¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEl de la Recoleta no es solo un cementerio: es un espacio lleno de arte, de historia y de anécdotas peculiares. Te contamos algunos detalles que están escondidos entre sus bóvedas y mausoleos.
Caudillo de la provincia de La Rioja, se dice que Facundo Quiroga –célebre por el libro que escribió Sarmiento inspirado en él– pidió ser enterrado de pie porque solo así un hombre argentino podía “presentarse ante su Creador”.
David Alleno era un italiano que trabajaba en el cementerio de La Recoleta. Enamorado del lugar, compró con sus ahorros una bóveda que limpió durante treinta años. Luego se hizo representar en una efigie de mármol, con su ropa e instrumentos de labor: escoba y balde. Su estatua ya tenía el epitafio, con fecha y todo: “David Alleno, cuidador en este cementerio 1881-1910”. Una vez que terminó de instalar el mausoleo renunció a su puesto, volvió a su casa y se pegó un tiro para ser sepultado allí.
Salvador María del Carril fue gobernador de San Juan y vicepresidente de Urquiza. Sin embargo, pese a su relevancia política su monumento representa una curiosa vida matrimonial. Cuentan que su esposa Tiburcia Domínguez en ocasiones gastaba más dinero del debido. Salvador, entonces, publicó una carta para avisarles a los acreedores de su esposa que no respondería por sus deudas. Su mujer, indignada, juró no dirigirle la palabra nunca más. Y sostuvo la decisión más allá de la muerte: Tiburcia pidió que su busto en el mausoleo fuera colocado de espaldas al monumento de Salvador, porque no quería “mirar en la misma dirección” que su marido “por toda la eternidad”.
Liliana Crocciati era hija de un famoso peinador, pintor y poeta italiano. Falleció a los 20 años cuando se encontraba en su luna de miel, en 1970. Ese mismo día, en Argentina, había muerto su perro Sabú. En la escultura, realizada en bronce, Liliana aparece con su vestido de novia, su anillo de compromiso y, por supuesto, acompañada por su querido Sabú.
Rufina Cambaceres, quien pertenecía a una importante familia de la época, murió repentinamente de un ataque al corazón a los 19 años, en 1902. Al día siguiente de ser enterrada, el cuidador de la bóveda hizo un macabro hallazgo: el ataúd se había desplazado y, al abrirlo, observó golpes y rasguños en el rostro de Rufina, provocados por su intento desesperado de escapar.
Fecha de Publicación: 31/07/2020
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¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónSoy una persona que se siente enojado al cometer errores grandes, no me imagino lo tonto que me sentiria después de haber enterrado viva a mi hija de 19 años.
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