Ser Argentino. Todo sobre Argentina

Buen día, campeones

Desde el domingo, nos levantamos todos los días con una sensación hermosa. La Argentina, por fin, está feliz, y eso es lo único que importa.

“No puedo creer la suerte que tengo de haber nacido argentino, le escuché decir a uno un ratito después de que terminó la final, cuando la emoción no entraba en el pecho, cuando las lágrimas bañaban los rostros, cuando todo era felicidad pura y absoluta, de esa que hacía mucho no sentíamos.

Somos campeones del mundo, y se siente tan lindo poder decirlo.

Desde el domingo, es como si estuviéramos viviendo un sueño. Los argentinos —que tan habituados estamos a los porrazos, a las dificultades, a sufrirla— esta vez la sufrimos, sí, pero vaya si valió la pena. Somos campeones del mundo, y no me voy a cansar de repetirlo.

Porque nos lo merecíamos. Dejando el fútbol de lado, nos merecíamos esta alegría. Gritar, llorar y reírnos, todo al mismo tiempo; sacar toda esa frustración estancada en nuestros corazones. Y porque lo necesitábamos, lo necesitábamos tanto que ni nos dábamos cuenta.

Que es un partido de fútbol, dicen los ilusos. Cada argentino sabe muy bien que no hay nada más alejado de la realidad que esa afirmación. Para un pueblo que está agobiado permanentemente, que está acostumbrado a que después de una mala venga una peor, para un pueblo visceral y apasionado como el nuestro, ser campeones del mundo en el deporte que tenemos encarnado en nuestra alma tiene un alcance que supera enormemente los confines del fútbol.

En el país de las polaridades, de la grieta, sentirnos uno es gratificante y aliviador al mismo tiempo. Es como respirar profundo y largar el aire con mucha fuerza. Como esa brisita fresca en un día de calor excesivo. Como tirarnos a dormir después de la jornada más agitada de nuestras vidas y despertarnos en medio del mejor de los sueños. Y que ese sueño sea realidad.

Un país utópico

Buen día, campeones. Por fin llegó. Los argentinos estamos cansados de pelearnos, de renegar, de quejarnos, de estar a la defensiva, de esperar siempre lo peor. Queríamos festejar, gritar de alegría, salir a la calle y que todo sea felicidad. Que todos seamos lo que somos: un pueblo maravilloso, aun con nuestras diferencias. Porque, a pesar de todo lo que puteamos, si pudiéramos, elegiríamos nacer acá todas las vidas que nos queden por vivir. Porque no podemos creer la suerte que tenemos de haber nacido argentinos.

Somos campeones del mundo, y parece una utopía, un mundo imposible. Teníamos tantas ganas de ser parte de lo mismo que salimos a inundar las calles de celeste y blanco, acá, allá y en todos lados. La postal del Obelisco dio la vuelta al mundo y la misma imagen se repitió a escala en cada ciudad, en cada pueblo; en el país y en cualquier punto del planeta donde hubiera un argentino.

Tenemos la certeza de estar viviendo un momento histórico, de esos que vamos a recordar y contar cuando seamos viejos. Recibimos el mejor de los regalos, que no es la Copa del Mundo, sino la sensación única de ser un pueblo unido

Feliz fin de año

Que el Mundial de Qatar allá sido en esta época les agrega un condimento aún mejor a nuestras ansias de festejo. Fin de año, verano y fiestas: la energía expansiva promete prolongarse al menos un par de semanas, ojalá mucho más que eso.

Que nos dure esta sensación, estas ganas de hacer las cosas bien, de ganarles a todos. Esta emoción indescriptible de sentirnos un mismo pueblo. Un pueblo invencible. Disfrutémoslo todo lo que podamos.

Hoy mi país está feliz, y eso es lo único que importa.

Buen día, campeones. Que nada nos borre esta sonrisa.

 

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