No descubrimos nada nuevo si decimos que la relación de los argentinos con la yerba mate es profunda y particular. La infusión que tomamos a cualquier hora del día también nos define en términos de personalidad: el mate está hecho para compartir, se sirve de a poco, requiere paciencia. En síntesis, es el compañero ideal para la charla y el momento familiar o con los amigos. Pero atentos, compatriotas. Parece que hay una diseñadora argentina que descubrió otras propiedades.
Esta argentina a la que me refiero es oriunda de Misiones y tiene 35 años. Licenciada en genética y Doctora en Biología, desde chica tiene otra pasión que no mermó con la inmersión en el mundo de las ciencias exactas: el diseño. Y, dentro de ese mundo, el diseño sustentable. Su nombre: Verónica Bergottini.
Era inevitable que con el tiempo las dos pasiones se crucen, y el ámbito para que eso suceda es el biodiseño. En un concurso en el que participó, el jurado pedía una propuesta de moda sustentable. Verónica investigó cómo se venía trabajando en ese campo desde la ciencia y descubrió que en países más desarrollados la biotecnología estaba revolucionando la moda: la manipulación genética permitía fabricar materiales orgánicos nuevos. Se puso a trabajar.
El rol de la yerba en el proceso
Es en ese momento cuando nace Karu, la marca que hoy crece a pasos agigantados. Ella lo explica sencillo, aunque los simples mortales no entendamos nada: experimenta con microorganismos que sintetizan un biomaterial que da como resultado algo parecido al papel o al cuero. Esos microorganismos crecen en la yerba mate. Por eso bautizó al biomaterial como TILEX: Tela de Ilex Paraguariensis (nombre científico de la planta conocida como yerba mate).
La colección incluye collares, carteras y accesorios, todo elaborado a partir del biomaterial generado por estos microbios implantados en la yerba. Además de no generar contaminación en su etapa de producción, el biomaterial es biodegradable y compostable. Es decir, puede convertirse en un proceso circular. Toda nuestra admiración para una compatriota que se adelantó a su época y está ayudando a que el mundo sea un lugar un poco más habitable para todos.
Hipólito Azema nació en Buenos Aires, en los comienzos de la década del 80. No se sabe desde cuándo, porque esas cosas son difíciles de determinar, le gusta contar historias, pero más le gusta que se las cuenten: quizás por eso transitó los inefables pasillos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Una vez escuchó que donde existe una necesidad nace un derecho y se lo creyó.