¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBarracas es tierra de leyenda. En esos caminos se resistió valientemente en las invasiones británicas, allí estuvo la negra Remedios sable en mano, se complotó contra el gobierno patrio de la mano de los aristocráticos Álzaga, y allí estaba el cuartel general de los mazorqueros de Rosas. Por allí deambulan los espíritus del Almirante Brown y Felicitas Guerrero en danza tanguera con José Hernández, Eduardo Arolas y Agustín Bardi. Aún se pueden escuchar los ecos de la muchedumbre que cruzaba el Puente Pueyrredón el 17 de octubre de 1945, siguiendo la Calle Larga de los troperos, y las risas que continúan en la obra de Don Pepe. Barracas es tierra de promesas. Con una antigua población obrera y comprometida, humilde, como el 60% de los actuales barraquenses que viven en las villas; separados por la autopista, esa herida absurda infligida por los militares, de una recién llegada clase media-alta, venida con la fiebre inmobiliaria de los dos mil. También futuro en la conservación y proyección de los bares notables y las asociaciones civiles como la Fraga o la Sociedad de la Luz. O el teatro comunitario Los Calandracas, ejemplo en el mundo de exitoso arte vecinal “Hay que tener cuidado con los progresos basados en el dinero. Estamos a 25 cuadras del Obelisco y empiezan a vender el territorio”, sostiene Ricardo Talento, director teatral y vecino, “el barrio tiene lugares de encuentro: el club, la escuela, que conservan el sentido. En Barracas hay viejas instituciones. Sportivo Barracas –cuna de notables deportistas- con una cadena de gimnasios en la sede…el vecino debe tomar la posta…es un momento interesante para crear…-y- lo podemos pensar porque estamos en este barrio…en Barracas tenemos esta riqueza” Patrimonio, pasado y futuro, de todos los porteños.
“Y tomó a la derecha por una calle encajonada, angosta y pantanosa y en cuyos lados no había edificio alguno sino los fondos de ladrillos o de tierras, de aquellas casas con que termina la ciudad sobre las barrancas de Barracas”, describe José Mármol en “Amalia” el paisaje que precede a Daniel Bello arribando a la ficcional mansión de Amalia Sáenz de Olabarrieta en el Calle Larga –actual avenida Montes de Oca-, aproximadamente frente a la Iglesia de Santa Lucía. A sus espaldas, el degüello de la Mazorca. En los años del rosismo, y aún varias décadas después, el barrio era un confín de la ciudad dominado por cuarteadores y compadritos, luego obreros, que decían que “iban a Buenos Aires”, pese a que estaban a un par de kilómetros de la Plaza de la Victoria/Mayo. Era además un lugar de quintas y mansiones, veraneo de los pudientes porque “se podía respirar” en la ciudad polvorienta y sofocante que fue Buenos Aires largos siglos, pero que irían abandonando con los sucesos trágicos de la Fiebre Amarilla de 1871. El 30 de agosto de 1853, a los meses de la secesión de Buenos Aires de la Confederación Argentina, se crea el Juzgado de Paz de Barracas al Norte, siendo nombrado Juan Milberg –y, a la sazón, Día del Barrio. Pero estos dos cambios sociales y políticos no serían los únicos de importancia nacional de una zona que fue conocida ya en la expedición de Pedro de Mendoza de 1536, incluso algunos historiadores ubican la primera Buenos Aires en la inmediaciones del Puente Pueyrredón “Las barracas y tierras de doña María Burzaco” ya eran en el siglo XVIII, primera denominación de “Barracas”, un solar de acopio de la materia prima de los curtiembres para exportación, y en 1809 los hermanos Robertson, también destacados en el desarrollo de La Boca, referían que acumulaban tres millones de cueros. Por entonces se asentaban tímidamente las pulperías, los primos lejanos de las cafés y con el tiempo el templo de los payadores, precursores del tango, y una en particular quedaría inmortalizada en “La Pulpera de Santa Lucía” Y durante 150 años funcionó la mítica La Banderita, en avenida Monte de Oca y Suárez, llamada así porque largaban las cuadreras –carreras de caballo- en el siglo XIX. Hoy funciona allí un banco.
En los años del Centenario el francés Jules Huret en “De Buenos Aires al Gran Chaco” expresa: “Si quiere uno darse cuenta de la actividad de la metrópoli, debe dirigirse a los barrios del Sur, a La Boca, o a las Barracas, a orillas del Riachuelo, donde se hallan los mercados de lanas y cueros, los mataderos, los depósitos…allí se encuentran los centros comerciales, las industrias, las fábricas, los almacenes de hierro y madera, vinculándose en aquellos lugares gran parte del tránsito de la población. Se observa allí la actividad de los grandes centros europeos”, del área delimitada por la Avenida Regimiento de Patricios, Defensa, avenida Caseros, avenida Vélez Sarsfield, avenida Amancio Alcorta y el Riachuelo, casi 8 kilómetros cuadrados que tiene al hospital pediátrico más antiguo de Sudamérica, Casa Cuna, fundado el 7 de agosto de 1779 como Casa de Niños Expósitos por el virrey Vértiz. En el año que describía Huret convivían 90 mil almas, y 50 mil eran extranjeros, la savia que nutrió la personalidad de Barracas. Ayer italianos y españoles, hoy bolivianos y paraguayos, en un linaje de compromisos que reconoce los primeros mitines de trabajadores con anarquistas y socialistas, o el sindicalismo de la resistencia después del golpe de 1955 “Había muchas organizaciones hechas por idealistas pensantes que luchaban por la reivindicación de la gente que trabajaba. Los que más reuniones hacían eran los socialistas, toda gente preparada, pero los comités peronistas y radicales estaban al mismo nivel –acota el peluquero Román Lamas, el dueño de la peluquería más antigua de Buenos Aires en funcionamiento, en la calle Suárez 1991- Aquí la gente te respeta como eres” Vayamos a dos edificios notables nacidos de estos “idealistas pensantes”, que podemos visitar y reencontrarnos.
El legado masón en Barracas
Hacia fines del siglo XIX, en un país convulsionado por revoluciones y presidentes de cortos mandatos, las logias masónicas, íntimamente ligada el poder, vivían también sus turbulencias. Inspirados en los principios de Ciencia, Justicia y Trabajo, pero sosteniendo la prescindencia –pública- de la política, con las figuras de Carlos D´Amico y Carlos Pellegrini se fracturan en El Gran Oriente Nacional del Rito Argentino, que justamente impulsaban la politización de la fraternidad –el Partido Demócrata Progresista de Lisandro de la Torre fue la materialización del proyecto masón de su propio partido-, y que sumaba en sedes casi 146 nacionales y 21 extranjeras para 1900. Sin embargo, la realidad, era que los masones desarrollaban una elevada actividad social y política organizando mutuales, o prestando sus salas a las reuniones de los trabajadores. Una de las principales era la “Los Hijos del Trabajo” que se fundó el 14 de marzo de 1882 y en el término de ocho años mudó cuatro veces, posiblemente debido a persecuciones –la leyenda anticlerical de la masonería, curiosidades de la historia, fue el ultracatólico golpista Aramburu quien la daría la ansiada personería jurídica en 1957. De la Av. Santa Lucía 245 –hoy avenida Montes de Oca-, o calle Larga de Barracas, en julio de 1890 se instaló definitivamente en San Antonio 814. Y fue plataforma del pensamiento libertario de las primeras generaciones de argentinos hijos de inmigrantes. Para ello, en pleno sur porteño, diseñaron un magnífico palacio de inspiración egipcia, una joya oculta de la ciudad, “la arquitectura del Templo responde a la organización tipo de la Orden del rito escocés antiguo y aceptado, aludiendo también al templo de Jerusalén edificado por el Rey Salomón. Es de planta rectangular y cada uno de sus lados denomina Oriente, Occidente, Norte y Mediodía. El solado es de listones de pinotea…el cielorraso representa un cielo cuya luminosidad es más clara en Oriente, donde sale el sol y disminuye en Occidente, donde aparecen las estrellas. El Oriente se materializa en un estrado al que se accede por tres peldaños, y en el cual se halla el trono del Venerable Maestro. En el lado opuesto, y flanqueando el acceso, se encuentran dos columnas, que llevan por iniciales las letras B y J en el fuste, similares a las que existían en el templo del Rey Salomón”, detalla Juan Serchio, y explica los enigmáticos símbolos masones que acompañan la fachada, los clásicos del compás y la escuadra, o el famoso ojo dentro de la pirámide. Y las tres pirámides de Gizeh, “que subrayan el compromiso de la Logia con las organizaciones de resistencia obrera, advierte al iniciado que debe medir, no las piedras sino el tiempo, y que debe pulir, no el mármol sino el corazón, y así como la estabilidad del edificio depende de su capacidad para aplicar la ética a las acciones de la vida ajustando sus actos a los dictados de la justicia”, cierra Serchio de una casa tipo chorizo, la construcción tradicional porteña, y que resultó adaptada por el arquitecto Francisco Cabot (hijo) en 1919; en particular para montar la biblioteca Federico Garrigós, aquel de impactante arco sostenido por dos hércules. Cerrada como biblioteca popular en 1951, y tras el cese de actividades de la logia masónica en los ochenta, en los dos mil los vecinos consiguieron que vuelva al circuito de bibliotecas populares, y continué prestando servicio de apoyo escolar a los niños.
“Art. Segundo: ...tiene por objeto difundir entre sus asociados la educación, instrucción civil y moral, practicar la caridad y el socorro mutuo entre los mismos bajo el precepto “Uno para todos, todos para uno”, velar por la libertad civil y la conciencia y por el perfeccionamiento de la humanidad”, aparece en el acta cuando se constituyó en forma civil la Sociedad Masónica “Hijos del Trabajo” en 1904, y albores de un interminable acción social que en 2021 se sostiene en este más que centenario Taller, como se llama a los templos masónicos, “Los valores más relevantes que enseña y sostiene nuestra fraternidad, entre los que se destacan la ética, la filantropía, la libertad, la familia, el crecimiento personal, y en especial la tolerancia”, en hijosdeltrabajo.com.ar
El 18 de junio de 1899 la educación argentina estaba por entrar al siglo XX en la modesta Sociedad de la Luz. Su fundador, el estudiante de ingeniería y socialista Mauricio Kliman, en la calle México 2070, imparte “El sistema planetario y la tierra” de una manera novedosa, con un proyector de la Casa Lepage, iluminado a kerosén, que seguramente habrá sofocado a más de uno. Sin embargo nada detiene el entusiasmo de Juan B. Justo y Ángel Giménez, que unos meses antes habían fundado la Sociedad de la Luz-Universidad Popular a los efectos de “difundir en el pueblo las nociones y los métodos de la ciencia; educar sus facultades de expresión hablada, escrita y artística; propender el perfeccionamiento de la educación técnica” En los Diez se mudarían al entrepiso del Hogar Obrero de Suárez 1301, que desde 1921 es la sede definitiva. Por aquellos años se realiza una memoria y resulta aún hoy impresionante el despliegue de Justo, Enrique Dickman, Nicolás Repetto, Fenia Chertkoff, Alicia Moreau de Justo, entre otros, las cabezas del socialismo nacional, que en un poco más de diez años dictan 4491 conferencias y realizan innumerables visitas a fábricas, escuelas y conventillos. En los treinta Giménez, con sus dietas de diputado nacional, costea la editorial de la Sociedad Luz, 249 publicaciones de divulgación y educación de distribución gratuita, con un tiraje total de 3.113.200 ejemplares.
A Giménez, fallecido en 1941, “Sí, luz, más luz, es lo que pide la Humanidad en su lento ascenso a un mundo sin dogmas”, reza la leyenda, sus palabras, en la placa homenaje, se honra con la biblioteca que atesora 92 mil volúmenes y que varias generaciones de argentinos y extranjeros, especialmente de sectores humildes, utiliza a diario. En la tarea educativa, en la herencia de los fundadores, el Instituto Alfredo L. Palacios (A-1390) brinda gratuitamente los profesorados de Historia y Geografía, y en la Sede Villa 21-24, el de Educación Primaria. Entre los fines de formación se establece “propender a la práctica formadora en sentido crítico, progresista y con la eticidad que demandan educandos y educadores; promoción de la tradición democrática, humanista, científica y cultural nacional e internacional; rechazo a toda discriminación, especialmente en materia educativa, partiendo del principio de igualdad de oportunidades; defensa de los valores consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas” Para aquellos que deseen visitar, o conocer más de sus actividades que incluye cine, teatro y charlas, en un magnífico ejemplo del neoclásico, cuya primera piedra puso el mismísimo Palacios en 1921 y demoró trece años en finalizar su construcción, chequeen www.sociedadluz.org.ar
El mismo nombre del barrio, algo inusual en los demás 48 barrios porteños, surge en la apropiación práctica y simbólica de la cotidianeidad, en particular el trabajo, de los primeros pobladores. Ya desde el mismo nombre pertenece a la lucha y memoria de los vecinos. No se trata erigirse en adorador del adoquín. Es convencerse que el mañana para serlo anida en lo que nos precedieron, en sus logros y fracasos, pero si demolemos sus huellas, ¿contaremos nosotros? Retruca el poeta José Portogalo, “Barracas fue su pan de pobre y mañana,/su escuela entre libros abiertos de pájaros/y el viento que silbaba milongas de carrero” Y será.
Fuentes: Puccia, E. H. Barracas en la historia y la tradición. Segunda Edición. Buenos Aires: MCBA. 1977; Barracas. Raíces al Sur. Buenos Aires: Rumbo Sur Asociación Civil. 2017; Anuario de la Dirección General de Patrimonio. Buenos Aires: GCBA. 2004
Imágenes: Turismo Buenos Aires
Fecha de Publicación: 27/10/2021
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