¿Y ahora qué hacemos? es la pregunta del millón.
El mundo actual es capitalista. Y hasta en la misma Cuba, un empleado tiene que rendir en su trabajo. Ser útil a la empresa y a la sociedad. Después, que cobre en bonos por comida o en dólares, es otra cosa. Pero todos tenemos que ser útiles al sistema, para que la sociedad funcione. Personalmente, no le veo nada de malo. Al contrario, creo que el ser humano se siente mejor cuando es útil a algo.
En la Argentina, van décadas de padres que se sienten inútiles. Familias heridas de muerte, cuyos hijos ahora se incorporan al mercado laboral, sin la menor esperanza de nada.
Chicos a los que solo les interesa cobrar algo a fin de mes. ¿Hacer carrera? No es importante. ¿Progresar? Impensado. Tienen un desinterés absoluto por participar, por ser útiles, por mejorar y aprender. Si los echan, mucho no se preocupan; es una situación con la que convivieron durante toda su etapa de formación.
Que se hayan criado en lo inmediato de la era digital, no ayuda, precisamente. Por el “ahora”, el “ya”, y porque les pone al alcance de la vista cosas que se obtienen con esfuerzo y trabajo, o robando.
Está claro que así no tienen ningún futuro. Y que el país en donde van a vivir no tiene la menor posibilidad de insertarse con éxito en el nuevo esquema. En donde desaparecerán millones de puestos de trabajo y todo lo laboral se reconvertirá.
¿Y ahora qué hacemos? Si los amamos, si nos importan un poco, hay que pelear para que este país salga adelante. Además, con las perspectivas de vida cada vez más largas, hasta debemos hacerlo por nosotros mismos. Qué lástima tener que pensar en esto siendo uno de los países más ricos del mundo…
Su larga y exitosa trayectoria como creativo publicitario le dio un conocimiento muy profundo acerca de las conductas y motivaciones de la gente, base de su tarea como Secretario de Redacción de Ser Argentino.