aspirar directamente a la tiranía…. Por usurpar escandalosamente los derechos de los pueblos confederados” rubricaba Carlos María de Alvear, futuro dictador en 1815. Para enumerar algunas de las medidas: se crearon tribunales, se garantizaron las libertades individuales, se establece el sufragio universal -aún calificado-, se encaran reformas para separar las Iglesia y el Estado, se fundó el Museo de Historia Natural -con una donación de la colección del mismo Rivadavia-, se procedió a consolidar la Biblioteca Pública -antecedente de la Biblioteca Nacional-, se dictaron normas de fomento de la inmigración y el comercio, se alentó la agricultura y se crearon escuelas y “sensible a las miserias en que se halla envuelta una considerable porción de familias americanas…por la falta de acomodo de los naturales del país” se obliga a los artesanos extranjeros que enseñan los oficios a los jóvenes compatriotas, forma larval de las escuelas de artes y oficios, y de la futura industria local.

Para la marcha revolucionaria de los patriotas resultan vitales los tratados de pacificación con los portugueses impulsados por Rivadavia, que posibilitarían la conquista de Montevideo aún en manos realistas hasta 1814 -y un tácito reconocimiento al joven país de Portugal y, el mediador, Inglaterra. Tan importantes como las victorias de su amigo personal Belgrano en Salta y Tucumán, que es nombrado con la firma de Rivadavia como jefe del Regimiento de Patricios, o sofocar el Motín de las Trenzas – intento de levantamiento militar contra el gobierno por una serie de normas que tendían a profesionalizarlo, por ejemplo cortando sus cabellos; algo que San Martín conseguiría con la férrea disciplina de los Granaderos-, y la conspiración contrarrevolucionaria de Martín de Álzaga, antiguo rival comercial.

Poco dura Rivadavia fuera del poder y el 28 de diciembre de 1814 parte con su amigo Belgrano en misión diplomática a Río de Janeiro. Doce mil hombres estaban prestos a partir desde Cádiz para aplastar la insurgencia americana y los próceres viajan a las cortes de Portugal, en Brasil, e Inglaterra con el fin de lograr acuerdos, y que reconozcan oficialmente a las Provincias Unidas del Sur. Fracasa en Londres con un plan urdido por Sarratea, de coronar un rey constitucional del Río de la Plata, Francisco de Paula, hijo de Carlos IV, y en 1815 se queda solo en Europa a continuar Rivadavia las negociaciones con los potencias, a insistencia de Belgrano. Por momentos olvidado por el gobierno argentino, salvo el periodo del Director Supremo Puyerredón, tras la Independencia de julio de 1816, autonombrado Rivadavia “diputado negociador” se pasea por salones y cortes. Consigue acceder a la Corte de Madrid expresando el infame “sentimientos de lealtad de algunos miles de Vasallos”, contrariando las órdenes de los patriotas “negociar sin aceptar la dominación extranjera”, pero es expulsado desconsideradamente,  y vive en París codeándose con el general Lafayette, el Zar Alejandro y el sabio Bonpland y otras grandes personalidades, pese a subsitir penosamente; sin la ayuda familiar que vive grandes zozobras, sumadas a la muerte de su hija Constancia y su acaudalada suegra. Regresaría en mayo de 1821 a los brazos de su amada Juana, que lo llamaba “Dictateur”. Y a una experiencia de gobierno que sería su forma “rimbombante” para algunos, “visionaria” para otros, de administrar la cosa pública.

 

La feliz experiencia

Rivadavia es nombrado en 1821 por el gobernador Martín Rodríguez y, como ministro de gobierno, comienza una acción mucho más intensa que una década previa, en el intento de aplicar los avances de la sociedades más adelatandas del mundo en su país “Locuras de Rivadavia” diría San Martín. Quedan para la anécdota el canal que pretendía trazar desde las Cordilleras al Río de la Plata o hacer navegable el río Bermejo. También cuando, en su afán de estimular el campo, organiza una “Sociedad de Propietarios Artistas del país” (sic) con estancieros, un lejano pariente de la Sociedad Rural, y a la cual Rosas declina entre burlas. El ministro instaura en un lapso de tres años la Universidad de Buenos Aires -12 de agosto de 1821-, crea nuevas escuelas con el método de monitores antes la falta de maestros, la Sociedad de Beneficencia y la atención a la niñez -con la exigencia de la vacunación contra la viruela-, organiza administrativamente a los organismos públicos, sostiene la formación de la incipiente minería en La Rioja-lo que sería su conflicto posterior con Facundo Quiroga-, produce profundas reformas fiscales y monetarias que financien el joven estado, dicta leyes de pacificación política -Ley del Olvido que exoneraba a voces disidentes, entre ellos fueron favorecidos sus críticos acérrimos federales como Manuel Dorrego-, y promulga leyes que alentaban la creación de trabajo y contra la mendicidad, más garantías individuales que ayudaron a un rápido crecimiento económico, especialmente de Buenos Aires. La denominada “feliz experiencia” de Rivadavia hace que brille la Reina del Plata con una explosión cultural nunca vista, como por ejemplo la primera interpretación de una ópera completa, “El Barbero de Sevilla”, o la multiplicación de periódicos, muchos de ellos contarios al gobierno, como el del Padre Castañeda que llama a Rivadavia “Sapo del Diluvio”, con la garantía incuestionable de la libertad de prensa -sumemos que también Rivadavia profundiza la intervención estatal en cuestiones eclasiásticas y confisca varias tierras de diferentes órdenes, entre ellas  las ubicadas en la actual Recoleta.  

Rivadavia no se limitaba al campo porteño y deseaba abarcar un país. Así que instituyó las fechas patrias del 25 de Mayo y el 9 de Julio para todos los argentinos, y también el reconocimiento anual a Belgrano en 1821. Además decretó la formación de un fondo público para salvar los documentos de la emancipación, y subvencionó a los protagonistas para que escribiesen sus memorias, “único camino de comunicar las luces, formar la opinión pública y consolidar la unidad de sentimientos”, proponía el ministro. En 1822 uno de los primeros beneficiados fue el inca Juan Bautista Tupac Amaru, hermano del legendario José Gabriel, líder del levantamiento indígena en Cusco en 1780, y primera antorcha de libertad en América Latina, faro de los revolucionarios de Mayo. En buena medida escribimos sobre Historia Argentina debido a la visión de futuro de Bernardino Rivadavia.

“La aventura presidencial  de Rivadavia no se comprenderá, si se desconocen las causas económicas que la motivaron”, reflexionaba Víctor Cutolo del próximo gran paso del político, que luego de dejar la función pública en 1824 viaja por negocios mineros a Inglaterra, pero regresa a fines de 1825 en el comienzo de la Guerra conta Brasil, luego que los uruguayos decidieran integrar las Provincias Unidas en el Congreso de la Florida, “las principales medidas fueron: la concertación de un empréstito con la firma Baring Brothers -solicitado en principio para la construcción de un puerto moderno y obras sanitarias, que no ocurrieron, luego desviado para los esfuerzos de la guerra en parte, otra con fines desconocidos…se terminó de pagar en 1904- ; la creación del Banco de Descuentos; y la ley de Enfiteusis -tierras públicas a un muy bajo canon, en principio imaginadas para alentar la inmigración y a los pequeños productores, en la práctica la base del latifundio argentino- Estas iniciativas le valieron buena parte de su fama como estadista, pero se revelaron en esas medidas el juego de intereses personales bastardos, el flujo y reflujo de la especulación y del agio,  el endeudamiento del país con la banca inglesa, la estafa que se hizo con el Banco Descuentos y del llamado Banco Nacional, negocios hecho con el despojo de la tierra pública y el compromiso formal de la entrega del país a compañias extranjeras”, remata el historiador. Para Jorge Abelardo Ramos gobernaba “el partido rivadaviano…coherente con los unitarios…que era el poder de hacendados y comerciantes -de Buenos Aires- concentrado en una pradera, una ciudad y un puerto…enemigo de San Martín, los federales y los americanos revolucionarios que luchaban por la Independencia”, cierra. Acotemos que el Libertador y Rivadavia, pese a los claros hostigamientos que sufrió el General en su estadía mendocina, se reunieron en un par de oportunidades en Buenos Aires en 1823 para discutir formas de gobierno, uno cercano a la monarquía constitucional, otro al republicanismo democrático.

 

Primer presidente de los argentinos

En una elección relámpago dentro de un congreso casi enteramente porteño, duramente cuestionada por los diputados y gobernadores del Interior, el 8 de febrero de 1826, y ante 39 diputados, prestó juramento el primer presidente de los argentinos, Bernardino Rivadavia “Defenderé y conservaré la integridad Independencia el territorio de la Unión bajo la forma representativa republicana”, juraba con la máxima investidura. Era un deseo en el cual había trabajado incansablemente, Rivadavia, hombre de ambición y ornato, que instituyó inmediatamente un boato protocolar símil a los cortes aristocráticas “Presidente de la Ciudad de Buenos Aires” lo llamaría el gobernador cordobés Bustos, aún frustrado porque él pretendió organizar unos años antes un congreso nacional, dominado por los caudillos, y Rivadavia lo boicoteó. Una de las primeras medidas del presidente fue nacionalizar la Ciudad de Buenos Aires, que tendría una extensión de Capital Federal mucho mayor que la actual, desde San Isidro a Quilmes, cercana al actual Conurbano,  y la Aduana, con lo cual se ganó el desprecio de sus antiguos aliados porteños. Además impulsó una primera ley de nacionalización de la minería que lo enfrentaba con los caudillos de los provincias del Norte. Tomás Guido, confidente de San Martín, le escribiría desde Chile, “-su designación- merecería llamarse el triunfo de la razón y de la gratitud… la garantía que Usted ha creado en nuestra patria como único escudo de la honradez” Consolida la acciones en materia educativa, elevando el presupuesto para la construcción de escuelas en todos el país e instaura la Facultad de Medicina, nacionaliza la enfiteusis -más bien arriendo público- e intenta controlar sin éxito la explosión de los terratenientes con el Departamento Topográfico, lanza mecanismos alternativos al endeudamiento externo con nuevas ordenanzas fiscales, sin contar con la Aduana bloqueada por los brasileños - pero ante los gastos bélicos vuelve al crédito internacional en condiciones ruinosas-, e impulsa una nueva constitución, la controversial de 1826 “Las Provincias Unidas del Río de la Plata que cuentan con dieséis años de Emancipación e Independencia,  no es posible que continúen dirigiéndose bajo forma provisoria, sin mengua del crédito que se han obtenido por sus sacrificios heroicos y por su glorioso esfuerzos… faltar un código en que se marcan los límites del poder, y se registren la garantía de su más caros y apreciables derechos” peticionaba ante los congresales, quienes redactaron una carta magna que vaciaba de poder al Interior, claramente centralista, lo que causó el enojo de Rivadavia según Salvador María del Carril, “Don Bernardino era republicano sincero, porque el país no podía hacer otra cosa; no era unitario ni federal, era las dos cosas y las tres; porque sabía que la combinación política que había de fijar su asiento en estos países tenía por elementos obligados la República, el gobierno de los pueblos por sí mismos; y unión de todos por el gobierno general”, recordaría.

Una vez conocida la constitución, en las provincias causó el levantamiento en armas, el rechazo de los emisario del gobierno central y un descontento en aumento, que se agravó luego con la traición de su ministro García, quien firmó un tratado de paz deshonroso con Brasil en 1827, en un momento que el curso de la contienda era favorable después del triunfo de Ituzaingó. La Banda Oriental quedaba para los brasileños, algo que si suponemos a un Rivadavia probritánico, es inimaginable. San Martín pedía desde Francia que “descuartizen en Buenos Aires al bribón de García..aunque el problema es de quienes emplean a un hombre de dudoso patriotismo”  Ante la presión insostenible, y el vacío de poder dejado por unitarios y federales mancomunados, Rivadavia presenta la renuncia en junio de 1827  y se recluye en su casa de Defensa. Regresaría solo a Europa en 1829, “se sentía totalmente ajeno al país”, dicen sus biógrafos, vive pobre en París traduciendo autores franceses y decide regresar por su familia en 1834 “Viajero, vecino, expatriado” fueron las pocas horas que pasó en Buenos Aires, ya que vinculado a las “maquinaciones de monarquizar América”, él que se había enfrentado con la Logia Lautaro por defender el republicanismo, Rosas lo expulsa al Uruguay.Primero llega a Colonia, pero se lo destina a Santa Catalina con su familia por orden de Manuel Oribe, “una isla inhóspita que no pertenece a este mundo”, remarcaba el desterrado político. Allí se dedicó a las tareas del campo.

Fracasa en todos los emprendimientos comerciales y decide vivir en Río de Janeiro en 1841,donde fallece su esposa. Sus hijos prefieren quedarse a pelear con los federales en Uruguay para desazón del padre “Una casita pequeña, oscura y triste…era -Rivadavia- intratable”, recuerda Juan Bautista Alberdi del hogar brasileño del exiliado, en la calle San Diego 17. En 1845 decide viajar a Cádiz y allí fallece el 2 de septiembre de 1845, en un casa que aún se conserva en la calle ex Murguía -Presidente Rivadavia- 148, protegida por las Cancillería argentina.

Contra su voluntad sus restos fueron traídos en 1857 a Buenos Aires y recibidos por 60 mil personas, con los saludos de Sarmiento y Mitre, “sin los materiales de reconstrucción que elaboró  su vasto genio con la clara noción del porvenir, la resurrección de la República Argentina habría sido imposible”, dijo el autor de las biografías canónicas de Belgrano y San Martín. Descansando en La Recoleta,  sus restos serían nuevamente motivo de discusiones y el presidente Alvear encargó un monumento definitivo al escultor Rogelio Yrurtia, que sería inaugurado en 1932 en la Plaza Once de Septiembre, de Balvanera. La República entronizó la figura de Rivadavia en avenidas, calles, plazas, escuelas, clubes y demás instituciones. Queda en los argentinos redimensionar al “piloto de cultura”, o “capitán de la entrega”, que soñaba un mejor país como todos.

 

Fuentes: Segreti, C. S. A. Bernardino Rivadavia. Hombre de Buenos Aires, ciudadano del mundo. Buenos Aires: Planeta. 2000; Ramos, J. A. Historia de la Nación Latinoamericana. Buenos Aires: Peña Lillo-Ediciones Continente. 2011; Marmol, M. La primera primera dama en revista Todo es Historia Año 1 Nro. 4.1967. Buenos Aires.

Fecha de Publicación: 20/05/2021

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