Para los que venimos de familia italiana, la pasta se lleva gran parte de nuestros corazones. Y, si es casera, aún más. Porque entrar a una cocina llena de harina, donde la pasta fresca abarca gran parte de la mesada y alguna salsita de prepara lento sobre la hornalla, es una de las sensaciones más reconfortantes que se pueden tener. En ese magnífico ritual, algunas décadas atrás, un hombre introdujo un elemento para que preparar pasta en casa sea un verdadero placer: la Pastalinda.
La Pastalinda (así, con mayúscula, porque estamos hablando de la original, aunque hoy se usa la misma denominación para las máquinas que no son originales) fue idea de un inmigrante italiano llamado Augusto Prot en 1948. Su principal intención cuando la creó fue que le sirviera a él para hacer su propia pasta. La versión original estaba tallada en madera y el nombre se lo otorgó su hija María Pía quien, fascinada por el resultado final de la preparación, exclamó cuando lo vio: “Qué pasta linda”.
¿Se imaginaba don Augusto que la Pastalinda sería un éxito de ventas, tanto que ahora está a punto de arribar a Estados Unidos? Probablemente no. Pero su familia continuó con su legado y hoy la empresa sigue funcionando, más de 70 años y cuatro generaciones después de aquel primer prototipo.
Para toda la vida
La planta que posee la empresa continúa fabricando el producto original, con todos sus componentes. Es decir, la Pastalinda es 100% industria nacional. La gran calidad de sus componentes hace que, por supuesto, dure muchísimos años. Tanto es así que la empresa realiza el service de máquinas que vendió hace más de 40 años.
Tal vez muchos se pregunten: ¿es bueno eso para el negocio? Tener un producto que dura toda la vida supone que ese producto se compra una sola vez. Sin embargo, ese es precisamente el valor que quieren conservar los dueños de la empresa: la tranquilidad de vender un producto de calidad y de contar con la fidelidad de sus clientes.
En los últimos años, la compañía amplió su catálogo con nuevas máquinas de mayor capacidad y otros productos alternativos: secapasta, raviolera, utensilios para cocina y fundas para los artículos. Las máquinas hoy son, además, un producto de decoración, ya que se fabrican en los más diversos tonos para alegrar cualquier cocina.
La cuarentena, MasterChef y Alberto Fernández
El año pasado, con la población en sus casas, metida en la cocina innovando en nuevas recetas y preparaciones, la Pastalinda fue un boom de ventas. En la empresa, debieron aumentar un 50% la producción y duplicar la cantidad de empleados para dar abasto con la demanda.
Como si eso fuera poco, tuvo un gran impuso, por un lado, gracias al programa MasterChef, donde se la utiliza con frecuencia. Por el otro, gracias al presidente de la Nación, ni más ni menos. Resulta que un hombre de Bahía Blanca le mandó una carta a Alberto Fernández para contarle que había invertido el dinero cobrado del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) para comprar una Pastalinda e impulsar un nuevo negocio. Al mencionarlo, el presidente afirmó que él también utiliza la máquina para preparar pasta casera. ¿Le creemos?
Pastalinda para todo el mundo
La facturación actual de la empresa es de $650 millones y la producción en su nueva planta de La Paternal asciende a 5000 máquinas al mes. Pastalinda ya se exporta a Uruguay, Paraguay, Chile y Perú. Recientemente, se realizó una inversión de 7 millones de dólares para continuar la expansión. Ahora está llegando a Estados Unidos y Canadá a través de Amazon, en uno de los mercados más competitivos del mundo. Sin embargo, los dueños son optimistas: no existe ningún otro producto que se le parezca. ¿El próximo paso? Europa.
Porque no hay límites cuando lo que se tiene es un producto de calidad.