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Maestros.

No dejemos que ciertos intereses que nada tienen que ver con la labor del maestro diluyan la fuerza de esa presencia que siempre fue tan importante para todos.

Cada año, cuando se acerca el comienzo del ciclo lectivo, dos palabras resuenan por todos lados: conflicto docente. Una amenaza que, tristemente, se vuelve real. Otra vez, las clases no van a empezar cuando deberían. Paro. De alguna forma, la figura inmaculada del maestro fue demonizada en los últimos años con la acusación más grave que se les puede hacer: no quieren trabajar.

Si bien es real que siempre hay alguna manzana podrida en el cajón, esa acusación no representa en lo más mínimo a la mayoría de los maestros de nuestro país. Ser maestro no es para cualquiera. Requiere, ante todo, vocación: pararse frente a un aula llena de niños, lograr su atención, su respeto y –esto es lo más importante– su cariño. Moldear personas, enseñarles no solo el contenido formal, sino también valores y herramientas para que puedan moverse en la vida. Claro que no es para cualquiera.

Cada día, los padres le confían lo más preciado de su vida a una persona fundamental para sus hijos: la seño. Decir que la seño no quiere trabajar es duro, duele y, sobre todo, es falso. No dejemos que ciertos intereses que nada tienen que ver con la labor del maestro diluyan la fuerza de esa presencia que siempre fue tan importante para todos.

La educación argentina. En crisis.

Hablábamos más arriba de que últimamente se acusa a los maestros de no querer trabajar. Pero ¿de dónde surge ese desinterés? ¿Valoramos realmente la labor de los docentes?

En octubre de 2016, se aprovechó la implementación de las pruebas Aprender para conocer mejor a los docentes a lo largo y ancho del país. Un docente de cada curso respondía un cuestionario complementario mientras sus alumnos realizaban las pruebas.

Si bien este análisis no brindó información sobre todos y cada uno de los docentes de nuestro país, relevó información sobre cuestiones que no habían sido consideradas previamente.

Según este estudio, se determinó que una de las principales causas del desinterés por la carrera docente se debe a la imposibilidad de crecimiento horizontal. El sistema educativo no se interesa por el mérito individual y el crecimiento profesional de aquellos que pretenden trabajar en las aulas.

En el sistema público solo es posible un aumento de salario por antigüedad  o si deciden ascender en la escala jerárquica. Por lo tanto no importa que tan innovadores sean o a cuantas capacitaciones hayan asistido; simplemente deberán esperar a cumplir los años necesarios para ser dignos de un aumento. O deberán alejarse de las aulas, aunque no lo deseen porque allí se encuentra su vocación, para aspirar a un puesto administrativo o de dirección y así recibir mejores ingresos.

Esto genera que los docentes más capacitados deban dejar las aulas en pos de su crecimiento profesional. Y aquellos que no tienen interés en ser directivos, como no necesitan los puntos  pasan los últimos 15 o 20 años de su carrera sin recibir un aumento desde que lograron el máximo de antigüedad. Es decir que, además, podrían no capacitarse en absoluto. El sistema de incentivos salariales se torna perverso al minar la voluntad de los docentes a seguir formándose.

Otro de los puntos complejos de este sistema, es que aquellos docentes que tienen menor puntaje se ven obligados a tomar puestos en escuelas que otros colegas más capacitados descartaron. Generalmente suelen ser las que tienen alumnos más pobres y quedan en zonas más postergadas. Es decir, que las escuelas que requieren de profesores más formados y con mayores recursos para enseñar, son aquellas que terminan en manos de docentes con menos experiencia.

Según este estudio, también se determinó que  1 de cada 3 de los docentes de secundaria trabajan en 3 o 4 instituciones a la vez para percibir un salario digno. Esto sumado a que la labor docente no se restringe al aula (ya que también deben corregir los trabajos y exámenes de los alumnos) hace que los maestros y profesores estén hastiados y se sientan poco valorados por el sistema educativo actual.

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