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Aquellos buenos viejos muchachos II

Qué pasó con el sindicalismo durante el exilio de Perón y su posterior retorno. Segunda parte de la breve historia del sindicalismo por Bob Ventura.

Historia
Peron sindicatos

¡Bienvenido a los años de fuego!

Situémonos antes que nada en el contexto del país una vez nacido el peronismo.

La Argentina tiene dos grandes grietas históricas. La primera es “Unitarios” versus “Federales” durante la época de la Colonia. La otra es “Peronistas” versus “Antiperonistas”. Ambas las vivimos hasta hoy en día. La gente del interior del país es muy distinta a los habitantes de CABA – Conurbano bonaerense; por suerte para ellos. Pero tanto peronistas como antiperonistas son un crisol de gentes muy similares y a la vez antagónicos a muerte. La puta falta de grises de nuestro país.

Yo no creo que Perón haya buscado la grieta y tampoco que se haya beneficiado de ella. Pero se generó a su entorno mucho más fuerte que unitarios versus federales porque es transversal en todo el país. No solo interior versus ciudad de Buenos Aires.

Ya en su primera presidencia Perón convivió con gente en su contra. Medio país, ponele. En su segunda presidencia le echó nafta al fuego proscribiendo gente y con bolucedes tipo “Por cada uno de los nuestros caerán cinco de los de ellos”. A lo que los primates agregaron “Cinco por uno, no va a quedar ninguno”, como para calmar las aguas y llamar a la reflexión.

El antiperonismo también tuvo su costado violento. Iglesias escondiendo armamento y bombas molotov. La Unión Cívica Radical generando atentados con armas de fuego y sabotajes. Y varios alzamientos militares en contra del entonces Presidente electo.

No se si toda esta locura tuvo que ver con la llegada al país del intento de comunismo, que ganó sus primeros adeptos entre los anarquistas, lógicamente. Pero el Comandante Ernesto “Che” Guevara ya estaba jugando al revolucionario popular en Cuba, con un Rolex en cada muñeca, no te creas... Eran años en los que la violencia armada era empezada a ser vista como aceptable.

Es decir: ya a fines de los cuarenta el país se estaba volviendo violento. Perón lo supo controlar y a los que vinieron después la cosa se les fue de las manos mal. Imagino que todo esto era más que bien sabido por Inteligencia Militar de la “Revolución libertadora” -antecesora del Servicio de Inteligencia del Estado (SIDE), a su vez antecesora de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI)- y habrá sido la idea detrás de hacer un golpe de estado sangriento, para que no se discuta ni contradiga y sirva como ejemplo. Es un albur que me juego, dado que no hay registros públicos de lo que pasó por la cabeza del General Lonardi y del Almirante Rojas cuando derrocaron a Perón en el ’55.

De hecho el Almirante Isaac Rojas habrá evaluado las consecuencias de elevar esa violencia a nivel Estado cuando tuvo la oportunidad de cambiar la historia argentina. Literal. Porque Perón presionado por los cuatro costados renunció y se refugió en la embajada del Paraguay. De allí lo llevaron escondido en el piso de un auto (la "Gran Anibaúl") de la embajada a una nave de guerra del país vecino que estaba anclada en el puerto de Buenos Aires: la cañonera “Paraguay”. Rojas lo tuvo en la mira y no cañoneó al buque, quizá retenido por no comenzar una posible guerra con Paraguay.

Hasta el propio Perón sabía de lo sangrienta que era la Revolución y declaró temer por su vida a los militares paraguayos. Es que si moría, muy probablemente nuestra historia habría cambiado de manera radical.

Pero vayamos al sindicalismo, que es lo que nos convoca

Si sumamos años de fuego con gente naturalmente violenta ¿qué obtenemos? Dos más dos es y será cuatro. El mundo vivía un estado de violencia desencadenado por la Segunda Guerra Mundial, la posterior Guerra fría y la suma del crecimiento del comunismo. Argentina no iba a estar excenta, con lo que adoramos mirar al exterior. Perón fuera de juego, militares y civiles violentos, la semilla de lo que sería la subversión de los ’70, sindicalistas peleando por el poder, peronistas afines al nazismo y antiperonistas fascistas... ¿Qué podía salir mal?

El primer sindicalista muerto fue Manuel Chávez. 22 de septiembre de 1955. Un comando cívico-militar formado por hombres del comité radical de Recoleta y de la Armada Argentina lo tomó prisionero en su casa de Azul. Chavez era el Secretario General de ATE y de la CGT. Violaron a su esposa y lo mataron después. Fue una muestra de la persecución que se le hizo al peronismo. También podríamos llamarla “venganza desproporcionada”, dado que Perón ya había iniciado el camino de la sangre durante su presidencia, recordemos.

Con una Argentina parecida a lo que sería una “zona liberada”, el sindicalismo se empezó a pelear puertas adentro, pero ya no por razones ideológicas políticas. Sino por cosas más banales como el poder y las cajas de dinero ya enormes que estaban ahí al alcance de la mano de los jefes sindicales. Los muchachos peronistas empezaron a pelearse por la guita. Costumbre que tienen hasta hoy en día.

Y ahí estaba Timoteo Vandor. Uno de los líderes sindicales más influyentes de Argentina en los años ‘60. De los '60 porque no lo dejaron llegar hasta los ’70. Vandor era partidario de una postura pragmática y moderada dentro del movimiento sindical y buscó establecer relaciones estrechas con el gobierno y los empresarios. Traducción: fue el primero que se avivó de que pactando no había sangre y la guita fluía. Se ve que puertas adentro no se la entendieron o que algo de esa guita fueron a buscar los miembros de “Montoneros” que lo asesinaron a tiros en 1969. La excusa fue que lo consideraban un traidor por su postura moderada y conciliadora hacia los empresarios y su cercanía con el gobierno militar de Onganía. Me quedo con que querían guita para financiar la compra de armas para alzarse contra el Gobierno de turno. La cosa es que su asesinato contribuyó a la creciente violencia política que caracterizó la década de 1970.

Traviata

Y así entramos en los ’70. El General Alejandro Lanusse, que ya venía con su experiencia de participar en el golpe que derrocó a Perón en el ’55, derrocó a su vez al General Onganía, derrocador del Presidente constitucional Arturo Illia. En el ’72 llamó a elecciones y le levantó la proscripción impuesta por la Revolución Libertadora al peronismo, pero no se la levantó a Perón.

Entonces el peronismo se presentó a elecciones con la fórmula Héctor José Cámpora (¿te suena?) y Vicente Solano Lima, ungida por “El Pocho” desde Puerta de Hierro, su residencia del exilio en Madrid luego de Paraguay, Panamá, Venezuela y República Dominicana. Abro paréntesis: en Panamá conoció a quién sería su tercera esposa y compañera de fórmula María Estela Martínez, que trabajaba en un cabaret con el pseudónimo de “Isabel”. El tenía 60 y ella 25 años, reafirmando su gusto por las mujeres muchísimo más jóvenes (remember Nelly Rivas).

Y acá una de las primeras peleas en el movimiento: Cámpora era apoyado por la Juventud Peronista. Los 'jóvenes idealistas'. El cambio, la nueva era. De corte izquierdista, revolucionario. O sea: la subversión. Montoneros, ERP, FAR, FAP. Por el otro lado estaba la derecha tradicional: el movimiento obrero encabezado por Rucci y un Lorenzo Miguel que ya era el Secretario de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), que pujaban para que el General eligiera al 'travieso' (según sus propias palabras) de Antonio Cafiero (sí: el fundador de la dinastía Cafiero en el poder argentino).

De esa primera pelea no salió con vida Osvaldo Bianculli, secretario de José Ignacio Rucci en la CGT, cuando lo mataron a balazos unos jóvenes Montoneros en un acto partidario en Chivilcoy previo a las elecciones de 1973. O un aviso para el compañero Rucci o una falla en el objetivo del ataque. Vaya a saber.

Volviendo a Cámpora y Solano, ganaron por afano, como decía un jingle de la época. El Presidente era de izquierda y el Vice de derecha. Tal fue el bardo que armaron en menos de un añito, que alguien logró convencer al General de que había que volver a gobernar el país. No se si tenía tantas ganas, pero volvió. Renunció a “Camporita” luego de recriminarle “Me llenaste el gobierno de putos y de zurdos” (SIC), llamaron a elecciones y ganó con “Isabelita” de compañera con el 65% de los votos. Los argentinos y nuestra hermosa costumbre de suicidarnos cada tanto.

Los “jóvenes idealistas” terroristas que ya venían pesando en el país creyeron que iban a dominar fácil a un Perón cansado y avejentado. Quien creía que iba a dominar fácil a los zurditos... Fue la primera gran pelea interna del peronismo: izquierda contra derecha (que dura hasta hoy). Una linda muestra se la dieron antes de que pise suelo argentino, literal, cuando se enfrentaron a tiros entre ellos en el aeropuerto de Ezeiza a donde iba a aterrizar el avión que traía triunfante al matrimonio Perón. ¿El motivo de la balacera? Sólido y justificado: quién ocupaba el centro del campo delante del palco en donde iba a hablar el líder del movimiento.

De nuevo: ¿qué podía salir mal?

Se pelearon Perón y los chicos, los echó de un acto en la Plaza de Mayo y los zurdos no se la bancaron mucho. Uno de los primeros en pagar el pato fue el Secretario General de la CGT, José Ignacio Rucci. Que tenía una estrecha relación con el General. Digo más: era la mano derecha (sindical) en esa época del Pocho. Recordemos que Perón sostuvo su carrera política en el poder del sindicalismo. Cuando el avión de Perón se desvió de Ezeiza a la VII Brigada Aérea de Morón, Rucci recibió en plena pista a Juan Domingo y María Estela paragüas en mano. Garuaba. Nadie olvidará la foto.

Todos sabían que “los Monto” se la tenían jurada al líder de la CGT. Hasta el propio Rucci, que no dormía dos noches seguidas en la misma casa y decidía en el momento en donde pernoctaba. Pero no era un estratega militar y tan difícil no se las puso. Lo esperaron en la casa de en frente de una de ellas hasta que durmió allí. A la mañana siguiente le dieron tantos balazos que el pobre Rucci fue bautizado como “Traviata”, la galletita que se vendía con el diferencial de tener veintitrés agujeritos. Humor negro argento al palo. Lo loco (¿loco?) es que murió uno solo de sus seis custodios... suerte la de los otros cinco...

Los “Montoneros” se adjudiaron el atentado con la excusa, una vez más, de que "traidor por su cercanía con el gobierno peronista”. Rucci había ayudado a Perón a consolidar nuevamente el poder del movimiento sindical que le había sacado la Revolución Libertadora.

El primer paso había sido unificar al 'movimiento obrero' al unir a 'Las 62 organizaciones" con la CGT bajo el mando de José Ignacio. 'Las 62 organizaciones' era algo así como un sindicalismo atomizado e improvisado. Es como 'la profesionalización' del sindicalimso argentino. Ahora sí eran poderosos de verdad.

Y faltaba un invitado a la fiesta

Obvio que Perón no se iba a comer el apriete de los montos y menos vía asesinato de un colaborador de su círculo íntimo. Y una vez más, fiel a su estilo, hizo “tronar el escarmiento” como dijo en los ’50. Un muchacho medio loquito que se había acomodado en Madrid como secretario de “Isabelita” y luego se había ganado algo de su esquiva confianza, estaba al lado suyo al regresar al poder. Hablamos del Cabo exhonerado de la Policía Federal José López Rega (después "Isabelita" ya como Presidente lo reincorporaría y ascendería a Comisario General en el mismo acto). “Lopecito”. O “El brujo”, oficio que desarrollaba para la esposa del General.

¿Quién más indicado para poner al frente de la “Alianza Argentina Anticomunista”? (la famosa Triple A). Fuerza paramilitar de derecha encargada de hacer desaparecer “jóvenes idealistas”. Los inventores del Falcón verde, digamos.

"Lopecito" se ocupó de perseguir también a sindicalistas ariscos que enfrentaban a Rucci. Eran pocos pero no había que dejar ninguno. Y los militares que asumieron después del golpe del ’76 continuaron la tarea. Secuestrando y asesinando a los “curitas villeros” y dirigentes sindicales Enrique Angelelli y Carlos Mugica. Ambos trabajaban en lo que antes se llamaban “villa miseria” y hoy se conoce como “barrios carenciados”. Militaban la teología de la liberación, lo que los ponía en desacuerdo con las políticas represivas del gobierno de facto. Y muy seguramente con parte de la curia.

La iglesia tiene una relación de amor-odio con el peronismo desde siempre. Coinciden en que la Iglesia auxilia a los pobres y el peronismo dice hacerlo. Coinciden también en que los dos les sacan guita a los que más tienen. Pero el obispado nunca simpatizó con Perón. De hecho recordemos que la Iglesia participó en el golpe de septiembre del ’55 almacenando armas y bombas en los templos. Y que los aviones de la Armada Argentina que bombardearon la Plaza de Mayo (en donde Perón hizo convocar a la gente para evitar el ataque que sabía iba a suceder y sucedió) llevaban escrito “Cristo vence”. Aunque yo creo que esto fue obra más del cristianismo de los militares que de la Iglesia que en política actuaba en las sombras, hasta el actual Papa. En venganza a esa participación Perón mandó a atacar iglesias, que fueron saqueadas o incendiadas en aquel septiembre.

En la próxima entrega, te cuento qué pasó con el sindicalismo desde los ’80 hasta nuestros días.

Fecha de Publicación: 07/05/2023

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