¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónLa Patagonia fue tierra de grandes líderes indígenas, que supieron ganarse el respeto de propios y ajenos en base a su valentía, inteligencia y bravura. Uno de ellos fue el cacique Modesto Inacayal.
Nacido en la región que hoy se conoce como Tecka, en la provincia del Chubut, Inacayal supo dominar grandes extensiones territoriales y tener bajo su mando al menos tres mil hombres que soportaron con valía el avance del Ejército argentino, a la vez que supo ser hospitalario con exploradores y científicos como George Musters o el perito Francisco Moreno.
Se cree que nació en 1833 pero nadie lo puede asegurar. Aún en nuestros días es motivo de discusión su ascendencia, pero lo cierto es que fue ungido cacique tehuelche. Pactó la paz con el Estado nacional y hasta enarboló en sus tolderías una bandera argentina que el perito Moreno le había regalado a Utrac, su hijo.
Sin embargo, la relación entre el Ejército y los indígenas comenzó a cambiar hacia finales de la década del 70 del siglo XV, cuando tanto Inacayal, como Foyel y Sayhueque estaban instalados más al norte patagónico a orillas del río Limay.
El avance militar comenzó a hacer necesaria la retirada de las tribus hacia el sur. Durante tres años pudieron resistir los ataques. Hubo tres emboscadas que mermaron el poder de combate, que ya venía en desventaja por el armamento que poseía el Ejército y el que poseían ellos.
Fue así que, en enero de 1885, Inacayal, junto a Sayhueque y Foyel, se rindieron en el fuerte de Junín de los Andes, y con ellos lo que quedaba de sus tribus. Fueron a pie desde el fuerte a Carmen de Patagones para ir embarcar el "Villarino" y emprender el viaje a Buenos Aires, donde fueron prisioneros en los talleres militares de Tigre.
Tras 18 meses, Francisco Pascasio Moreno llegó a Tigre y le prometió que, por su amistad, arreglaría las cosas. Inacayal, sus familiares y dependientes partieron hacia el museo de La Plata, dirigido por el perito.
El resto de los que quedaron prisioneros fueron repartidos como sirvientes o enviados al norte para trabajar en la zafra. La vida de Inacayal y los suyos en el museo no sería muy distinta. Realizaban todo tipo de tareas y estaban como animales en un zoológico para el esparcimiento de los demás.
Llegó un día en que no soportó más. No está muy claro cómo sucedió. Despojándose de la ropa que llevaba puesta, mirando al sol y enunciando unas palabras, Inacayal cayó por la escalera monumental del museo. Algunos dicen que se suicidó, otros que pudo ser empujado. Lo cierto es que el 26 de septiembre de 1888, el bravo cacique abandonó el mundo terrenal.
Por iniciativa del entonces senador nacional Hipólito Solari Yrigoyen, el Congreso sancionó la ley 23.940, que obligó a los museos a dejar de mostrar en sus vitrinas restos humanos y entregarlos a sus descendientes.
El 19 de abril de 1994, con una mediática cobertura, los restos del cacique Inacayal fueron trasladados a Esquel en un avión de la Fuerza Aérea. Al aterrizar, se le brindaron honores militares. La urna que contenía sus restos fue luego llevada a caballo por descendientes indígenas hasta la localidad de Tecka. Cuando la procesión llegó a dicha localidad, la urna fue llevada a pie al mausoleo y, tras un ritual indígena, fue envuelta en la bandera argentina y cubierta de piedras al estilo de un chenque.
Sin embargo, años después, en el museo de La Plata volvieron a identificarse restos de Inacayal y también de familiares suyos. Por lo que, en 2014, se realizó una restitución complementaria con el cuero cabelludo, la oreja izquierda y el cerebro del bravo cacique, y los restos de su esposa y su sobrina, Margarita Foyel, quienes fallecieron meses más tarde que Inacayal.
La ceremonia de regreso de los restos del se cumplió en dos etapas. La primera fue en Esquel. Acompañados con el sonar del kultrún y el ñorquin, representantes de las comunidades mapuche-tehuelche tomaron las siete urnas de madera que contenían los restos de Inacayal, su esposa y su sobrina.
La segunda parte -aún más emotiva- fue en Tecka, en el mausoleo, donde 20 años antes habían sido depositados los restos del lonko. Allí, en el ingreso, donde se erige una estatua de Inacayal, se realizó la ceremonia que comenzó en la madrugada y se extendió hasta el mediodía.
Lamentablemente, cinco años después de la restitución complementaria, en julio de 2019, el mausoleo fue profanado.
En esa ocasión se robaron un poncho y se hallaron restos óseos esparcidos en el suelo. El delito no fue esclarecido.
Fecha de Publicación: 29/09/2020
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