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Arturo Jauretche: boleando zonceras argentinas en el siglo XXI también

En el natalicio del pensador, político y escritor, refucilos de su vida y pensamiento. Un polemista desmelenado que nos recordó que la “viveza criolla” es pura pinta.

Como nada es casualidad, en este noviembre, Mes de la Tradición, revisitamos a Arturo Jauretche(Buenos Aires, 13 de noviembre 1901-25 de mayo1974), un bonaerense de acción y de pluma que miró desafiante Tierra Adentro. Con la sapiencia de un baqueano, y la paciencia del arriero, desarrolló una obra conceptual y literaria consistente en la valorización de los sueños colectivos y las tradiciones, no en un nacionalismo hueco, sino en una práctica concreta como lo fue su exitosa presidencia en el Banco Provincia de Buenos Aires (1946-1951), un verdadero promotor del industrialismo argentino y la modernización de la explotación agropecuaria. Es interesante que luego de ser revolucionario radical después del golpe al presidente Yrigoyen, fundador de FORJA (1935-1945) -ala nacional y popular del partido radical-,  ladero de Juan Perón en la antesala del 17 de octubre y exiliado en Montevideo luego del golpe de 1955 que derrocó al presidente Perón, por defender la denominada “Segunda Tiranía”  -la primera fue la de Rosas-, o sea siempre en una segunda -derrotada- línea, Jauretche alcance en los sesenta una resonancia inédita. Especialmente en la juventud, esos jóvenes “arquitectos del mañana. No hay que obstruirlos. Nuestro orgullo será sostenerlos con el ayer, nomás” diría el exitoso autor de “Manual de zonceras argentinas” (1968) y “El medio pelo en la sociedad argentina” (1966),  quienes revivían medio siglo de luchas argentinas en las frases inflamadas de este intelectual nacido en Lincoln. Aunque sabemos que Jauretche detestaba ese mote, “no quisiera agolparme con quienes se darán de codazos para citar libros impresionantes como “El Capital” de Karl Marx…no me hagan maestrito de lo que no soy. Yo no me intereso en lo que conmueve a la humanidad, esa vastedad tan abstracta que soporta tantos atropellos, sino de lo que hace bien o mal a los argentinos, a esa gente que conozco. Soy esa gente; quedémonos ahí -afirmaba el hijo de un padre tambero que se negó a luchar por una secesionista Buenos Aires en 1880- Y entonces admitamos que hay momentos en los que lo único que importa no es el pensamiento que el río arrastra sino el depósito que acumula en las orillas y el fondo…los libros deberían ser anteojos para ver mejor y no anteojeras para ocultar la realidad…un intelectual es sólo un hombre más obligado en otros terrenos, sólo eso…entre intelectual y argentino, voto por lo segundo”, remataba un año antes de su fallecimiento, un político argentino de sonrisa siempre juvenil. Que grupos de rock barrial del estilo de “Los Piojos” en los dos mil dedicaran una canción, cuando la mecha del 2001 estaba rodando, o que varias escuelas secundarias lleven su nombre a pedido de los alumnos, no fue magia. La frescura de sus pensamiento se relaciona directamente con sus largas experiencias en el campo popular, que glosó inéditamente en un lenguaje accesible, no propangandístico, y con una solidez no habitual en artículos pensados para el debate, “el peronismo fue una revolución respecto a la situación vigente, aunque no hiciese cambios en la estructura…y Perón no lo entendiera entonces” o “no se asusten los viejos peronistas, no quieran quedar como viudas tristes, tienen que acelerar el paso para seguir a los de adelante”, demoliendo  Jauretche hoteles, digo, relatos.

“Además de la deformación de las ideas e intereses, hay en la historia enseñada oficialmente, una total deformación de la realidad -decía a la revista “Crisis” Jauretche en 1973, en un nota coral sobre la educación de historia en la escuelas primarias y secundarios, y que vale a los relatos de los oficialismos maniqueos, de ayer y de hoy- “y se parece mucho a los cuentos para niños que algunos idiotas escriben, creyendo que los niños son idiotas, mientras que los niños prefieren cuentos para grandes. De esta manera la historia que se les muestra no les interesa. No es necesario demostrar que los chicos se aburren soberanamente aprendiendo la historia escolar y en cambio se divierten leyendo historia griega o francesa, precisamente porque no ha sido escrita para idiotas”, en una reclamo que adquiere vigencia galopante con alumnos inmersos en burbujas virtuales.

 

Yrigoyen, Borges y Perón, grieta y después

De joven militante del partido conservador, la llegada a Buenos Aires cambia la perspectiva política de Jauretche con la Reforma Universitaria de 1918 y la influencia intelectual de Raúl Scalabrini Ortiz y, especialmente, Homero Manzi “Mucho de mi yrigoyenismo se lo debo a Manzi”, reconocería al investigador pionero de lo popular, Aníbal Ford, a mediados de los sesenta, “él me dio las explicaciones más orgánicas y más poéticas del caudillo…yo no llegué a Yrigoyen por Yrigoyen sino por la comprensión de lo popular…en realidad yo soy populista. Frente al fracaso de los ideologías, constante en América, empecé a percibir la significación de los caudillos”, enfatizaba el político en una síntesis ideológica. En aquellos años conocería en los círculos yrigoyenistas a Jorge Luis Borges, en su vertiente criollista, y mantendría un relación prolongada. Ya en la cárcel en diciembre de 1933 por la inserrucción radical en Corrientes, salva su vida milagrosamente de los degollamientos a yrigoyenistas por militares del gobierno de facto de Justo, en 1934 edita los combativos poemas gauchescos “El Paso de los Libres. Relato gaucho de la última revolución radical”, deudor del Santos Vega y el Martín Fierro, y con prólogo de Borges, a sugerencia de Manzi “Ha sido una patriada -señala Borges- que no debe confundirse con cuartelazo…la patriada es uno de los pocos rasgos decentes de la odiosa historia de América. Si fracasa, le dicen chirinada, y casi nunca deja de fracasar…la tradición, que para muchos es una traba, ha sido un instrumento venturoso para Jauretche. Le ha permitido realizar obra viva…obra que merecerá la amistad de las guitarras y los hombres” Arriba, payador Arturo, “Y la Nación desde entonces/va de Herodes a Pilatos/todos le ofrecen un buen trato/y el arreglo de sus cosas/pero ellos rompen la loza/y el pueblo paga los platos” decía el gaucho Julián Barrientos, con un lema a tambor batiente, “El que trabaja pa´otro/es libre…pero de nombre” Eran los años de amistad en que Manzi y Jauretche anhelaban de un ascendente Borges el apoyo a FORJA. Y en un viejo chiste nacional, dos se hicieron peronistas, aunque críticos del movimiento, y el otro antiperonista, visceral. Incluso Borges se ufanaba “nunca tuve amigos peronistas” Años antes de morir Jauretche, sin embargo, diría nuestro mayor escritor, “yo creo que en ese libro hay versos muy lindos. Y creo que el hecho que ahora estamos distanciados políticamente no significa que juzgue malos aquellos versos”

Muchos historiadores enlazan los diez años de pensamiento nacional de FORJA, orientado a las clases populares y la democracia de masas, con el surgimiento del peronismo. No es menor que la agrupación finalizara su vida política unos meses después del 17 de octubre, tras horas y horas de mitines y publicaciones, la más relevante “Manifiesto del Pueblo de la Argentina. Somos una Argentina colonial: queremos ser una Argentina libre”, que se vende clandestinamente, y tiene un gran acogida en las fábricas y barrios obreros y de clase media. Evidentemente la tarea de Jauretche, Scalabrini Ortiz, Manzi, Dellepiane, Correa, Alvarado y Molás Terán, entre otros nacionalistas, se había cumplido. En cuanto el impacto directo en el ideario de Perón se sabe que recibía las publicaciones forjistas directamente de Manzi y Jauretche, incluso estando en Italia. La emancipación económica, la columna vertebral del forjismo, tuvo una traducción matizada en la doctrina peronista, así como también una nueva mirada de una política social desde abajo como fue el Estatuto del Peón, que no era otra cosa que la actualización del “Fuero Gaucho” de Martín Güemes, apoyado por San Martín. Jauretche rememoraba el intenso 1944 donde fue asesor y consejero político del futuro tres veces presidente de los argentinos “conversaba con Perón a la mañana y era un hombre que sabía escuchar. En pocos meses globalizaba fácilmente la realidad nacional, su pensamiento maduraba y no se detenía en detalles inútiles. Su capacidad era la visión panorámica, de conjunto, que tenía de los problemas” Años después se distanciaría del regimen, al igual que otros forjistas que apoyaron inicialmente al peronismo como Scalabrini Ortiz, quien fue perseguido, pero siempre repetirían al unísono aquellos fundadores de FORJA “no era entre Perón y el arcángel Gabriel, sino entre Perón y Federico Pinedo -cabeza económica de la oligarquía-“

 

No seas zonzo vos, che, chamigo, amigo

La influencia del “Manual de zonceras argentinas” es tan vasta en la cultura argentina que podría pensarse  en un nuevo “Facundo”, el libro sarmientino por excelencia. Investigadores recientes como Alejandro Grimson hasta ministros de dudosa competencia sociológica estamparon nuevas zonceras,  en la estela de los  términos jauretcheanos originales como cipayo o coloniaje. Tal vez puede presumirse un excesivo tono confrontativo en los escritos de Jauretche pero no olvidemos que muchos fueron redactados en la cárcel, el exilio o contra gobiernos dictatoriales, en tiempos violentos de los argentinos, no tan lejanos a los persecutorios de los Sarmiento y Alberdi. Como Arlt o Discépolo, Hernández o Juana Manso, Jauretche sufrió del ostracismo, el desprecio, ya mencionamos a Borges, o directamente el silenciamiento.

En realidad una correcta lectura del manual debería integrarse a los desarrollos sociológicos que inicia en 1957 con “Los profetas del odio”, donde polemiza con Ezequiel Martínez Estrada -antes del viraje de éste viajando a Cuba de Castro –, Borges -ahora antipopular- y Ernesto Sábato –“eso que usted llama resentimiento en la movilización popular, se llama esperanza” y viejos nacionalistas autoritarios. Jauretche se transforma en portavoz del revisionismo histórico, un cambio de paradigma en la historia liberal argentina, centrándose en su teoría de “colonización pedagógica”, a la par de las teorías de liberación y subdesarrollo que inundan Latinoamérica.  Cuando edita el manual su trayectoria analítica e histórica decanta en “la madre de todas las zonceras”, “Civilización y barbarie”, que hirió profundamente la unidad nacional con sus mitos de la Argentina blanca, “Pagaré ahorrando sobre el hombre y a sangre de los argentinos” -palabra del presidente Avellaneda-, Civilización occidental y cristiana, y tantos más que negaban los voces y derechos de indios, gauchos, minorías, disidentes, y un largo, triste, etcétera.  El best seller anterior “El medio pelo en la sociedad argentina”, que agotó catorce ediciones en cinco años, fue el corolario desmenuzando la cultura argentina, y las creencias sobre lo argentino, que reniegan la identidad nacional. Ernesto Goldar condensa, “el método jauretcheano supone un pensamiento abierto, que induce, concretiza, relaciona e integra. La “Nación” no es algo hueco; Jauretche lo dice claro en “Pantalones cortos” -su autobiografía de 1972-: la Nación será la realización de hombres concretos en un mundo concreto”

“El protagonista de la historia no pierde nada como hombre cuando se lo baja del pedestal -anota en el “Manual de zonceras argentinas”-…por el contrario, gana al humanizarse con su carga de errores y aciertos…Sarmiento es para mí uno de nuestros más grandes -sino el mejor- prosista…lo creado por su imaginación llega a hacerse más vivo que lo que existe en la naturaleza…a este Sarmiento se lo ha resignado a un segundo plano para magnificar el pensador y estadista…siendo que sus ideas políticas, económicas…y su labor de gobernante es propia de su condición imaginativa…decir escritor Sarmiento, como decir escritor -José- Hernández o escritor -Leopoldo- Lugones, sería importante pero no decisorio. Y sobre todo cuestionable. Y la zoncera sólo es viable si no se cuestiona” Un ejemplo del pensamiento crítico y unificador de Jauretche para las generaciones de ayer, hoy y mañana.

 

Fuentes: Jauretche, A. Manual de zonceras argentinas. Volumen II. Buenos Aires: Corregidor. 1999; Godar, E. Jauretche. Buenos Aires: Cuadernos de Crisis. 1975; Aragon, R. – Chávez, F. Jauretche, una vida al servicio de la Revolución Nacional. Buenos Aires. 1975; Scenna, M. FORJA. Una aventura argentina (de Yrigoyen a Perón). Buenos Aires: La Bastilla, 1972.

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