Muchos me preguntaron, luego de la fallida Superfinal de la Copa Libertadores, “¿qué tienen estos tipos en la cabeza?”. “¡Estos tipos necesitan un psicólogo!”¿Qué análisis psicológico se puede hacer de una persona que tira piedras al bus que transporta al equipo rival? No es una pregunta fácil de responder, porque la respuesta es compleja. Es decir, implica muchos factores.Hemos escuchado explicaciones y teorías de las más diversas: que somos unos inadaptados, que somos un país de porquería, que fue solo un pequeño grupo, que en Europa estas cosas no suceden (los incidentes de París de los chalecos amarillos, protestando por la suba de combustible y varios videos virales de hinchas del Liverpool apedreando el micro del Manchester City prueban que la violencia no es patrimonio argentino), que fue una zona liberada, que fue una estrategia de Boca para cobrarse revancha de la descalificación en el 2015, que la desigualdad social genera violencia, que fueron hinchas de Boca infiltrados, que es una jugada política de Macri y Angelici, que fueron disturbios generados para justificar en vísperas del G20 más intervención policial en la calle y más represión… ¡Qué difícil saber la verdad, por compleja que sea, en la era de la posverdad!Desde un ángulo estrictamente psicológico podemos decir algunas cosas básicas: sabemos que una persona no actúa igual cuando está en grupo. Su personalidad y sus valores éticos y morales se vuelven borrosos, adoptando los designios de la masa. El hincha de fútbol en barra, suele tener un pensamiento binario y paranoide. Binario significa que solo acepta dos opciones (blanco/negro, bueno/malo, ellos/nosotros, amigos/enemigos). No hay matices, no hay alternativas intermedias. Paranoide significa que lee el mundo como un lugar persecutorio, hostil y amenazante. El otro es el enemigo. El mundo está dividido en dos: todo lo bueno soy yo, todo lo malo es el otro, que amenaza con atacarme y al que tengo que destruir para poder vivir sin peligros. El rival no es un prójimo, es un perseguidor. Todo esto, además, está intensificado por la pasión por el propio equipo, que, como tal, es gigantesca, indescriptible y está por encima de todas las demás cosas. Como toda pasión, es sagrada. Cuando alguien pisotea o daña algo sagrado para uno, la reacción es masiva.La pregunta es: ¿puede este breve análisis psicológico explicar todo lo sucedido el sábado 24/11? Yo creo que no. La psicoanalista francesa Françoise Dolto decía que el psicoanálisis es un llamado a la verdad. Como decía más arriba, en épocas de posverdad, cualquiera de las explicaciones anteriormente citadas podría ser cierta… o no. Quizás más de una lo sea. No hay forma de saberlo. Dependiendo el noticiero que veamos o los contactos que sigamos en redes sociales, veremos realidades diametralmente opuestas que se presentan como verdades indiscutibles.Pero hay, además, un fenómeno que ya se observaba en la década del ´90, cuando trabajando en un hospital público del conurbano bonaerense, veíamos con mis compañeros: un profundo deterioro de las redes familiares (en especial de la figura del padre como representante de la legalidad y de los límites en una familia, violentado por una sociedad que ni lo protege ni le da trabajo, pero también de la madre, como sostén y contención del hogar) y una decadencia de las instituciones (la salud, la educación, la seguridad, la justicia, la religión, la cultura, los clubes). Más de veinte años después, las familias y las instituciones están devastadas.Pero hay dos instituciones en especial que son fundamentales para poder pensar el particular momento que estamos viviendo: la educación y la justicia. ¿La falta de educación y de civilidad de la violencia cotidiana es independiente de la caída en el entramado social y vaciamiento de la educación pública? ¿Que ambos padres tengan que trabajar fuera de casa más de ocho horas diarias y los niños se críen encerrados con pantallas no influye en la ansiedad y la capacidad de tolerar la frustración? Pero aún peor creo que es el deterioro en la justicia. En todo país hay corrupción, pero el nivel de manipulación de la justicia por parte de los medios y del poder de turno en detrimento del débil y a favor del que más tiene nos hace pensar si verdaderamente hay justicia en Argentina, y de haberla, si es igual para todos. El nivel de impunidad es descomunal.Entonces, ¿podemos ser tan ingenuos de pensar que no influye en nuestra constitución subjetiva, en la construcción de nuestra personalidad, criarnos desde chicos con la idea que hagamos lo que hagamos, no hay consecuencias? Si nadie paga, ¿todo queda impune? ¿Qué lleva a un hincha de futbol a tirar una piedra, a un operador del gobierno a generar disturbios, a un infiltrado de Boca disfrazarse de hincha de River para atacar a un micro, a un policía que liberó una zona permitir semejante bochorno, a un dirigente de fútbol jugar sucio y hacerse el honesto o a un político manipular la vida de la gente sin remordimientos? Saber que no pagará por lo que hizo. Porque en un país que deja libres a personas que cometieron crímenes de lesa humanidad, tanto como a políticos y funcionarios corruptos, la relación entre la causa y la consecuencia está alterada y dañada. Una tragedia como la de Cromañón no solamente es posible por la sumatoria de corrupciones, falta de controles y excepciones. Es posible también porque hubo alguien que pensó que podía prender fuego una bengala en un lugar cerrado y lleno de gente y que no iba a pasar nada. Que eso es “el aguante”. Como el barrabrava. ¿No les parece que pasa en todos los órdenes de la vida? Desde el papelito tirado en la calle, el estacionamiento en doble fila, a la negligencia de cualquier persona que presta un servicio (médico, de venta o en una oficina pública). Vamos perdiendo poco a poco, por el deterioro de la justicia en todos los órdenes, algo hermoso que caracterizó siempre al SER ARGENTINO: la gauchada. La solidaridad.Ojalá podamos algún día recuperar poco a poco este valor con la concientización de las generaciones venideras. Para ello es fundamental que el ejemplo baje de arriba: una justicia independiente, equilibrada, ágil, expeditiva, ecuánime, justa y sobre todo idéntica para todos. Una justicia que vaya forjando en nuestra personalidad, en nuestra forma de pensar, la idea inequívoca e indiscutible que si somos justos y nos ayudamos entre todos, el mundo es un lugar mejor.
-Licenciado en psicología y psicoanalista
-Perteneció al Equipo de niños del Hospital EVITA de Lanús
-Fue docente de las cátedras de Clínica con niños de la Facultad de Psicología y de Salud Mental en la Facultad de Medicina en la UNA
-Es supervisor en distintas instituciones privadas y en el Hospital ESTEVES de Temperley.
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