¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónBuenos Aires - - Jueves 23 De Marzo
En 1950 arriba un joven médico platense al agreste y desamparado Jacinto Aráuz, La Pampa. Nacido en una familia humilde de un ebanista y una modista, en un década revolucionó la zona inaugurando una clínica en su propia casa con la ayuda de los paisanos, en su mayoría criollos hijos de rusoalemanes y judíos “El hombre, viviendo en comunidad y con esfuerzo y dedicación, puede desarrollarse y contribuir al engrandecimiento de nuestra Patria”, sintetizaba René Favaloro la experiencia de médico rural. Aquellas vicisitudes fueron cruciales en acrecentar el interés humanitario del doctor argentino que salvó millones de vidas con su invento, el bypass, el único latinoamericano que rankeó entre los cuatrocientos trascedentales para las Humanidad según google. En 1992 The New York Times lo consideró un "héroe mundial que cambió parte de la medicina moderna y revolucionó la medicina cardíaca" Favaloro prefería otros reconocimientos, el sonrisa cálida de un familiar después de las más de 13 mil operaciones de bypass coronario exitosas con sus propias manos, o los chanchos y pollos que le acercaban al consultorio en medio de las pampas. Favaloro pudo ser el doctor de los millonarios y, desde el corazón, optó ser siempre aquel médico rural, “dotor” de los humildes.
La semilla la plantó Doña Cesárea en René, un bonaerense que nació el 12 de julio de 1923 “De mi abuela materna heredé un gran amor por la tierra…Desde muy pequeño la acompañaba por las tardes a trabajar en la quinta familiar. Doña Cesárea fue, sin duda, una de las grandes mujeres que he tenido la suerte de conocer, quizá la mejor. Se ocupaba de todo lo que correspondía al quehacer de la casa en aquellos tiempos y todo lo hacía con amor. Sin proponérselo, era el verdadero centro de la familia” René heredó de ella el amor a la tierra y la familia, y una profunda ética. Siendo un joven brillante egresado con honores de la Facultad de Ciencias Medicas de La Plata y con una carrera prometedora en el Hospital Policlínico, en lo asistencial y docente, el destino le tendió una encrucijada. Para hacer efectivo su cargo debía afirmar lealtad partidaria “No podíamos entender cómo la dádiva, la demagogia y el acomodo se conviertieran en estilo de vida ¡Cómo nos dolían aquellos actos públicos -del peronismo- donde estudiantes recibían bicicletas, motonetas y hasta automóviles como pago de su obsecuencia…le contesté que lo pensaría -al empleado que solicitaba la sumisión- pero era indudable que en mi mente estaba muy claro ”, escribiría en “Recuerdos de un médico rural”, una autobiografía realizada en 1980 para financiar sus emprendimientos sanitarios. Un llamado de un tío en Jacinto Aráuz torcerían su rumbo por más de una década y lo transformarían a Favaloro en una institución y leyenda pampeana. En compañía de su esposa María Antonia y su hermano Juan José atendieron partos, peritonitis, deshidratación infantil, picaduras, traumatismos, enseñaron sobre la lactancia y muchos más, a los pobres campesinos. Y fijó en Favaloro imágenes como estas de la Argentina profunda, “quedé sorprendido por el temple de ese joven que prometió a su madre moribunda cuidar a sus hermanos y la chacra: “No te aflijás mamá, yo me ocuparé de todo. Seguiremos trabajando como siempre, unidos y cumpliendo con tus enseñanzas…-remataba el doctor- estaba agradecido a Dios y al destino por haberme dejado vivir allí en unión con el pampero” Favaloro nunca perdió la fe en ese país -otra cuestión eran sus dirigentes
“Vivo enraizado con mi país. Pero quizás por mi devoción a San Martín, Bolívar, Sucre y Artigas a veces sufro más como latinoamericano que como argentino, a pesar de estar machimbrado con mi tierra” repetía Favaloro que en 1960 decide continuar su formación en Estados Unidos maravillado con las primeras intervenciones cardiovasculares y los adelantos en cirugía torácica. Uno de sus mentores, el Profesor Mainetti, le aconseja que el lugar indicado era la Cleveland Clinic en Ohio, Estados Unidos. Realiza un rudimentario curso de inglés y se embarca en un viaje de formación de “tres meses” que duró diez años. Allí accede a los mejores profesionales, y las mejores bibliotecas,en principio investigando la enfermedad valvular y congénita. Pero su búsqueda del saber lo llevó por otros caminos. Todos los días, apenas terminaba su labor en la sala de cirugía, Favaloro pasaba horas y horas revisando cinecoronarioangiografías y estudiando la anatomía de las arterias coronarias y su relación con el músculo cardíaca. Y las destrezas aprendidas en la carpintería artesanal de su padre rindieron en 1967 inesperados frutos en la invención de la técnica del bypass o cirugía de revascularización miocárdica, “sólo al hijo de un carpintero se le pudo ocurrir esta genialidad”, decían sus colegas norteamericanos. Además Favaloro diseñó sus propios instrumentos quirúrgicos, parte integral de la tecnología médica cardiológica contemporánea: retractores cardíacos, tijeras para las arterias circunflejas, clamps parciales, separadores para disecar mamarias, dispositivos para las camas de los pacientes y muchos otros. Al igual que otro gran compatriota, Luis Agote, rehusó patentar sus inventos porque creía firmemente que la finalidad de la medicina no era hacer dinero sino salvar vidas.
El oro y el moro le ofrecían hacia principios de los setenta en Estados Unidos al médico que transformó para siempre las operaciones cardíacas, solamente en ese país se realizan 800 mil por año con la técnica que inventó Favaloro. Sin embargo su llama de americano y criollo era ineludible, “Una vez más el destino ha puesto sobre mis hombros una tarea difícil. Voy a dedicar el último tercio de mi vida a levantar un Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular en Buenos Aires. En este momento en particular, las circunstancias indican que soy el único con la posibilidad de hacerlo. Ese Departamento estará dedicado, además de a la asistencia médica, a la educación de posgrado con residentes y fellows, a cursos de posgrado en Buenos Aires y en las ciudades más importantes del país, y a la investigación clínica. Como usted puede ver, seguiremos los principios de la Cleveland Clinic”, estampaba en su renuncia relegando los halagos y la riqueza.
Con ayuda del equipo del doctor Luis de la Fuente, pionero internacional de la angioplastia con stent, Favaloro en 1975 crea de su bolsillo la Fundación Favaloro en Buenos Aires, el embrión de Laborarorio de Investigación Básica, el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular y la Universidad, que desarrollan en simultáneo a la atención médica una invalorable misión educadora de especialistas cardíacos latinoamericanos “Quisiera ser recordado como docente más que como cirujano” aseguraba ante un siempre numeroso público que Favaloro se preocupaba de ensanchar con charlas públicas, espacios televisivos y varias publicaciones, incluso sobre historia argentina.
Con el retorno a la democracia el presidente Alfonsín convoca a Favaloro para integrar la CONADEP - Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas-, que investigaría sobre los crímenes del Terrorismo de Estado. En una decisión polémica declina del ofrecimiento. Algunos sostienen por desacuerdos a que sólo investiguen a los delitos de los militares, otros que Favaloro tenía relaciones con médicos que habían trabajado en el Hospital Militar durante la última dictadura.
Favaloro fue miembro activo de 26 sociedades, correspondiente de 4, y honorario de 43. Recibió innumerables distinciones internacionales entre las que se destacan: el Premio John Scott 1979, otorgado por la ciudad de Filadelfia, EE.UU; la creación de la Cátedra de Cirugía Cardiovascular “Dr René G. Favaloro” (Universidad de Tel Aviv, Israel, 1980); la distinción de la Fundación Conchita Rábago de Giménez Díaz (Madrid, España, 1982); el premio Maestro de la Medicina Argentina (1986); el premio Distinguished Alumnus Award de la Cleveland Clinic Foundation (1987); The Gairdner Foundation International Award, otorgado por la Gairdner Foundation (Toronto, Canadá, 1987); el Premio René Leriche 1989, otorgado por la Sociedad Internacional de Cirugía; el Gifted Teacher Award, otorgado por el Colegio Americano de Cardiología (1992); el Golden Plate Award de la American Academy of Achievement (1993); el Premio Príncipe Mahidol, otorgado por Su Majestad el Rey de Tailandia (Bangkok, Tailandia, 1999).
Hasta el final de sus días conservó un viejo Renault. René soñaba con un descapotable. Entonces Juan Manuel Fangio estacionó en la puerta de la fundación de la Avenida Belgrano un Mercedes 300 color gris, con techo corredizo. El quíntuple campeón mundial de Fórmula 1 quería agradecerle que le salvó la vida. "Decile que se lo lleven. El doctor Favaloro dice que no va a andar en un Mercedes mientras no haya una mamadera para cada chico en la Argentina", le respondió a un colega. "Que se lo lleven" fue el orden del doctor que tenía otra agenda más urgente en un país con más de la mitad de sus niños y niñas en la pobreza.
“El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano” aparecía en una de los siete cartas que Favaloro dirigió a cercanos y al presidente de la Rúa. El justificativo de la trágica decisión del 29 de julio de 2000 se debía a la calamitosa situación económica-financiera de la Fundación, que tenía de grandes deudoras a obras sociales y prepagas, aunque durante el gobierno de Menem varias veces se auxilió al proyecto sanitario y educativo de Favaloro.
“En otro país a Favaloro esto no le hubiera pasado. La última vez que hablé con él ya me había comentado que la Fundación sufría un grave problema de financiamiento: había tenido subsidios muy importantes en la época del gobierno de (Carlos) Menem, de aproximadamente 20 millones de dólares anuales, y en los últimos dos años había dejado de percibirlos”, escribía el actual ministro de Salud, Gines González García, “El problema de estas instituciones con objetivos públicos, en la Argentina, es que en el Estado no hay una decisión política de sostenerlas. Distinto es en los Estados Unidos, donde hay un fuerte esquema impositivo para financiarlas, o en Europa, donde existen fuertes subsidios estatales. Entonces, aquí, estas instituciones tienen que buscar financiarse en forma privada, vendiendo sus servicios a un sistema que está desfinanciado”, aseguraba el sanitarista hay a cargo de revertir esta situación. Favaloro, como Leandro N. Alem tambien en julio pero de 1896, se pega un tiro para concitar la atención pública ante la “corrupción” y contra “unos pocos que gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y en la desocupación” “¡San Martín caparía a lo paisano varias generaciones de mandantes!” era una de las frases de cabecera del doctor Favaloro.
“A mi entender lo que más debe preocuparnos es volver a despertar en los niños y en los adolescentes los valores esenciales, sin los cuales poco importa su capacitación técnica o profesional. Es indudable que la única manera posible es por medio de una sólida formación humanística. Una vez más, entendámonos bien, como lo estableció con claridad don Pedro Henríquez Ureña: humanismo militante con profundo contenido social en defensa de la libertad y la justicia. La educación estará permanentemente centrada en la búsqueda “del hombre libre abierto a los cuatro vientos del espíritu”, entendiendo que el goce de la libertad individual conlleva un compromiso social en procura de un ideal, una utopía, “el ideal de la justicia” en busca de la “magna patria”, “la tierra de la promisión para la humanidad cansada de buscarla…” escribía en “Don Pedro y la educación“, su último libro. Educado en la formación humanista y reformista de la universidad pública argentina, tallado profesionalmente en los caminos de la patria, genio de la medicina mundial con manos de carpintero, y un argentino que batía y batía “todos somos maestros de otros. Procuremos entonces enseñar con el ejemplo”, Favaloro es la realidad de que otro país es posible.
Fecha de Publicación: 12/07/2021
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