¡Escribí! Notas de Lector
Ir a la secciónEra el verano bochornoso de 1922 en la capital de Córdoba. Mientras a nivel nacional arrasada la candidatura de Marcelo T. de Alvear para la presidencia, en la Docta, el radicalismo no se presentó debido al desacuerdo con los sectores conservadores por la reforma electoral. Y de los sectores más extremos de la Reforma Universitaria surgió una jodita que termina en uno de los hechos más singulares de la historia política. Enrique Badessich, hijo de la bohemia y de las elucubraciones nocturnas, pero también de la Argentina que empezaba a cambiar de manos y pujaba por modernizar un país para pocos, se presentaba como candidato a diputado provincial. En su plataforma proponía el amor libre, la separación del Estado y la iglesia, la disolución del ejército, entre otras delicias del anarquismo. Y eso votaron los cordobeses en un gesto entre la rebeldía, hastío a la clase política, y una aguda percepción de la necesidad de cambios. Porque Badessich no era un loco sino una bomba por explotar, activada demasiado pronto, tal vez.
Tampoco el pensamiento de este hijo de inmigrantes, nacido el 14 de enero de 1896 en Tucumán, contenía la profundidad ni la originalidad de los mejores dirigentes anarquistas o socialistas. Era más bien un medio de transmisión del intenso debate político de ese país de las primeras décadas del siglo pasado, que había eclosionado en múltiples frentes con la llegada de Yrigoyen a la presidencia en 1916. Esta apertura social y mental mezclaban en la misma arena a este periodista y poeta menor, autor de versos subidos de tono, “El Ósculo del Crepúsculo”, con Deodoro Roca y José Ingenieros. Ellos las cabezas del reformismo, en una provincia que continuaba en vetustas jerarquías del toda calaña, y con la misma actitud separatista con respecto a Buenos Aires -y al país- De hecho, Badessich propuso en la más de 300 conferencias, que dio en ese insoportable verano de 1922, la constitución de la República de Córdoba. En el medio iban propuestas tan delirantes como cortar la sotana de los clérigos y vestir así a los niños pobres; o la eliminación de las esquinas para evitar los choques. Había algo de impronta artística, performática, dadaísta, que pronto detectaron los diarios de Buenos Aires ante este personaje. Además del peligro que representaba para el Régimen. La repercusión nacional no tardó en llegar para el candidato del Partido Bromosódico, otra chanza en el nombre más de los estudiantes y, también, subrepticio, el innegable cuestionamiento a la política tradicional, que para la militancia democrática, había fracasado en la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde. El que se vayan todos no es un invento del 2001.
Lo que empezó como una broma en la cafetería de la Facultad de Medicina de Córdoba se materializó el 26 de marzo de 1922. Encerrado en la legislatura provincial, Badessich, alimentado a sándwich de salame por sus partidarios, debido a que ya lo habían arrestado varias veces, se entera que con 716 votos, es el tercer legislador por la minoría. Superando, no casualmente, al candidato católico, a los radicales díscolos y a los socialistas. A partir de ese momento desde la Capital Federal se acentúa la presión a la legislatura provincial para que no se acepte el legítimo resultado de las urnas por una cuestión de “decoro”, enfatiza el diario La Nación. Postura que será reafirmada por la cámara provincial, “incompetencias y falta de títulos”. A todo esto, Deodoro Roca, el numen reformista del 18, retruca en La Voz del Interior, “los caudillos no necesita ni gran ilustración ni gran talento. Deben expresar al pueblo necesidades… Badessich tiene más títulos que toda la cámara junta para ocupar su banca, intervenir en la discusión, interpelar a los ministros y hacerse servir café por las ordenanzas”
“¿Dónde pone ella el decoro? –se preguntaría el bromosódico Badessich ante la revista Caras y Caretas, en una entrevista al Vizconde de Lascano Tegui – ¿En la levita del electo, en las artimañas electorales que la preceden, en la acción histórica del nepotismo? ¿En la tontera absoluta y religiosa? Si eso es el decoro, yo carezco de él. Ninguna de esas taras es la mía. (...) Mis proyectos son los de un hombre común que conoce los problemas de su Patria. He sido telegrafista sin hilos en las Islas Orcadas durante tres años, y en Formosa. ¿Quién ha abarcado el país mejor que yo? ¿Qué argentino ha estado más compenetrado del resto del globo? Si los diputados pudiesen oír la música de las ondas hertzianas en las Orcadas, el ruido del mundo desde esa soledad, su juicio variaría”, recordando su anterior vida de telegrafista en el ejército, luego de un fallido intento de incorporarse como oficial, en los diez. Seguiría en Buenos Aires intentando encontrarse con el presidente Yrigoyen, exigiendo la intervención federal, y dando conferencias en el Hippodrome, en donde hoy se levanta el Obelisco. Allí sus conferencias refuerzan la tesis bromosódicas de amor libre, el empoderamiento femenino, denuncia la hipocresía clerical y diserta sobre el cubismo, anticipándose dos años a la reacción de la pacata porteñidad contra las pintura de Emilio Petturoti en 1924.
“¿Está destinado a suceder, a la política radical, la política porvenirista de Badessich?”, te preguntaba el Diario Crítica utilizando un término que reflotarían las vanguardias recién con la aparición de la revista Martín Fierro. En muchos sentidos este poeta y periodista, metido a político bufo, era hermano de los artistas Omar Viñole y Xul Solar, antecedente de Alberto Greco y Federico Manuel Peralta Ramos, en otra historia del arte argentino.
Pero don Enrique iba en serio con lo de la política. En 1928 vuelve apoyando a Yrigoyen, pese a que había hecho campaña con los antipersonalistas en Santa Fe, y es nuevamente detenido por orden del proto fascista gobernador Aldao. Ese mismo año se convierte en una especie de vocero del yrigoyenismo en el Litoral y asegura que estuvo en la casa de El Peludo en la calle Brasil al 1000, barrio de Constitución, discutiendo la Reforma Agraria. Imposible comprobar como tampoco un proyecto para asesinar al golpista Uriburu en 1932. Sin embargo Badessich, con su figura espigada, traje de papel y chambergo, termina en una cárcel de Paraná, donde era dueño de un diario.
Lentamente desaparecerá su nombre de los diarios y radios, solamente recordado por los contertulios de los cafés y bares de la avenida de Mayo, hasta que retorna triunfal el 15 de octubre 1945. Y solicitando la liberación de nada menos Juan Perón. Ciertos historiadores han querido ver a esta iniciativa incitación de los sectores antiperonistas, razón del desprestigio de Badessich. Aunque también cabe la posibilidad de que don Enrique, atento al espíritu de la época, haya captado cierto movimiento tectónico en la sociedad. Dos días después arranca la Argentina contemporánea, el 17 de octubre de 1945.
El final de don Enrique será triste por diversos problemas con la justicia y fraudes varios. Fallecerá el 8 de agosto de 1961 en Beccar y nadie reclama los restos. Cenizas que llegan a nuestros días con candidatos que parecen salidos de una película cómica de peluquines y tortazos, que ponen en circulación nuevamente anacronismos sobre el voto calificado, y las cuestiones irresueltas de nuestra democracia imperfecta. Y en el viento de la 9 de Julio, escuchemos a Badessich, “no vendo mi pluma, ni cerceno mi avanzado y sano idealismo por el vil metal, no tengo la baja escuela de la envidia, de la calumnia, ni de la ruin y traicionera venganza. No milito ningún partido político de la aristocracia, no soy miembro de ninguna asociación reaccionaria, mafiosa, absurda, inhumana ni inquisitorial, ni pertenezco a ninguna falsa sociedad de beneficencia. No soy artesano ni esclavo blanco, negro ni amarillo y nadie me manda, nadie me subyuga ni a nadie temo; las tumbas, los destierros, las cárceles, las inquisitoriales y monstruosas torturas inhumanas, el hambre y la miseria matan el cuerpo únicamente, pero a la verdadera vida eterna del espíritu y a las avanzadas, razonables, justas humanas y nobles ideas, no las mataran jamás. Yo soy pobre de metálica fortuna pero soy millonario en libertad”
Fuentes: Iñigo Carrera, H. J. El diputado bromosódico en revista Todo es Historia. Nro. 25. 1969. Buenos Aires; Núñez, S. Idez, A. Solo contra todos en pagina12.com.ar; Pignatelli, A. Se postuló en broma y ganó: la historia del diputado que proponía el amor libre, acortar las sotanas de los curas y eliminar las esquinas en infobae.com
Imagen: Infobae - Caras y Caretas
Fecha de Publicación: 07/07/2023
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