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La Martona: leche, yogur, Borges y Bioy

Fundada a finales del siglo XIX, La Martona fue la lechería más importante del país durante varias décadas. En su historia cuenta con un folleto escrito en conjunto por Borges y Bioy, que se convirtió en la primera colaboración de la dupla.

Si hablamos de hábitos nutricionales, está claro que la leche siempre tuvo muy buena prensa. Solo recientemente hubo quienes se atrevieron a comenzar a cuestionar las indiscutibles bondades de los lácteos; pero no estamos aquí para determinar si realmente son buenos para la salud o no lo son. Hoy queremos contarte la historia de La Martona, la que fue una de las lecherías más importantes de la Argentina durante décadas y, entre otros hitos, tuvo el lujo de convocar nada menos que a Borges y a Bioy Casares para escribir un folleto de yogur.

Todo comenzó con la iniciativa de un hombre, Vicente Lorenzo Casares, quien introdujo en el país una forma de integral de producción de leche que no había sido vista hasta el momento. Su empresa atendía cada una de las etapas necesarias para su producción: la agropecuaria, la industrial y la comercial. La Martona fue fundada en 1889, en la Estancia San Martín, en Cañuelas (Buenos Aires), luego de que Casares se perfeccionara en Estados Unidos y Europa para descubrir todos los secretos de esta industria. Gracias a eso, la empresa fue pionera en impulsar el tratamiento higiénico” de la leche en Buenos Aires y a nivel mundial, incluso mucho antes de que se hiciera en las capitales europeas, a excepción de Copenhague. El nombre elegido para La Martona fue en honor a la hija de su fundador, Marta Casares Lynch, quien se convertiría luego en la madre de un tal Adolfo Bioy Casares. Pero luego nos meteremos en esa historia.

Tradición lechera

Al impulso, la creatividad y la innovación que impuso Vicente Casares en los comienzos de La Martona, le siguió un enorme crecimiento y la consolidación en manos de su hijo Vicente Rufino, quien quedó al frente de la empresa cuando murió su padre en el año 1910.

Gracias al ferrocarril que unía los campos con la ciudad de Buenos Aires, la empresa pudo crear una muy efectiva red de distribución, dado que la leche llegaba fresca en tan solo dos horas. Además, Vicente Rufino tuvo otra idea que revolucionó la forma de comercializar y consumir leche: creó las lecherías o “bares lácteos”, donde se podían adquirir los productos de la marca o, si el cliente lo prefería, degustar también de un vaso de leche fresca en el lugar. Los locales eran de una estética muy cuidada, con detalles de art nouveau, mostradores de mármol y estrictas normas de higiene en la atención. Todos ellos estaban ubicados en locaciones estratégicas, en general, en grandes esquinas.

Con el tiempo, La Martona creó una marca inconfundible, que era asociada a la gran calidad de sus productos y a sus modernos métodos de producción y comercialización. Tampoco escatimaban en publicidad, y se destacaban por sus anuncios claros y contundentes.

Dos jóvenes escritores

Tal vez la parte más curiosa de la historia de La Martona tiene que ver con que, gracias a ella, la dupla Borges-Bioy Casares trabajó por primera vez en conjunto. Como dijimos, Vicente Rufino era el tío de un joven Adolfo Bioy Casares. Fue así como, en 1935, le encargó la redacción de un ensayo que destacara las bondades de la “leche cuajada”, predecesora de lo que hoy conocemos como yogur. Para escribir el folleto, Bioy convocó a su amigo y colega Jorge Luis Borges y, juntos, dieron forma a su primera obra en conjunto: “La leche cuajada de La Martona”.

Según contó Bioy años después, en ese entonces, cobraron más por aquel trabajo de lo que podían aspirar a cobrar en sus colaboraciones con diarios y revistas, por lo que no dudaron en aceptar la propuesta. Se realizaron al menos dos ediciones de ese folleto, la primera de las cuales contaba con ilustraciones de otra grande de la literatura argentina: Silvina Ocampo.

La Martona dejó de operar en 1978, luego de un lento ocaso. La dupla creativa de Bioy y Borges, por su parte, se convirtió en la más emblemática de nuestra literatura. Después de todo, parece que las bondades de la leche son bastante distintas a las que hubiéramos imaginado, ¿verdad?

 

Imágenes: Iprofesional/  Freepik

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