¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Sábado 01 De Abril
Hacia fines de 1873 los ojos de la naciente República miraban con esperanzas a Europa. Los jóvenes de la Generación del 80, en la semilla provincialista del Partido Autonomista que perpetuaría el centralismo roquista, anhelaban las palabras del gran ausente. Otros depositaban en él sus sueños, esos que cimentarían el primer partido democrático, el partido radical. Casi 40 años fuera pasó el tucumano en otras cortes, otras tertulias. En las cartas y artículos el exiliado por propia voluntad analizaba con extrema lucidez la pesada herencia del Crimen de la Guerra contra el Paraguay y el avance brasileño, se adelantaba décadas a la defensa de los derechos de las naciones y los derechos humanos, y advertía, rectificando sus propias ilusiones, las consecuencias funestas del capitalismo internacional avasallante. Mientras tanto el presidente Sarmiento prometía inmediata cárcel, y Mitre “pedradas”, apenas pise el suelo de Buenos Aires, con la grave acusación de Traidor a la Patria. Juan Bautista Alberdi, el otro pensador descomunal del siglo XIX junto al alborotador sanjuanino, subsistía de la gentileza del gobierno chileno, entre París y Londres, y se consumía por el ansiado retorno al querido verdor de Tucumán, estimulado por la cartas de allegados, que clamaban el retorno triunfal.
Alberdi, el hombre melancólico y enfermizo, romántico y positivista en extrañas dosis, el autor del texto que inspiró la Constitución Argentina, que siempre consideró suya, no había nacido para mártir. Sí de severo rector que necesita el país legalista y liberal, aún en construcción, “¿Cómo puede ser moral en la vida política el que es inmoral en la vida social o privada? ¿Puede haber dos morales para un mismo hombre”?”. ¿Puede?
“Mala o buena, mi vida está consignada en mis escritos. Si ellos son vulnerables tanto mejor para mis disidentes. No los defenderé de sus ataques: dejaré a que ellos propios se defiendan, así como ellos propios chocan con las opiniones opuestas. No salvaré de ese abandono sino una sola cosa: la calificación de los motivos y de las intenciones desinteresadas de mis obras”, resumía Alberdi en el largo artículo “Palabras de un ausente. En que explica a sus amigos del Plata la motivo de su alejamiento”. Aparecido en la prensa periódica a principios de 1874, recibió un furibundo ataque desde el mitrismo, el naciente roquismo y hasta el presidente Sarmiento, que desafío al tucumano a que regrese para que sea juzgado y engrillado. “No tiene necesidad de mandarnos como emisario avanzado un folleto fundado sobre errores, y que tiene que resolver cuestiones que nadie si no usted se ocupa, porque usted, relativamente a su patria, vive con 20 años de atraso”, retrucaba Eduardo Wilde, en ese entonces héroe higienista del combate contra Fiebre Amarilla, seis años después ministro de Roca.
Esta hostilidad de la hegemonía porteña, y una orden judicial firmada por Sarmiento, antiguo camarada, hoy irreconciliable adversario luego de las “Cartas quillotinas” (1854), detendría su vuelta cinco años más, anclado en Montevideo, hasta la breve diputación de 1879 que le ofrece el Zorro Roca – la presencia de Alberdi, aunque fue más bien simbólica, resultó gravitante en las discusiones por la Federalización de Buenos Aires, una propuesta medular en la concepción del autor de las “Bases…”; al igual que un Ejecutivo fuerte y un federalismo atenuado.
Volviendo al escrito de 1874, algunas frases y pensamientos que siguen resonando en el horizonte por un proyecto de país alberdiano, aún inconcluso. Traidor de la patria, según el artículo 29 la Constitución, defendía Alberdi, era el gobernante que se arrogaba facultades extraordinarias para imponer su capricho y despojar a los ciudadanos de sus derechos a la libertad y a la consideración pública. Por algunos pasajes como estos, porque las ideas no se matan, más bien no se fusilan, Don Domingo:
“¿Cómo negar que Facundo Quiroga es una mezcla de civilización y barbarie?... Había militado con San Martín por la Independencia de la República; había sido al pie de la letra un soldado de la civilización…¿en qué estaba su barbarie? En su política”, inquiere Alberdi que visitaría a San Martín y Rosas, “¿Qué es la barbarie en la política? La improbidad – o sea la falta de moralidad, integridad y honradez en las acciones- Pero la improbidad en política, es como la improbidad en las otras cosas de la vida. No hay dos morales. Es un ladrón en la moral común y única, no el que dispone de lo suyo, sino es lo que dispone de lo ajeno contra la voluntad y en perjuicio de su dueño”.
“Es un ladrón de la honra, es decir un calumniador, no que se acusa a así mismo de un crimen que no ha cometido, sino el que importa otro hombre, con una mira de venganza o de interés propio. Por la misma ley moral es un pícaro en el gobierno, el que persigue un adversario personal como culpable de un crimen que no ha tenido lugar, nada más que al favor de autoridad; se inviste para perseguir a los culpables, cuya persecución por sí sola basta para hacer presumir culpable al perseguido aunque no lo sea. Esta era la barbarie de Quiroga, la barbarie en la política: la calumnia oficial autorizada, que fue siempre el arma del gobierno bárbaros, aunque fuesen letrados”, cerraba Alberdi, fallecido en París en 1884, aislado y sin asistencia argentina -se lo otorgó una pensión magra que no llegó a cobrar-, y de quien el presidente Roca propuso editar las obras completas. Y que solo logró una tremenda campaña de prensa en contra orquestada por el traductor del Dante y perdedor de mil batallas, Bartolomé Mitre.
“Amar a su país, y no tener sus opiniones, y no participar de sus simpatías y hasta de sus preocupaciones, y no aceptar lo que él acepta, y no respetar lo que él respeta, puede parecer otra contradicción en mi conducta, que también necesito explicar por conclusión de esta carta, en el interés de la opinión que deseo conservar y creo mantener de no ser un mal ciudadano de mi país”, concluía “Palabras de un ausente” Alberdi, que hacía casi veinte años era considerado uno de los juristas más importantes de Latinoamérica; además un férreo defensor de la Paz. Los escritos recopilados en “El Crimen de la Guerra”, que recién se editaría completo en 1895, Y que le habían valido el mote de traidor a la Patria por oponerse a la devastación del Paraguay en la Guerra de la Triple Infamia, circularon antes clandestinamente, en ambas márgenes del Río de la Plata. Como sintetizaba Raúl Larra, “los políticos porteños acusaban a Alberdi de tres crímenes: haber consagrado su vida al estudio de la libertad y la organización del gobierno, haber obtenido el reconocimiento de la independencia por parte de España y a haber desaprobado la alianza y la guerra que nos ha puesto bajo el pie brasilero”. Para ellos, comenzando por Sarmiento, van las palabras del Gran Ausente, Alberdi:
“Como liberal argentino, daré gracias al gobierno, sea cual fuere, que me asegure mi libertad ciudadano. Si realmente es un gobierno liberal, nada podrá costarle darme lo que hace profesión de sostener y dar a todos; ni a mí podrá costar agradecer la posesión de la libertad por la que trabajado toda mi vida… manteniendo mis principios y convicciones, no llevaré a mi país ideas preconcebidas sobre política militante… iré a estudiar de nuevo sus hombres, sus hechos, sus cosas, determinado a recibir con respecto al desmentido que ellos pudieran darme, si me conciencia lo hallase culpable”.
“No iré quejoso de las provincias de mi país por el olvido a mi respecto en que harían creer su actitud. Si yo dudase de que nuestras elecciones políticas son hechas por los gobiernos y no por los pueblos, me bastaría ver que no soy diputado, mi senador. Pero qué importa la exclusión de un hombre, sea quien fuere, del círculo de los consejos un país que marcha el cumplimiento sus destinos… en mi profunda convicción que América del Sud no abriga incapacidad, vicio, rutina, inercia bastante fuerte para estorbar el desarrollo de su destinos..-citando a Bastiat- creo que basta el desarrollo gradual y pacífico de Humanidad en el que sus tendencias no sean perturbadas y que recobren siempre la libertad de sus movimientos”, punto final en enero de 1874 para un Alberdi, que sería admirado por los socialistas de dos continentes. En tanto, parafraseando la humorada del satírico El Mosquito sobre Mitre, liberalismo, no saben lo que es los políticos argentinos. Alberdi, el ausente que nunca se fue, y vuelve.
Fuentes: Alberdi, J. B. Mi vida privada y otros escritos. Buenos Aires: FNA: 1999; Bellota, A. Prólogo de Alberdi, J. B. El Crimen de la Guerra. Buenos Aires: emecé. 2011; Canal Feijoó. B. Constitución y Revolución. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 1955.
Imágenes: AGN /
Fecha de Publicación: 06/10/2022
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