¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 01 De Abril
“El problema de las formas políticas del Estado puede ser un accidente para otras naciones; pero en la nuestra es substantivo, no accidental” arrancaba uno de los capítulos finales, “Argentinidad y Democracia”, en el apartado “Presagios de la Nueva Argentina”; aquel manifiesto programático que Ricardo Rojas escribió para la Unión Cívica Radical en 1932, “El radicalismo del mañana”. Que el veterano profesor y ex rector de la Universidad de Buenos Aires, una de las mentes de su tiempo, reconocido y reclamado en aulas y periódicos de Hispanoamérica, dijo haberle llegado la inspiración de los parajes donde San Martín soñó liberar un Continente, en Córdoba. Por este libro, que tiró 50 mil ejemplares en dos ediciones, rápidamente agotadas, y su destacada actuación reorganizando el radicalismo, partido que se afilió en la clandestinidad luego del golpe del 6 de septiembre de 1930, “pedí la cruz del pueblo para echármela yo también al hombro y para crucificarme por la Patria”; el doctor Rojas sería perseguido, encarcelado y enviado al Penal más austral del Mundo en Tierra del Fuego. Por defender la Democracia. Un padecer que pudo haberse evitado, “ya quisieran estos que gobiernan tener un hombre con la mitad de su talento y de su integridad moral”, dijo Marcelo T. de Alvear, ambos en la Isla Martín García en enero de 1934. El ex presidente eligió volver a su residencia parisina. Rojas decidió acompañar los padecimientos de su Pueblo.
El autor de “La restauración nacionalista”, “Eurindia” y “Ollantay”, entre una nutrida producción ensayística, literaria, dramatúrgica y periodística, no era precisamente afecto a la militancia partidaria. Había visto la vida de su padre Absalón, dirigente político de Santiago del Estero y nacional de dilatada trayectoria, destruída en la arena política. Sin embargo su larga travesía intelectual, “auscultando el alma de nuestro pueblo”, fue el sólido argumento de la proclama “Alianza de la Nueva Generación”, lanzada el 25 de mayo 1918, y en sintonía con los Reformistas del 18. Entre los considerandos, de una propugnada liga de jóvenes dispuestos a un programa de “alta cultura y de justicia social”, aparecen cuestiones concretas como la defensa del sistema democrático, la descentralización de la Capital Federal, la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, la reforma agraria y el derecho al trabajo. El armazón ideológico de Rojas de 1932, la democracia social y el reformismo económico, ya emerge en 1918. Y lo acerca al nacionalismo popular de Yrigoyen después de 1928, “el radicalismo es una entelequia de la argentinidad”; a quien conocería recién en febrero de 1932. Para esos meses de los treinta era secretario en la Convención Nacional de la UCR, que enfrentaba las proscripciones, las mazmorras y las torturas del régimen que encumbró al presidente fraudulento Justo, solicitando la plena vigencia de la Constitución.
Y en el marasmo político y social de fondo de la Década Infame, Rojas sintió la necesidad de publicar “El radicalismo del mañana”, y aportar una clara línea política de acción, que revalorice el proyecto de país de iguales de la Revolución de Mayo. Que a la luz de los acontecimientos que vivimos, excede al partido fundado por Leandro N. Alem. Y pese a que sus detractores contemporáneos, y futuros, criticarían aspectos de su filosofía y sociología de la argentinidad, con sustantivas afirmaciones esotéricas del tucumano del tipo, “un instinto vital, recóndito en nuestro ser colectivo”; sin dudas Rojas sostiene en este texto de 1932 un análisis nada lírico, actual, de la realidad, el ser nacional y sus problemas.
Allí insta a una renovación dirigencial en su partido sostenido en los baluartes de “la nacionalidad y la justicia social”, por medio de un Colegio del Pueblo que jerarquice la política, en función de los intereses de la Patria. “Es un error reducir la política a la maña de ganar elecciones por cualquier medio– decía en una entrevista a la revista Noticias Gráfica en 1931, en la antesala de redactar “El radicalismo del mañana”; una previsora explicación de qué democracia hablaba Don Ricardo- Es un error también pretender resolver los problemas morales de una sociedad de una sociedad por medio de la fuerza, y que es un error, de la misma manera, dividir al país en réprobos e inmaculados, porque todos los hombres de un mismo ambiente se parece. Es un error agravar las crisis económicas con caprichos personales. Es un error querer medir la acción histórica por las anécdotas del día. Debemos elevar los corazones y elevar el pensamiento, si queremos evitar a la República, tremendas calamidades. Un éxito actual, puede llegar a ser un fracaso histórico. El odio es siempre un mal consejero”, advertía hace 90 años Rojas, y depositaba la fe en “la hora de la juventud”, pero aquella no ligada a viejos esquemas ni a pensamientos acomodaticios. Y comentaba, a los periodistas, que estaba redactando en los tiempos libres una nueva visión de San Martín, no militar sino moral. Anticipaba el clásico “El Santo de la Espada” (1933).
Pese al éxito entre sus correligionarios del plan proactivo democrático enunciado en “El radicalismo del mañana”, el 2 de enero de 1934 la mayoría presionada por Alvear en el viejo Teatro Coliseo, en negociaciones con el presidente fraudulento Justo, levanta la abstención, y la Unión Cívica Radical se rompe en la turbia Concordancia. Rojas se retiraría, desilusionado, a la “ermita de los libros”. Volvería a defender los blasones de la Democracia una década después, renunciando a sus cátedras e institutos en diciembre de 1946, en solidaridad con profesores cesanteados por el régimen peronista.
“Los pueblos que se han regido durante siglos por instituciones monárquicas, pueden intentar un retorno a ellas…tal es la razón que explica los flujos y reflujos de revoluciones y reacciones en los estados europeos, durante el siglo XIX, y lo que va corriendo del actual. Inglaterra ha podido ceder paulatinamente el sufragio del pueblo…cuando al caer Alfonso XIII y la monarquía, se ve que el pueblo español ocupa la escena por sentimientos milenarios…No es el caso de la República Argentina, por cierto. Aquí nunca tuvimos reyes, sino virreyes, o sea funcionarios con nombramiento imperial, que no podía recaer en un noble y que recaía siempre en un forastero. Aristocracia nativa, con derechos políticos hereditarios, tampoco hubo nunca entre nosotros. El pueblo argentino se halla en vías de formación y estamos todavía en el periodo embrionario de ocupar el suelo con fines económicos”, anunciaba respaldado en un programa desarrollista que contemplaba un profunda reforma de la propiedad rural, y una nueva relación con las fuerzas del trabajo, asentada en la concordia y la solidaridad entre clases. “Conciencia racial, tradición étnica, creaciones de cultura autónoma, tampoco poseemos, como no poseemos capitales propios ni técnica eficaz. La democracia no es aquí el término de una opción, sino una instancia de una necesidad ineludible. La democracia no es aquí una creación de filósofos como en Francia, sino que el pueblo argentino es una creación de la democracia. Los privilegios que se intenta fundar aquí, nacen de anacrónicos prejuicios virreinales o de exóticos intereses económicos”, remarcaba en el péndulo que volvía a un orden conservador, más antirepublicano que nunca, y más alineado con las potencias colonialistas. “Unos y otros deben ser destruídos para hacer viable la formación de nuestro espíritu nacional. La Nueva Argentina quiere dejar de ser una factoría para ser protagonista de la historia humana”, clama el veterano profesor universitario que pronto sería encarcelado y enviado a Ushuaia; resuena en los jóvenes de FORJA de Homero Manzi, Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche que modelan el nacionalismo de raíces criollas.
Párrafos más adelante, justificando su adhesión tardía al radicalismo, Rojas cerraba con las consideraciones finales, que siguen teniendo la misma vigencia que en 1932, quizá más, “La Patria no es solamente la tierra que a uno lo alimenta, sino un ser espiritual, un personaje de la historia, formado de almas a quienes nos unen las tradiciones…la contemplación cristiana y patriótica de tanto absurdo dolor –persecución ideológica e injusticia social- me identificó místicamente con el radicalismo. Sentí despertarse las reminiscencias de mi obra cultural, los ideales en que siempre había creído, la esperanza argentina que durante años me había alentado...pedí la cruz del pueblo para echármela yo también al hombro y para crucificarme por la Patria”, remachaba señalando que eligió al radicalismo por su linaje criollo y popular, “su aliento en nuestra propia historia”. Por ello se alejaría de la conducción radical antipopular hasta mediados de los cuarenta; un desencanto con la política que lo mantuvo sin comprender los fenómenos sociales profundos que se avecinaban, varios de ellos anticipados por el mismo Rojas. Uno de los libros de cabecera de Juan Perón en 1946 era precisamente el programático “El radicalismo del mañana”, que llegó a sus manos por el vicepresidente radical Hortensio Quijano. Seremos Democracia, nacidos en Democracia desde el espíritu de Mayo, una sociedad de iguales y con justicia social según Ricardo Rojas, o no seremos nada.
Fuentes: Rojas, R. El radicalismo del mañana. Buenos Aires: L.J. Rosso Editor. 1932; Castillo, H. Ricardo Rojas. Buenos Aires: Academia Argentina de Letras. 1999; Del Mazo, G. El radicalismo. Notas sobre su historia y doctrina (1922-1952). Buenos Aires: Editorial Raigal. 1955
Imágenes: Ministerio de Cultura / Buenos Aires.gob
Fecha de Publicación: 29/07/2022
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