¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónMuchas veces los documentos y las palabras dichas en otros ámbitos, en otros contextos, pueden pasar de tesoros a trampas de la memoria. Desde estas columnas privilegiamos la documentación original y las nuevas fuentes, por lo que buceamos en archivos y viejas publicaciones. Grata sorpresa fue entonces toparse con la carta de un desconocido al dandy Carlos Fradique Mendes en la revista Buenos Aires de los sesenta. Fradique Mendes un portugués de novela de la Europa finisecular. E influyente porque sus artículos eran leídos de París a Buenos Aires. Una misiva que salvaguardaba el honor argentino ante las valoraciones negativas del encumbrado cronista mundano. Y que bien podría ser apócrifa pese a integrar una sección supuestamente de análisis y ensayos literarios. No, la posverdad no es un invento del milenio, es una alquimia mágica, a veces de alto riesgo, que juegan los poetas y escritores desde la época de las cavernas.
Quien se adjudica la firma de este fenomenal documento, supuestamente en medio de un antiguo libro municipal, es el poeta Rafael Alberto Arregui. De amplia tarea en la educación universitaria bonaerense y coordinador de la segunda historia de la literatura nacional después de Ricardo Rojas, Arregui fue de los últimos poetas modernistas, ajenos a las vanguardias. Por su destacada acción educativa en la Universidad de La Plata, este escritor no resulta extraño en el staff del primer número de “Buenos Aires”, una revista académica financiada por la gobernación Oscar Alende, y que reunía un ala conservadora del pensamiento con Enrique de Gandía y José León Pagano, entre otros. Por esta línea editorial, de aspiración cientificista, sorprende un “documento” que tendría gran resonancia de ser verdadero. Porque escribirle a Fradique Mendes, el alias del enorme escritor portugués Eça de Queiroz, en un trato casi de entre pares, incluyendo en la presentación a Lucio V. Mansilla, dandy entre los dandys, no era moco de pavo.
“Patagonia actúa sobre el Intelecto como Vichy actúa sobre el hígado, despejándolo y permitiéndole ejercer su función natural de forma saludable. Después de dos años de vida salvaje, entre los hotentotes -¿nómades africanos en el sur argentino?- desnudos moviéndose en la plenitud lógica del Instinto, ¿qué quedará para los civilizados de todas sus ideas sobre el Progreso, la Moralidad, la Religión, la Industria, la Economía Política, la Sociedad y el Arte? Harapos”, a modo de ejemplo, se decía en los escritos publicados en diarios portugueses y brasileños con la firma del famoso e inasible Fradique Mendes. A manera de cartas a los mayores intelectuales de la época, estos ensayos, crónicas y sátiras son hoy piezas clásicas de la literatura universal. Inventado hacia 1870 con Ramalho Ortigão, este personaje de Queiroz se transformó en un agudo observador de un realidad que estaba cambiando a ritmo acelerado. Compiladas estas cartas póstumamente entre 1900 y 1929, hicieron que el estilo de ficcionalizar y ridiculizar el entorno de Fradique Mendes tuviera una vasta influencia, entre nosotros por ejemplo, en Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Eça de Queiroz fue un maestro de Borges, en particular el portugués en la manera de tratar el realismo, en novelas como “El mandarín”.
Arrieta, nuestro detective salvaje, bien puede entonces con estos ejemplos de escritores de realidades distorsionadas, plantear un juego de crédulos, y “rescatar” un texto que adquiere insospechadas resonancias contemporáneas.
“Es un hombre de allende los mares, de la República Argentina o del Perú, y amigo de Eduardo—quien lo retiene y le presenta a «Sr. Mendíbal». Mendíbal acepta un bock: y empiezo a contemplar en silencio esa carita de perfil, como recortada en la hoja de un hacha, color cobrizo de bombín inglés, donde la barba rala, vacilante, denunciando una virilidad laxa, parece pelusa, una pelusa negra, un poco más negra que la tez. La frente inclinada retrocede, corre hacia atrás, asustada. El núcleo de la garganta chirriante, por el contrario, avanza como la espuela de una galera entre los extremos rotos del altísimo cuello, más brillante que el esmalte. En la corbata, perla gruesa…Y, en medio de esta respetabilidad física y social, una forma voraz de humedecerse los labios a cada momento, vivazmente, con la punta de la lengua... Chambray piensa para sí:―«burgués, treinta años, sesenta mil francos de renta». Temperamento fuerte, decepciones de alcoba”, sintetizaba la descripción de un compatriota Fradique Mendes/Eça de Queiroz, quien vivió décadas en las principales capitales en el rol de diplomático. Y el relato a su colega Ramalho Ortigão no mejora en la percepción del argentino, en los tiempos de la segunda presidencia de Roca, terratenientes quemando fortunas paridas en el Campo. Y acá aparece, a más de 70 años de la misiva original, pieza de pura ficción, otra que produce un efecto de verdad en el país de la presidencia de Frondizi. Fragmentos de la carta “hallada” y reproducida en la revista Historia de 1961.
“Sé, en cambio, por otras cartas suyas a Ramalho Ortigão -asimismo conocida por mí en copia fiel- que ha dado pasaporte de inmortalidad a un supuesto compatriota mío, deleznable “rastacuero” instalado suntuosamente en París, a quien los siglos venideros tomarán como expresión internacional de mi pueblo…este individuo de “inmensas propiedades más allá del mar” y una barbita rala y algodonosa que denuncia “escasa virilidad”; ese morenito que pasaba y se sienta a la mesa de un café…ese transeúnte que viene de la “gare” Saint-Lazare, donde fue a recibir a su ejemplar “mujercita”…en una palabra, ese infeliz…figurará con el tiempo y la publicidad en la galería indeleblemente grabada por la pluma más incisiva de estos días, no con el apellido personal que se mantiene en varios párrafos, sino con el rotundo gentilicio que acaba por ser preferido en forma definitiva.
Y bien, ¡no, mil veces no! Protesto contra esa injusta y absurda generalización….Sírvame esta mención para persuadir a usted de la ligereza cometida…a fin de suprimir en ella la ofensa global entregada juguetonamente al Tiempo”, son los párrafos centrales de la respuesta de este desconocido, guardadas por el libro municipal centenario, y con un profética reflexión a este presente enmarañado en redes y mentiras verdaderas, “Es incalculable la trascendencia que una sola palabra pescada en una fuente histórica -desde Herodoto a un chroniqueur anónimo- puede alcanzar en el eco multiplicado de las centurias. Paleólogos, etnógrafos e historiadores de estos días, inclinados sobre legajos apolillados, suelen arrancar al “documento” la luz turbia de la palabra mordida, carcomida y antojadizamente remendada y reconstruida por ellos servirá para esclarecer tenebrosos rincones del carácter de un héroe remoto, de la fisonomía social de una raza, de las desvaciones patológicas de un jerarca o un pueblo. Y me estremezco imaginando que el investigador de pasado mañana escuche el repitequeo de aquel gentilicio en la carta de uno de los indagadores más sutiles de nuestra actualidad y extienda la anécdota personal, como mancha pringosa, a los nativos de un país tan imprecisamente atruibuido al “caso” ¿Padeceremos los argentinos, para in eternum, el estigma otorgado a un connacional oscuro que se sienta a un velador del Café de la Paix, “antro elegante del snobismo internacional”, y pone su corazoncito desbordante a la altura espumosa de los bocks -cerveza-?”
Al final de la esquela con “auténtica alarma patriótica”, el desconocido envía unas boleadoras que pertenecieron a un cacique patagónico, de parte del presidente Roca, objeto de “significación nacional” Arma “arrojadiza” que sirvió a la resistencia al bando de esos mismos terratenientes que critica la carta de Fradique Mendes/Eça de Queiroz. Sin dudas, una pieza de plena de sentidos argentinos.
Imagen: Freepik
Fecha de Publicación: 12/04/2023
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