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José Hernández. “Hay rencores que es necesario apaciguar”

En el mes de la Tradición, las editoriales del poeta del Martín Fierro, combatiendo las divisiones entre los argentinos y las causas. Hace 160 años.

Editorial
José Hernández

Hasta que José Hernández se dedicara con plenitud a la carrera política, en el clima conciliar de la presidencia de Avellaneda, con los cañones apuntando a Buenos Aires; la carrera literaria, los ejemplares de “El gaucho Martín Fierro” (1872) se agotaban en la campaña y la ciudad, el primer best seller, y los negocios ganaderos lo transformaban en un rico hacendado del Pueblo de Belgrano; el periodismo insumía sus horas y pasiones. Polemista formidable de los pasos a la consolidación del Estado Nacional, bajo la férula liberal portuaria, Hernández despliega salmón el programa federal de cuño alberdiano. Desde el Nacional Argentino de Paraná en 1860 a la prensa montevideana, y las cartas de “un patagón” de 1874, furioso de los personalismos de Mitre y Sarmiento, el poeta incubó varias de las líneas ideológicas que luego volcaría en nuestro mayor canto, el Martín Fierro. El ruralismo organizado por patrones, la legalización y pacificación de la campaña abierta a la explotación capitalista, el trabajo como herramienta de socialización y la necesidad de expansión territorial a toda costa, cocen las suturas que lo conectan mano a mano a éste Hernández con el Juan Bautista Alberdi de “Bases” Ni mencionar que ambos se opusieron a la Guerra contra el Paraguay, debido a que denunciaron los reales motivos económicos que llevaron a la Argentina y Brasil a barrer con una alternativa al desarrollo colonial. Y en todo este recorrido anterior al Senador Martín Fierro, el periodista Hernández alimentó al funcionario, el poeta y el ganadero. El periodista Hernández que fue pluma y lanza de un federalismo liberal no centralista.

José Hernández

No centralista no significa no porteñista, ya que fue la voz de trueno en la famosa sesión que federalizó Buenos Aires en 1880, contra el solitario Leandro N. Alem, antiguo compañero del popular alsinismo. Hernández contradiciéndose a él mismo, ya que 15 años antes propuso a Rosario como capital nacional, con casi idénticos argumentos que el fundador de la Unión Cívica Radical.

Hernández enfrenta a Sarmiento o la barbarie letrada

Lo que nunca traicionó el poeta bonaerense, hijo de familias patricias, fue la aversión a las guerras fraticidas, autor del incendario “Vida de Chacho Peñaloza”, que recreaba la imagen del asesinato atroz del caudillo riojano en 1863. En una escena tan martinfierrana, “¿Cómo es, entonces, que yo soy el bandido, el salteador -dice Chacho-, y ustedes los hombres de orden y de principios? -a los generales porteños”, anticipando Hernández las tragedias futuras. Un texto que denunció a Sarmiento, además de “parásito del Estado” como “loco asesino” del momento. Una polémica que marcó a sus contemporáneos y que seguía a una década después, en una reedición en Buenos Aires pero con otro Hernández: no más perseguido por los autoridades nacionales, una vez aplastado el levantamiento de Mitre contra la República Argentina en 1874. Pero con Sarmiento finalizando una gestión deficitaria y similar al golpista Mitre, a puño de hierro con la máxima, “el ser gaucho es un delito”.  

“Cuando los que mataban, los que aplaudían la matanza y los que la predicaban como justicia, me llamaban “mazorquero” porque condenaba aquellos excesos y defendía en tantos desgraciados el derecho a vivir, yo no podía quedarme sin retribuir el sangriento apóstrofe -decía quien había crecido en el amparo de Juan Manuel de Rosas, inmortalizando la campaña igualitaria punzó en la primera parte del Martín Fierro, y quien combatió del lado del Restaurador de las Leyes en Caseros, antes de pasarse al urquicismo- Pero lo que mataron Sr. Sarmiento, los que mataron son más culpables cualquiera la forma en que lo hicieron, que los que condenaron a los matadores, cualquiera que sean los términos en que escribieron…por más violento que haya sido el tono de mis escritos en la prensa periódica, en los momentos terribles de la lucha, ni lágrimas ni sangre se han derramado por mi culpa, ni viudas ni huérfanos han de maldecir mi nombre”, retrucaba al Padre del Aula Argentino.  

José Hernández Gaucho

“Estar preparado para las nobles conciliaciones y los inevitables combates”

Hernández retornaba en 1875 del hostigamientos peculiar previo, ya que iba y venía de Buenos Aires sin demasiados problemas, salvo los meses que apoyó al jordanismo en Entre Ríos, arrollado por los fuerzas armadas nacionales en los meses posteriores al asesinato de Justo José Urquiza en 1870. Había pasado poco más de un lustro de la mayor empresa hernandiana, el periódico Río de la Plata, que apareció el 6 de agosto de 1869. Su programa consistía en la autonomía municipal, la organización educativa y judicial del campo -un desvelo desde los tiempos de El Argentino de Paraná-, y denostaba el enganche forzado del gauchaje, que impedía la mano de obra necesaria para la explosión ganadero. A decir verdad, aparecen otros temas no menores, como la crítica a la naciente oligarquía “olor a bosta”, y la defensa de la soberanía de las Islas Malvinas, pero en sustancia no dista demasiado del programa de la Sociedad Rural Argentina. Cuyo lema fundador era en 1866,  “Sembrar -y poblar civilizadamente- es hacer Patria”  Algo que estaba siendo dinamitado con las continuas guerras civiles que se promovían desde el puerto de Buenos Aires.

“La base de la República democrática es tan ancha y firme, que la unidad de pensamientos en las altas regiones de la libertad y de la justicia puede considerarse como nuestra más bella conquista…todas las banderas tremoladas por los bandos o las fracciones políticas expresan siempre en el fondo aspiraciones idénticas y sin embargo la lucha ha sido tenaz…hay rencores que es necesario apaciguar, preocupaciones que es urgente desvanecer, verdades oscurecidas que importa que resplandezcan…sustuir el idioma convencional de las diversas banderías, el lenguaje más elocuente de las ideas progresistas…engrandecer el debate de los intereses comunes…combatir a todo trance la arbietrariedad, donde quiera que aparezca…considerar al pasado sin debilidad y sin rencor, para deducir de él la elocuente enseñanza que ha servido en el porvenir; estar preparado para las nobles conciliaciones y los inevitables combates”, puntualizaba Hernández.

“El triunfo de las buenas ideas y de los propósitos sanos puede ser más o menos tardío, pero es siempre seguro -porque la sociedad se encamina a su perfeccionamiento como único e inexorable fin de su destino. La lucha está establecida entre las prácticas viciosas y las ambiciones egoístas que ellas satisfaccen. Y la intuición de bienes desconocidos hasta hoy, pero que se dibujan en los horizontes a donde se dirigen las miradas de la juventud entusiasta”, señala con el dedo acusador al centralismo portuario, principal responsable según Hernández de atentar contra el progreso común. Y así se adelanta a los combates que vendrán dentro y fuera de la avenida General Paz.

La utopía hernandiana

“Hemos creído siempre, y nos ratificamos en ello, que el Pueblo es la fuente más pura, y en la única que deben inspirarse los periodistas. El Pueblo es siempre guiado por la conciencia del Bien, y la tarea del escritor es hacer que esos gérmenes fecundicen, es cooperar por la propaganda de las buenas ideas, por la generalización de los sanos principios, a arraigar en su seno, esos mismos sentimientos”, en otra de las editoriales de un novedoso puente entre el romántico escritor de las causas revolucionarias, trasvasado al periodista; y el Pueblo, a quien Hernández ofrendaría versos eternos en el Martín Fierro. Así, el periodista y poeta que siendo parte de chupandinos en los 50, alsinistas en los 60, avellanedistas de los 70, late en el substrato ideológico de los movimientos populares del siglo XX.

“¿Cual es la noción de progreso en esos escritores ofuscados? -atacaba el poeta a los enojados de siempre- ¿Cuál es el principio de las reformas que tienen el deber de acontencer, cumpliendo la ley de su destino, la ley irresistible del progreso continuo?...La historia de la Humanidad nos advierte desde los tiempos más remotos, que siempre fueron consideradas como utopías las grandes revelaciones del genio, que más tarde revistieron el carácter de verdades científicas y de hechos incontestables…cada paso que damos en la escala social, determina un nuevo progreso, una nueva conquista de la civilización ideada y cómo podremos dudar de ese fenómeno de la vida inteligente y activa, que nos reconcilia con nuestro destino? La utopía es el imposible en que choca el espíritu, emancipado apenas la vieja escuela, que lucha a brazo partido con el error, y no puede deshacerse de él…Y cuál es nuestro deber de apóstol de la buena doctrina, de predicadores del evangelio de la luz y de la verdad? Nuestro deber y nuestra misión es combatir la ignorancia, el fanatismo, obstáculos opuestos al progreso, y llevar siempre a la vanguardia la enseña de las nobles ideas…si el bien es una utopía, entre nosotros, trabajaremos porque se convierta en una verdad consoladora”, cierra el autor del Martín Fierro, en el programa por un periodismo de servicio. Y responsable.

“Somos hombres de principios; pero es de los principios de justicia, de libertad y respeto a las garantías del ciudadano, de los principios que nivelan los derechos de todos, que fundan la moral política y administrativa, que encadenan con el vigor de la ley el extravío de los partidos, para cimentar sobre bases sólidas el porvenir de la patria”, cantaba el Gran Hermano, de verdá Don José, el Alfa, el que vale Oro.

 

Fuentes: Chávez, F. José Hernández. Periodista, político y poeta. Buenos Aires: Ediciones Culturales Argentinas. 1959; Donghi Halperín, T. José Hernández y sus mundos. Buenos Aires: Sudamericana. 1985; Jitrik, N. José Hernández. Buenos Aires: CEAL. 1972

Imágenes: Argentina.gob

Fecha de Publicación: 13/11/2022

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